Revista Cultura y Ocio

La importancia de llamarse Pedro

Por Sese
Cristina era una buena chica, no había tenido mucha suerte en el amor. Elegir la persona equivocada era una rara habilidad que tenía. Tal era su desazón que intentaba poner remedio a su desdicha. Muchos hombres la habían decepcionado en la vida y algunos de ellos tenían unos rasgos comunes que Cristina se obsesionó por borrar de sus preferencias futuras. De golpe y porrazo eliminó de su disco duro a todos los rubios. Demasiados disgustos le proporcionó sus preferencias hacia tal tono de cabello, también desechó a los típicos cachas y curiosamente también a los que se llamaran Pedro, el azar hizo que fueran muchos los Pedrosque pasaron  por su vida y todos ellos  le rompieron el corazón.
Lucía tuvo pocas pero satisfactorias experiencias en el terreno del amor, tres novios había tenido y dos de ellos se llamaban Pedro. Sentía una predilección especial hacia tal nombre, todos los que así se llamaban le habían proporcionado cosas buenas en la vida. Es más, si algún día llegaba a ser madre tenía claro que Pedro sería el nombre de su primer hijo varón. Si te llamabas Pedro tenías altas posibilidades de caerle bien a Lucía.
Pedro, era un joven adorable, noble, en definitiva: una muy buena persona. Cierto día la vida le puso en su camino a Cristina, de la que se enamoró perdidamente. Estaba dispuesto a darlo todo por hacerse con el amor de Cristina.
 Pero fue tarea inútil. nunca pudo conquistar a Cristina.
Pedro (otro Pedro) era el típico guaperas que coleccionaba mujeres como si fueran trofeos de caza. Todo valía para poner una muesca más a su revólver. No dudaba en utilizar a las personas para llevarse al huerto a una fémina. Las conquistaba, las conseguía y luego les daba puerta. Y normalmente las que caían en sus redes eran víctimas del más cruel de los desamores.
Cierto día la vida cruzó a Pedro y a Lucía. Predispuesta como estaba ante los atractivos (y el nombre) del guaperas se enamoró locamente del adonis. Evidentemente éste no le hizo ascos y utilizó sus ardides para atraer a la presa a su red. Promesas de amor, de felicidad eterna... Y cayó. Y al poco tiempo le dio la patada.
Y Lucía nunca se recuperó del desengaño.
Y esa es la importancia de llamarse Pedro y de que la vida ponga en tu camino a la persona adecuada (y que sepas juzgarla sin prejuicios absurdos)

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