Revista Expatriados

La India y su patio trasero

Por Tiburciosamsa


Durante siglos la India fue el referente para todo el sur de Asia y buena parte del Sudeste Asiático. Después de un par de siglos chungos, la India vuelve a resurgir y a convertirse en la gran potencia regional que siempre fue. Lo jodido es que esta vez su resurgir coincide con el de China, que no se conforma con su zona de influencia tradicional.
Tradicionalmente no hubo guerras entre China y la India por razones geográficas y geoestratégicas. La barrera de los Himalayas servía para disuadir a cualquier general loco al que se le hubiera ocurrido enviar a sus Ejércitos a atacar al imperio del otro lado. Al mismo tiempo, los intereses geoestratégicos de China y de la India se dirigieron en direcciones contrarias. China siempre miró hacia el norte, que estaba lleno de bárbaros con ganas de invadirla. En los momentos en los que se sentía más fuerte también miraba hacia Asia Central y la Ruta de la Seda. Luego estaban Indochina y el Mar del Sur de China, con los que China se conformaba con un vasallaje formal y con los que tenía intereses básicamente comerciales.
La India, por su parte, nunca fue un imperio unificado a la manera de China. En sus momentos de mayor unidad, por ejemplo con los Mauryas y los Mogoles, lo que tenía era un imperio que dominaba las cuencas del Ganges y del Indo, así como el centro del subcontinente y cuya frontera occidental podía  estar al norte de Kabul, pero que no controlaba efectivamente el sur. Los imperios en la India generalmente miraban hacia el Océano Índico y hacia el Mar de Arabia y por tierra hacia Afghanistán.
La única excepción a esta historia pacífica fue la breve guerra que mantuvieron en 1962 por un glaciar que no importaba a nadie. Lo más notable de aquella guerra es que posiblemente sea la luchada a una mayor altitud: 4.250 metros sobre el nivel del mar. Otra consecuencia de la guerra fue que los indios la perdieron y les jodió mucho, aunque lo que estaban en juego eran unos glaciares helados. Tanto les jodió que he leído que el berrinche por la derrota aceleró la muerte de Nehru 18 meses después. Ahora que se cumplen los 50 años de aquella guerra, queda por ver si la India y China no van a volverse a dar algún capón bélico.
La política exterior india se ha movido tradicionalmente bajo dos parámetros: el Subcontinente es mi patio trasero y tengo un vecino cabrón al oeste, que es Pakistán. En este contexto no resultaba demasiado difícil fijar unas directrices para la política exterior: todo lo que le joda a Pakistán es bueno para mí. Eso y bastante retórica No-Alineada y besitos Sur-Sur, herencia del dicharachero de Nehru, su primer Primer Ministro.
La última década ha traído cambios geopolíticos sustanciales que han empezado a poner nerviosos a los gobernantes indios. El primero ha sido el creciente desbarajuste en Pakistán. Un Pakistán más o menos fuerte podía ser una molestia, pero al menos era predecible y siempre podías darle una manita de leches cada tantos años para bajarle los humos. El Pakistán actual, con sus querellas intestinas, sus grupos islamistas y sus servicios de inteligencia que a menudo hacen la guerra por su cuenta, es peor que impredecible, es un dolor de cabeza, pero encima un dolor de cabeza con bombas nucleares.
Al tiempo que Pakistán deja de ser el enemigo predecible que solía ser (hay quien afirma que más vale un enemigo predecible que un amigo tibio), para acabar de joderla, viene China y se empieza a meter en el patio trasero de la India.
Lo primero que ha hecho China es aplicar a la inversa lo de que todo lo que joda a Pakistán es bueno para mí. Ya para empezar, en los años 90, le echó una manita y hasta dos manitas en su programa de desarrollo de la bomba nuclear. Echando sal en la herida, China está colaborando con el programa de energía nuclear para uso civil de Pakistán.
Igual de cabreante para la India es que Pakistán está dejando que China tenga una presencia creciente en Gilgit-Baltistan. Gilgit-Baltistan no es un territorio cualquiera de Pakistán. Gilgit-Baltistan es la parte del antiguo estado de Cachemira y Jammu que Pakistán se quedó y que desde el punto de vista del Derecho Internacional vive en un limbo jurídico. Pakistán ha invitado a China a participar en diversos proyectos de desarrollo en la zona y, según los mosqueados indios, hasta estaría dispuesto a permitirle que tuviera una presencia militar.
Lo de Pakistán es lo más llamativo, pero China también ha empezado a interferir con los demás países del coto privado de la India. Por ejemplo, China aprovechó que la India no se decidía a suministrar armas y a financiar grandes proyectos de infraestructura en Sri Lanka para desplazar a la India como primer donante e inversor en el país, con la ventaja añadida de que nunca le va a sacar el tema del trato a la minoría tamil. Con Nepal resolvió las disputas fronterizas que tenía y estrechó los lazos políticos, al tiempo que le dabaun generoso crédito para un proyecto de energía hidroeléctrica.
Todo esto ha tenido efectos interesantes sobre la política exterior india. El primero es que ha descubierto que puede tener más intereses comunes con EEUU en el escenario internacional de los que se había pensado. El segundo es que ha visto que ir de primo de Zumosol con tus vecinos, por pequeñajos que sean crea animosidad. Mejor ir de buen rollito. A eso se está aplicando con medidas tan vistosas como la conclusión de la delimitación de fronteras con Bangladesh o la ayuda a la financiación del presupuesto nepalí. El tercero es apuntarse a lo de meter la nariz en patios traseros ajenos. En octubre del año pasado, la India firmó con Vietnam un acuerdo para la exploración conjunta de yacimientos de hidrocarburos en el Mar del Sur de China y otro para lanzar un Diálogo de Seguridad bianual entre sus Ministros de Interior.
Un proverbio chino dice: “Una montaña no puede albergar a dos tigres”. No sé porqué, me parece que esta entrada continuará.

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