La trayectoria de los Hermanos Musulmanes, desde su fundación en Egipto en 1928, se ha envuelto en leyendas, alentadas por la clandestinidad. En un primer momento, la actividad principal de la Hermandad se centró en tareas sociales: la educación y la beneficencia islámica. Según Al-Banna, su fundador, era necesario satisfacer primero necesidades de justicia social y elevar el nivel de educación, salud y prosperidad de los árabes, para cambiar luego las bases mismas de la sociedad. Los Hermanos no nacieron como movimiento político, pero fueron los pioneros del islamismo tal como hoy se entiende: rechazo frontal de la influencia occidental e identidad entre religión y estado.
Esta Hermandad, que se extendió por Palestina, Siria, Jordania y decenas de países, es una fuerza muy bien coordinada, omnipresente en la vida social y una organización pacífica, pero radical; renuncia a la violencia, pero no a la creación de un sistema islámico. Hasta la revuelta de Egipto y la aparición de barbudos con pañuelos en las manifestaciones de El Cairo, la Hermandad, era para muchos una extraña sociedad secreta, viva y tendente al retorno del califato del siglo VII a. C. De su tronco nació el movimiento radical palestino Hamás, residente en Gaza. Durante mucho tiempo, ha tenido el apoyo de la monarquía saudí, que facilitó su entrada en numerosos campus y organizaciones de Estados Unidos y Europa, donde sus predicadores dirigen centenares de mezquitas, en las que el tono abacial de sus teóricos emigrados a Occidente -«el Islam es sinónimo de paz» proclaman- contrasta con realidades menos amables. El arquitecto de los ataques del 11-S, Jalid Seij Mohamed, confesó en su día en los interrogatorios del FBI que su conversión a la «guerra santa» se produjo tras su ingreso en la Hermandad de Kuwait, a los 16 años, durante un campamento de verano. Es evidente que el empecinamiento y la represión reforzarán la Hermandad y provocarán la masacre y la guerra civil.
No se considera hoy un grupo terrorista, pero de su seno han salido algunos de dirigentes de Al Qaida. los radicales palestinos de Hamás y coexisten sectores más o menos extremistas; predican un puritanismo gradual y, en general, «aceptan. las reglas de juego de la democracia occidental, por lo que, si se les excluye del proceso político, se convertirán en una amenaza»; es una maquinaria, presente en la sociedad, en las universidades y en los sindicatos y propugna sin titubeos el rechazo del tratado de paz con Israel
En Túnez primero y después en Egipto, las revueltas populares contra las dictaduras laicas nacieron de modo espontáneo por desesperación ante la penuria económica y la arbitrariedad de las autoridades; ninguna se guió por una ideología concreta de corte islamista marxista o nacionalista; se trata de una revolución iniciada por los desheredados, para acabar con las dictaduras de 30 años, que, han generado millones de beneficiarios que ahora ven en peligro sus medios de enriquecimiento y su mera existencia y cansados del régimen opresor buscan la caída del poder y la transición a posibles alternativas.
Los gobiernos occidentales lo saben y prevalece la tesis del sector pragmático que se inclina hacia una postura más piadosa de las ideas islamistas de la Hermandad. Observadores hay que los creen capaces de competir en la arena política y de gobernar en un sistema electoral pluralista; sin embargo, otros más cercanos al terreno, muestran menos optimismo ante la alternativa de la Hermandad; mientras estos Hermanos viven la tensión entre el sector antidemocrático y la segunda generación islamista, Obama delibera y espera lleno de dudas. El actual líder de la Hermandad, Mohamed Badie, perteneciente a la vieja escuela, recela del juego de partidos y opta por acentuar la acción social, por lo cual, parece que hoy prevalece, en la Hermandad, su rechazo a la vía violenta o terrorista y, por supuesto, su clara intención de sabotear el tratado de paz con Israel. Entre tanto, Yahvé y Allá provean.
C. Mudarra