Revista Cultura y Ocio
Son momentos muy difíciles para los que siempre adoramos a David Bowie. No solamente se trata de un peso pesado de la música, ante todo hablamos de un artista en toda la extensión de la palabra, no sólo era un enorme músico con una creatividad desbordante, genial e inquieto, irreverente y que siempre hizo lo que quiso, sino alguien distinto y muy genuino. También es destacable su faceta como actor, y la más desconocida y en la que él siempre se consideró un aprendiz, la de pintor, que muchas veces le servía de vía de escape para seguir componiendo cuando se atascaba, como él mismo decía. Por si fuera poco llegó a a entrevistar a sus pintores favoritos para una revista de prestigio, esos pintores eran unos privilegiados.En el caso que nos ocupa mi trayectoria con su discografía ha sido muy autodidacta, empecé a comprarme discos del Duque Blanco porque me gustaba todo lo que oía de él, y a partir de ahí, disco a disco, canción a canción, empezaba a investigar y a preocuparme por un personaje interesantísimo en múltiples aspectos.Pero en su caso, todo se tornaba especial, un tipo venido de otro planeta cuya imagen siempre fue protagonista como un añadido, nunca como lo más importante. Muchos han intentado imitarle, y se han quedado en el camino, David Robert Jones sólo había uno.El Major Tom se puso el casco y ascendió sin avisar, y nos ha dejado huérfanos, tristes y sin rumbo. Un astronauta muerto es el protagonista del arranque del vídeo de Blackstar, muy premonitorio, y decía "Mira aquí arriba, estoy en el cielo".
El siglo XX ha tenido muchos protagonistas, pero en su caso estamos ante una figura, que una vez pasado al siglo XXI se seguía reinventando. Pocos artistas se han reinventado tanto y a si mismo como David Bowie, y es ahí donde radica mucha de su grandeza, porque el no querer estancarse y a la vez seguir influyendo a múltiples generaciones, solo está al alcance de muy pocos, de los elegidos. Pero me resulta muy curioso en su caso el hecho de que siendo un artista en constante renovación, mucha gente a finales de los 80 y sobre todo en los 90 lo dejara en el olvido, un error bajo mi punto de vista, ya que tuvo la visión de seguir siendo la vanguardia en todo momento, de seguir siendo capaz de aglutinar a sus viejos seguidores con otros nuevos y no dejar de parir magníficos trabajos.Vivimos tiempos difíciles, donde una generación nacida en los años 40 empieza a despedirse, pero es la más gloriosa, y si ya Lou Reed nos dejó hace 2 años y algo, gran amigo de David con el que tenía una estrecha relación, esta pérdida me toca especialmente la fibra al ser mi músico preferido. Seguro que Bolan, Ronson, Lennon y Lou están montando una fiesta para recibirle allá en el planeta a donde regrese.
El shock que todos vivimos por su muerte, ya que su enfermedad no había trascendido (al igual que cuando volvió con The next day, que nadie lo esperaba, y llevaba dos años grabando en silencio) da fe de su importancia y de su trascendencia como persona. La torre que reza Rest in peace en su tierra, las redes sociales inundadas recordando las innumerables caras del camaleón, los admiradores depositando flores y velas ante su apartamento de la calle Lafayette, en el Soho neoyorkino y en Brixton, el barrio del sur de Londres que le vio crecer...Ha iniciado su último viaje vestido de astronauta, y le echaré de menos, mucho de menos, ya le estoy echando de menos y lo que queda... y estará cantando aquello de "Planet earth is blue, and there is nothing I can do..."
Hoy me acuerdo de esta canción, el All the young dudes, que compuso para Motth The Hopple, pero que también grabó él mismo, aquí en una versión de directo de 2004 en el festival de la Isla de Wight.