Revista Arte

La flauta de Pan

Por Felipe Santos
La flauta de Pan

En la mitología, la ninfa Syrinx se transformaba en un manojo de rosas que desaparecían antes que las abrazara el semidiós Pan. Azorado por esa sensación inasible, fabricó una pequeña flauta que le recordara aquel momento. La bellísima pantomime compuesta por Maurice Ravel en la tercera parte del ballet Daphnis et Chloé evoca la escena otorgando un destacado papel a la melodía de la flauta flotando sobre la cuerda, que se recoge en tenues pizzicati hasta dejar la continuación en unas hermosas frases finales del concertino.

La flauta de Michael Martin Kofler fue la misma flauta de Pan en la noche de este concierto mágico que Valery Gergiev organizó con su orquesta, la Filarmónica de Múnich, en un breve festival que ocupó un fin de semana en sus instalaciones del Gasteig. MPhil 360º agrupaba un programa compuesto por conjuntos de cámara y conciertos para jóvenes y niños con Stravinski y Chaikovski como protagonistas. El concierto que abría el festival combinaba dos obras compuestas en los mismos años: Sieben frühe Lieder, de Alban Berg, y Daphnis et Chloé, de Maurice Ravel. Aunque en el programa inicial no constaba, a la llegada se nos informaba que el concierto se abriría con Prélude à l'après-midi d'un faune, el poema sinfónico de Claude Debussy, una de las puertas a la nueva música que alumbró aquel fin de siglo. La elección era obvia desde los compases iniciales de una flauta, que de algún modo recordó después a la que imaginaba el dios Pan tratando de recordar a su ninfa predilecta.

Flauta y orquesta se compenetraron mientras que dos miembros del Ballet Mariinsky ejecutaban un dúo exquisito de formas y evocador en los tiempos. La batuta de Gergiev, familiarizada con este tipo de lides, llevó con mimo y detalle las páginas de esta obra maestra de Ravel, mientras en el proscenio la pequeña compañía de diez bailarines, coreografiados por Vladimir Varnaba, rescataba algo de aquel espíritu con que se alumbró la obra, encargo de Sergei Diaghilev para los Ballets Rusos que se estrenaría en el París de 1912.

Entre esas dos intervenciones de la flauta, el programa incluyó las siete canciones, llamadas "tempranas", que Alban Berg compuso mientras acudía a las clases de Arnold Schoenberg. Anja Harteros abordó la primera, Nacht, uniéndola a los aromas impresionistas que había dejado instantes antes la página de Debussy. Tras la más romántica Die Nachtigall, cantó una excelsa Traumgekrönt con nota sostenida final en un fiato amplio y rotundo, que el compositor coloca precisamente en la palabra "nacht". Resultó muy bello todo el conjunto, cantado con enorme gusto por la soprano renana, que culminó en un brillante Sommertage con refinado acompañamiento de la orquesta dirigida por Valery Gergiev.

Foto: Sebastien Grebille

Publicado por Felipe Santos

La flauta de Pan

Felipe Santos (Barcelona, 1970) es periodista. Escribe sobre música, teatro y literatura para varias publicaciones culturales. Gran parte de sus colaboraciones pueden encontrarse en el blog "El último remolino". Ver todas las entradas de Felipe Santos


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