La gran broma final

cuántas cosas secretas te caben en una canción
Nacho Vegas
Quiero que sueñes conmigo, ya ves. Mientras ensayo en medio de la nada, con el río al fondo y una lata de cerveza a modo de cenicero, intento convencerme a mí mismo de que soy capaz de componer una canción. El listón cada vez está más alto y éste es el siguiente paso de un reto apasionante. La vida merece la pena por la pasión de nuestras acciones. Cuando escucho los primeros acordes de esa canción sé que estoy detrás de algo grande, que toda la ilusión vertida en este proyecto tiene que significar algo. ¿Sabes? Detrás de cada dedo, de cada punteo, de cada cuerda rasgada, hay un mensaje. Y los mensajes pueden viajar en botellas a lomos del océano o pueden viajar dentro de nosotros. No he venido hasta aquí para hablar de la justicia o de las ausencias. He venido con un cuaderno, una guitarra y un lapicero, dispuesto a crear, porque eso es todo cuanto deseo. Crear. Sentirme bien compartiendo mi poco talento, pero infinito esfuerzo. Con tesón se consiguen las cosas. He tardado 29 años, 7 meses y 30 días en aprender esa lección que mi profesora de primaria repetía constantemente. La constancia, ves, es la revolución de nuestros días. Y, con estas seis cuerdas bien posicionadas, pienso revolucionarlo todo. Absolutamente.