Revista Cultura y Ocio

La IA y la muerte

Por Revistaletralibre
La IA y la muerte La IA y la muerte

Por Antonio Costa Gómez

Con razón la IA nos anuncia nuestra muerte. Porque ella misma es la muerte. Y su adoración pasmona es la adoración a la muerte. A la muerte más sosa y más tonta, no a muertes sugestivas o adornadas.

Un montón de datos brutos y un montón de reglas brutas aplicadas de manera sorda y mecánica (nunca mejor dicho). Sin atmósfera, sin espíritu, sin contexto. Sin la ambigüedad, sin la contradicción, sin las paradojas que funcionan en la vida. Sin sensibilidad, sin apertura, sin imaginación.

Con rigidez, con encierro en un programa. Sin flexibilidad, sin atención a lo imprevisible, a los infinitos factores. Porque la vida de verdad es imprevisible, no cabe en ningún puto algoritmo, en ninguna fórmula matemática. La vida es sorpresa a cada instante, es creatividad incesante como decía Bergson. La vida es infinitud y es espíritu. Y reducir todo a fórmulas y algoritmos es muerte miserable, es pobreza.

Se usa el cadáver como parodia miserable del cuerpo vivo. El cadáver rígido que no se mueve, que encaja en su trazo. Con los maxilares encajados, con el gesto fijo para siempre, con la mirada sin expresión. Es lo que le falta a la IA, la expresión. Porque no tiene nada que expresar. Porque no hay un interior en ella. Solo hay reglas rutinarias y mecánicas que funcionan sordamente. Que no te escucharán de verdad ni escucharán la vida. Solo almacenarán tus datos y los barajarán con unas reglas matemáticas y sordas y rígidas. Y de ese modo no se enterarán de ti, único e irrepetible. Y no se enterarán de nada. De ti, que en tu personalidad única (pero la quieren deshacer, te quieren masificar y hacer como todo el mundo) no cabes en un puto algoritmo. De la vida, que en cada instante único escapa a los algoritmos. De la vida que no es rigidez cadavérica.

Solo maneja datos y reglas cadavéricas. Pero la vida es mucho más que datos y reglas. La vida es espíritu y es asombro. Y es imaginación y es lo imprevisible. Y solo con la sensibilidad más íntima de tu piel la puedes captar en su asombro. Sin que la encarcelen del todo en reglas, En fórmulas rígidas, cadavéricas. Quieren implantar la rigidez cadavérica, la fatalidad de las reglas y las fórmulas, pero tú te empeñas en liberarte. Y si te imponen una fórmula de la felicidad tú sentirás angustia como Kierkegaard cuando se enfrentaba al “todo lo real es racional” de Hegel. Todo lo real no era racional, de ningún modo, pero los fascismos se empeñaban en que lo fuera. Y también se empeña el fascismo tecnocrático actual.

Y si la felicidad es obligatoria según una fórmula, para igualar a todo el mundo, fusilan a los tristes, como en un cuento que escribí yo (y le recomiendo leerlo, está en mi libro “La carne detrás de la niebla”).

La IA nos anuncia la muerte porque ella misma es la muerte. Quiere implantar la rigidez cadavérica y las reglas concentracionarias y el fascismo igualador de la muerte. Y meterte a la fuerza en sus putos algoritmos. Y si no entras, decretará que no existes. Todo lo imprevisible o lo diferente no existe. Lo que ya he dicho en otro sitio, los libres solo tenemos cabida en la inexistencia y la nada.

Desaparece el espíritu, desaparece lo imprevisible. El mundo se convertirá en algo cada vez más aburrido y previsible. Más miserable. Sin espíritu, sin animación, sin alma. Solo con los movimientos mecánicos y convulsivos de cadáveres. Todos seremos cadáveres ambulantes, movidos a distancia con descargas eléctricas. En lugar de la vida, triunfará la taxidermia.

La Idiotez Artificial nos quiere meter a todos en vereda. “Todo lo real es racional”, decretó Hegel. Y tomaron nota los fascismos y las tiranías todas. A Kierkegaard diciendo que a pesar de todo le dolía lo relegaban al museo de curiosidades que nadie visitaba. Pero vino Unamuno, aprendió danés solo para leer a Kierkegaard y dijo algo parecido. Pero también a Unamuno se lo entregaron a la erudición y a los Amigos de Unamuno que solo buscan chismes, y al Museo de Unamuno que solo te permite una visita organizada llena de tópicos y no te deja vivirlo. Así es todo ahora, todo organizado y masificado, sin soledad, sin espíritu. Todo en masa y cuantificado.

Pero no todo está muerto y rígido todavía, quedan rincones de vida secreta. De kierkegaards que sienten angustia liberadora y cuestionadora. De seres que sienten tristeza y nostalgia y piensan en otra cosa. Sienten nostalgia de la vida. Del infinito, de lo que no cabe en las fórmulas. De la forma de coser de su abuela.

La Idiotez Artificial nos pretende encerrar a todos en una fórmula. Y volvernos a todos idiotas y rígidos y previsibles. Y el papanatismo universal la adora y se entrega a ella. Qué cómodo es entregarse del todo a los demás y sus fórmulas, ya no hay nada que decidir. Por eso triunfaron los fascismos y triunfa el fascismo tecnocrático actual. El miedo a la libertad, que decía Erich Fromm.

Y una listilla dice que si en Europa no se instauran grandes empresas de IA Europa solo será un parque temático para turistas. Las idioteces a veces tienen sabor mentolado de grandes frases. Pero es mucho mejor un parque temático que un almacén de chatarra tecnológica (porque toda la tecnología se vuelve chatarra cada media hora, para beneficio de las grandes empresas que te obligan a comprar compulsivamente).

¿Alguien iría a Florencia si en lugar de una ciudad de belleza y arte, de inspiración y de vida, fuera un almacén de máquinas? A pesar de todo, muchos aún prefieren la vida. El arte que no es una creación automática (aunque también quieren convertirlo en eso) y la vida se escapan de los técnicos que lo quieren tecnificar todo y formular todo. Todavía a algunos les interesa el arte y la vida. ¿Te imaginas a una pareja que vaya de luna de miel a un almacén de máquinas? ¿Cómo los almacenes de tractores que había antes? ¿Te imaginas a alguien que vaya siquiera a oxigenarse a un almacén de máquinas? ¿No necesitan de vez en cuando oxigenarse, tomar un poco de aire, escapar del mundo de las fórmulas y las reglas rígidas? ¿Ser un poco espontáneos y no calculados, hablar con un arranque imprevisto a su novia? Como aquel que antes de tirarse a la piscina no se ponía a calcular científicamente todos los movimientos musculares que había que hacer. Qué bien lo expresó el escritor gallego Vicente Risco en “Los europeos en Abrantes”.

Es mucho mejor un parque temático donde lo pasemos bien y estemos vivos que un parque de máquinas donde todos seamos cadáveres movidos con una Idiotez Artificial rígida y sorda ( y por tanto idiota). ¿Qué importa más: vivir mejor o tener un montón de máquinas? ¿Para quién es un progreso la IA? ¿Quién progresa con ella? ¿Progresamos todos o progresan las grandes tecnológicas que aumentan mucho sus beneficios a costa de nuestra docilidad y papanatismo? ¿Mejorará nuestra vida convirtiéndonos en cadáveres previsibles? Te convencen de que algo es bueno (o te lo meten en la cabeza a la fuerza, como hacían en aquella distopía de Aldous Huxley) y te lo meten en grandes cantidades. La felicidad a la fuerza, para beneficio de las multinacionales tecnológicas.

Pero tú no digas nada, trágalo todo. Incluso que la IA te anuncie tu muerte. Porque ella misma es Muerte. Al menos nos quedan Rilke y los abedules.


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