Revista Literatura

La idea del Señor Jinnah (y 7)

Por Tiburciosamsa

En mayo de 1946 los británicos enviaron a la India la Misión del Gabinete (Cabinet Mission) para discutir con los indios las fórmulas para la transferencia de soberanía. La Misión representó la última oportunidad de que la India independiente estuviese unida.
La Misión formuló una propuesta que hubiera sido factible. El poder se dividiría en tres niveles. Estaría el nivel provincial. Habría un segundo nivel en el que se agruparían por un lado las provincias de mayoría musulmana y por otro las de mayoría no-musulmana. El tercer nivel lo constituiría el gobierno central, que tendría unos poderes limitados a las áreas de la defensa, las relaciones exteriores, la moneda y las comunicaciones. En el gobierno central musulmanes e hindúes estarían en paridad. El plan establecía las zonas que se considerarían de mayoría musulmana: Bengala nororiental y Assam se unirían para formar una zona de leve mayoría musulmana; Punjab, Sindh, la Frontera del Noroeste y Baluchistán formarían la otra porción de clara mayoría musulmana. El plan finalmente establecía la posibilidad de reevaluarlo al término de 10 años.
El plan eran los sueños de Jinnah hechos realidad: unas provincias musulmanas con amplios poderes y paridad entre musulmanes e hindúes en el gobierno central. Nehru rompió cualquier posibilidad de acuerdo cuando anunció que el Congreso en la futura asamblea constituyente no se sentiría atado por los planes formulados por la Misión. Aparte de la animadversión que sintiera hacia Jinnah, comprensiblemente Nehru no quería compartir el poder de forma paritaria con una comunidad que sólo representaba la cuarta parte de la población del subcontinente. Por otra parte, Nehru estimaba que un Pakistán independiente sería inviable y en caso de que llegara a existir, al cabo de pocos años tendría a los pakistaníes pidiendo su reingreso en la Unión India. Sobre lo segundo casi acertó, pero subestimó el poder de la testarudez humana.
Según la tesis de Jalal, que me resulta muy atractiva, Jinnah se encontró a finales de 1946 atrapado en su propio juego. Había echado un órdago con el tema de la independencia, que en realidad no quería, para obtener sus provincias musulmanas con amplios poderes y la paridad en el gobierno central que sí quería y ahora se encontraba con que le habían visto el órdago. El Congreso no quería la paridad. Los británicos querían irse de la India cuanto antes y les daba lo mismo dejarla unida que dividida. Los musulmanes, después de tantos años de agitación, habían terminado por creerse lo de que querían un Pakistán independiente. Ya no había marcha atrás.
Cuando echas un envite fuerte y te lo aumentan, si tus cartas son malas, la única manera de que no se advierta la debilidad de tu posición es echar un órdago. Es una huida hacia delante, pero a veces es la única opción. Algo así debió de pensar Jinnah. Había finalmente llegado a la convicción de que no conseguiría la paridad entre hindúes y musulmanes que buscaba en una India unida y federal. Sólo podía aumentar la apuesta. Y lo hizo. Declaró que si no le concedían Pakistán, el 16 de agosto de 1946 sería el Día de Acción Directa. En su declaración dijo dos frases clave: “En aras de nuestra autoprotección estamos obligados a abandonar los métodos constitucionales” y “Tendremos una India dividida o una India destruida”. Era su manera de advertir a británicos e hindúes que no podrían orillar a los musulmanes en la determinación del futuro de la India y que éstos estaban preparados para lanzarse al monte si era preciso.
Los líderes del Congreso podrían ser miopes, pero Jinnah se reveló en ese verano del 1946 como un radical irresponsable de lo peor. Los disturbios y choques comunales fueron especialmente fuertes en Calcuta, donde los muertos se contaron por miles. Después de ese día, se abrió la espita de la lucha comunal que a duras penas estaba contenida. El número de muertos causados por la Partición ha sido estimado por algunos en el millón de personas.
Jinnah al final consiguió su Estado musulmán independiente, pero éste se gestó en las peores condiciones posibles. La violencia intercomunal se había extendido por el país. Los británicos, exhaustos, optaron por irse en el verano de 1947, un año antes de lo anticipado. El Virrey que presidió la partición fue Lord Mounbatten quien había trabado lazos de estrecha amistad (bueno más bien fue su mujer Edwina la que trazó esos lazos) con el archirival de Jinnah, Nehru. El Pakistán que obtuvo Jinnah fue finalmente una decepción que él mismo calificó en un momento de desánimo como un país “comido por la polilla”. A su sueño le habían amputado la parte oriental del Punjab, la más fértil, y Calcuta más la parte occidental y más rica de Bengala. Y eso sin contar que Pakistán era un país imposible con dos componentes culturalmente dispares separados por más de mil kilómetros de territorio hostil.
Aun así, tuvo que poner a mal tiempo buena cara y el 11 de agosto de 1947 dirigió su discurso presidencial a la flamante Asamblea Constitucional de Pakistán. En ese discurso esbozó cómo se había llegado a la creación de Pakistán y cuáles eran sus aspiraciones para ese país que había salido de un órdago mal echado.
Curiosamente empezó exponiendo algunas de las mayores maldiciones que veía en la India y que esperaba erradicar de Pakistán: el soborno, la corrupción, el nepotismo, el engaño político y el mercado negro. 65 años después, Pakistán figuraba en el ranking elaborado por Transparencia Internacional como el 139 de los 176 países del mundo y no, los países menos corruptos no son los que tienen los números más elevados.
Se justificó diciendo que la creación de Pakistán había sido “la única solución para el problema constitucional de la India. Cualquier idea de una India unida nunca hubiera funcionado y a mi juicio nos habría conducido a un desastre terrible.” Interesante descubrir que una Partición que dejó un millón de muertos, forzó el traslado masivo de poblaciones y aun así dejó a varios millones de musulmanes como una minoría en la India, no fue un desastre terrible en opinión de Jinnah.
Jinnah no negó el marrón que se le venía encima y ofreció algunas soluciones: concentrarse en el bienestar del pueblo, especialmente de las masas y de los pobres; trabajar unidos sin importar la comunidad a la que cada uno perteneciera (esto dicho por alguien que había atizado a modo los sentimientos comunitarios musulmanes), en perfecta igualdad. “Debemos comenzar a trabajar en tal espíritu y en el curso del tiempo todas estas diferencias de comunidades en mayoría y en minoría, comunidad hindú y comunidad musulmana se desvanecerán…” Manda huevos: el motivo esencial para salirse de la India fue la imposibilidad de que la minoría musulmana pudiera existir en una India de mayoría hindú, pero no preveía que las cuestiones comunitarias fueran a resultar graves en Pakistán.
El laico Jinnah, que veía el Islam más como un modo de vida y civilización que como una religión, hizo incluso un canto a la libertad religiosa: “Ustedes son libres; son libres de ir a sus templo; son libres de ir a sus mezquitas o a cualquier otro lugar de culto en este Estado de Pakistán.” Aquí Jinnah mostró la misma ceguera ante el fenómeno religioso que mostró su enemigo Nehru. No previó que para muchos la religión sería mucho más que un mero estilo de vida, sino algo por lo que luchar, por lo que morir y por lo que cepillarse al infiel de al lado.
Y ya puestos a soñar, Jinnah terminó diciendo: “Mi principio guía será la justicia e imparcialidad completa, y estoy seguro que con la ayuda y cooperación de ustedes, veré a Pakistán convertirse en una de las más grandes naciones del mundo.” Más bien creo que tuvo la suerte de morir al año siguiente y no llegar a ver en lo que se convirtió su Pakistán.

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