Revista Historia

La fundación del síndrome de falsas memorias

Por Crimenycriminal @crimenycriminal
LA FUNDACIÓN DEL SÍNDROME DE FALSAS MEMORIAS¿Qué nos conduce a pensar que un recuerdo de un hecho traumático puede permanecer inaccesible en nuestro inconsciente y regresar años después a nuestra conciencia de forma intacta, sin estar sujeto a los cambios y degradaciones que están presentes en el olvido normal? Esta presunta condición de inalterabilidad del recuerdo reprimido fue lo que condujo a fiscal, policía y jurado a determinar pasados 20 años que George Franklin había asesinado a Susan Kay Nason. Una acusación que se sostuvo en el testimonio de Eileen Franklin, hija del condenado, quien a raíz de un comentario inocente de su hija, ¿no es así, mamá?, recordó la mirada de Susan, su amiga de ocho años, antes de que su padre la forzase en una furgoneta y acabase matándola con una piedra. 

La acusación, 20 años después, dio por creíble y exacto este testimonio para condenar en 1990 a George Franklin por el asesinato de Susan Kay Nason. Un ejemplo mediático que guarda cierta similitud con historias, menos truculentas, pero también sobrecogedoras, sobre las que se posaron menos focos y que venían a responder a un patrón: mujer que en edad adulta recuerda haber sido sometida a abusos sexuales por su padre. Un aluvión de casos de memorias recuperadas de acontecimientos traumáticos que fueron consideradas fiables por jueces, médicos y sociedad y que progresivamente fueron generando más dudas. A día de hoy, no se disponen de datos científicos que avalen la autenticidad e inalterabilidad de estos recuerdos, limitándose su admisión a un reducto número de estados norteamericanos y en casos civiles.
En este contexto surge en 1992 en Estados Unidos la Fundación del Síndrome de Falsas Memorias. Nace con el objetivo de hacer frente a lo que entienden es una epidemia de falsas memorias recobradas de las que culpabilizan, en muchos casos, a los terapeutas. Así, un caso sonado antes de su construcción fue el de Holly Ramona, quien a sus 19 años demandó a su padre Gay Ramona por medio millón de dólares al recordar que había abusado sexualmente de ella cuando contaba con cinco y ocho años de edad. Después de 48 meses de litigios, el padre consiguió que un tribunal acusase a la psicoterapeuta que trataba a su hija de bulimia y depresión de implantarle recuerdos falsos a través de hipnosis y valiéndose de la sugestionabilidad de su paciente. Un caldo mediático que empujó a Pamela y a Peter Freyd a levantar la Fundación después de que, privadamente, su hija, Jennifer, psicóloga de la Universidad de Oregon, acusase a su padre, profesor de matemáticas en la Universidad de Pennsylvania, de haber abusado de ella.

LA FUNDACIÓN DEL SÍNDROME DE FALSAS MEMORIAS

Elizabeth Loftus

El DSM IV no reconoce este síndrome por falta de validación empírica. Sin embargo, desde la Fundación han ido elaborando un marco teórico para tratar de sostener la existencia de la implantación de tales memorias. Elizabeth Loftus, afamada psicóloga norteamericana, es una de las más activas en el terreno de la memoria humana y la construcción de este tipo de recuerdos. Mostró como Nadean Cool, ayudante de enfermería en Wisconsin, había acabado por convencerse de que había reprimido recuerdos de haber participado en cultos satánicos, haber comido bebes, haber sido violada, haber practicado sexo con animales y hasta de haber sido forzada a presenciar el asesinato de su mejor amigo a los ocho años. Todo ello, después de sesiones de terapia en las que su psiquiatra había utilizado la hipnosis y otras técnicas sugestivas. 
El marco teórico que trata de elaborar la Fundación se apoya en varios supuestos a través de los que se intentan posar los signos de interrogación sobre la credibilidad y exactitud de estos recuerdos reprimidos y recuperados años después. Se preguntan qué mecanismos confluyen para que un episodio de abuso sexual repetido y extendido durante los años pueda llegar a caer en un proceso de amnesia. Es decir, aunque un solo suceso pueda ser reprimido cuando se tiene cinco años, ¿cómo se explica, por ejemplo, que otro que se haya sufrido a los ocho años vuelva a caer en el inconsciente? Cuestionan además las razones por las que se entiende que el recuerdo reprimido no está sujeto a la degradación del recuerdo normal. Sin embargo, los científicos contrarios a la veracidad de este síndrome sostienen la existencia de estudios que dan veracidad a estos recuerdos retrospectivos. 
Otro de los pilares sobre los que giran las investigaciones de esta Fundación tiene que ver con el papel protagonista de los terapeutas, recogido anteriormente con varios ejemplos. Acusan a terapias consistentes en técnicas como la hipnosis de haber alimentado recuerdos inexistentes que han arruinado vidas enteras. Este supuesto condujo 15 años atrás al Real Colegio de Psiquiatras británicos a prohibir el uso de las técnicas de recuperación de recuerdos. Una presunta realidad que desarman estudios que informan que una amplia proporción de los que recuperan sus recuerdos lo hacen sin acudir al terapeuta.
La Fundación defiende a su vez la facilidad con la que se pueden implantar falsos recuerdos de eventos traumáticos. Lo limitan a la existencia de una figura con autoridad para ejercer cierto poder de sugestión, la plausibilidad y familiaridad del evento sugerido y la presencia de suficientes lazos contextuales. Subrayando también la alta sugestionabilidad de las personas que recuperan estos recuerdos. “Cuando un cliente entra en terapia angustiado, esa persona es, casi por definición, altamente sugestionable”, defiende la Fundación. Un supuesto que también tratan de hundir los contrarios a esta postura con estudios que determinan que las memorias de personas que recuperan recuerdos están menos sujetas a distorsiones que otras.
Una de las críticas más feroces que se le ha realizado a esta Fundación es un punto de partida que los estudios han determinado erróneo: la suposición de que el recuerdo de los padres es más preciso y verdadero que el de sus hijos, “cuando parece comprobado que el testimonio del menor, especialmente en materia de abusos sexuales, tiene más credibilidad, si no más, que el testimonio de los adultos” (Garrido y Herrero, 2006). Además, estudios han mostrado la capacidad para la negación y minimización que tienen los abusadores sexuales. Viene esta reflexión a colación de que no se conoce que la Fundación tenga entre sus actividades la de estudiar los antecedentes de los que dicen ser falsamente acusados, dando por veraz su testimonio y negando el opuesto.
Lo cierto es que esta Fundación del Síndrome de la falsa memoria ha convivido siempre con cierta polémica. Su nacimiento ya vino salpicado por las benévolas declaraciones que uno de los encargados del ideario de la Fundación hizo sobre la pedofilia en una publicación holandesa y que le obligó a alejarse de la Fundación. Y para muchos, la misma no es más que una “máquina altamente organizada de relaciones públicas”, como la describió un periodista americano, decidida a desacreditar a personas que decían haber recuperado recuerdos.
Independientemente de todo ello, lo cierto es que este síndrome no ha acabado siendo aceptado por la comunidad científica, si bien a través de esta idea de las memorias falsas autores como Elizabeth Loftus han logrado poner de manifiesto que la memoria no es infalible y que los recuerdos, incluso aquellos que puedan permanecer reprimidos en el inconsciente, están expuestos a alteraciones y distorsiones. Se ha abierto alrededor del recuerdo y sus mecanismos un enorme campo de investigación.

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