El cine es un medio de comunicación de masas a través del cual podemos compartir ideas e historias, mostrar aventuras o transmitir un mensaje. De una forma más cruda, a través de documentales, o adornándola con un argumento y unos personajes de ficción, dejando la idea como trasfondo o moraleja de nuestra historia. A lo largo de la historia, innumerables películas han tenido una intención muy distinta a la de entretener al público y hacer dinero, que es como vemos hoy día los megaestrenos en los multicines de Hollywood. Desde el fascistoide documental nazi titulado “El Triunfo de la Voluntad”, hasta su contrapunto, inmortalizado por Chaplin en el monólogo final de “El Gran Dictador”, donde en lugar de proclamar que Alemania estaba regresando a lo más alto, gritaba a todo el mundo que aún había esperanza y que había que unirse para hacer este mundo un sitio mejor para todos nosotros.
La capacidad de transmitir un mensaje ha hecho que, sin embargo, pocas personas se hayann parado a pensar en qué mensaje deberían transmitir, en qué debería contener.
Las películas de Michael Bay son panfletos propagandísticos del ejército de los Estados Unidos. Incluso algunos de sus diálogos dejan claro que quieren mostrarte lo heróico que es alistarte a los marines para defender a tu planeta de una raza alienígena transformista (“Ahora eres un soldado” le gritan a Shia Labeouf en la primera entrega). Pero no creo que Bay sea un abanderado de la política estadounidense, sino que, más bien, contar con la colaboración del ejército tiene un precio. El ejército revisa los guiones que les involucran, y si da una buena imagen de ellos, están más que dispuestos a donar sus tanques y aviones (por un módico precio, claro) para salir en las películas de los grandes estudios de Hollywood. El resultado es bastante bueno, ya que qué mejor que auténticos soldados para interpretar a las fuerzas de la liberación y conseguir un retrato realista a la vez. Spielberg también los utilizó en “La Guerra de los Mundos”, y puede verse una fiesta que les hicieron a los soldados poco antes de que éstos regresasen a Irak.
Por el contrario, películas que han dado una mala imagen al ejército, como Terminator 3, no han contado con ningún tipo de apoyo. No hay grandes aviones surcando los cielos ni nada parecido. No existe ningún plano que se asemeje a esa escena onírica de “Pearl Harbour” en la que los niños juegan al béisbol y las amas de casa tienden la ropa mientras los muy malvados japoneses se disponen a acabar con unos barcos poblados de buenos, guapos, valerosos y simpáticos soldados americanos. También me acuerdo de una película sobre la segunda guerra mundial titulada Windtalkers y protagonizada por Nicholas Cage, y cómo el ejército pidió eliminar una escena en la que un soldado arranca muelas de oro de un cadáver como requisito imprescindible para su colaboración. Hacer lo que dicen los tipos con dinero o los que manejan el dinero es la clave para conseguir lo que quieres. Ellos son quienes mandan.
El problema, como he dicho antes, es que a veces ese mensaje es innecesario o pernicioso, por no decir grotesco. Y aquí entramos en el terreno de la religión y las creencias, que no debería ser competencia de este blog pero que sí lo es cuando se utilizan medios cinematográficos para transmitir sus ideales. Como si volviéramos a la Guerra fría donde los soviéticos son los responsables de todo mal, salvo que ahora los responsables no son los gobiernos de nuestros países. La democratización de los sistemas audiovisuales y la posibilidad de grabar cortometrajes hasta con un teléfono móvil ha hecho que ahora todo el mundo pueda dar su versión de la realidad. Y el problema lo tenemos cuando son fanáticos religiosos quienes deciden poner dinero entre todos para producir una espantosa cutrepelícula que no llega ni a la categoría de amateur y que es un claro insulto y una provocación a los rivales religiosos que habitan en la otra parte del mundo.
‘La inocencia de los Musulmanes’ jamás habría sido distribuida por ningún estudio, ni habría contado con publicidad ni estrenos en ninguna sala de cine. Es chapucera, utilizan una pantalla verde para representar el desierto y no hacen nada por quitar el eco de las voces de los “actores” que deja claro que todo ha sido grabado en un garaje. Por decir más, incluso creo que la película en realidad no existe, y sólo hay esos quince minutos distribuidos por Internet en forma de pseudotráiler. Sin embargo, Youtube, Twitter y todas las herramientas al servicio de la comunicación, llevaron ese infame vídeo a los países árabes, y a ellos no les gustó nada que dijeran que su religión es “un cáncer para la humanidad” y que representasen a su profeta como un mujeriego, un bastardo, un bisexual y un zumbado de cuidado. Un vídeo realizado por un pequeño grupo de Coptos estadounidenses (o de judíos extremistas, como aseguran otros medios) ha dado la vuelta al mundo y ha desatado una ola de violencia que alcanza una decena de países y en alguno de los cuales ya ha habido muertos. Representar a Mahoma es una afrenta para el Islam, pese a que ninguna parte del Corán lo diga expresamente. Asaltar una embajada y asesinar a tiros al embajador estadounidense porque UN pequeño grupo RESIDENTE en su PAÍS hizo esa basura no está mal visto en absoluto, al menos para ellos.
De la misma forma que el grupo que pagó la película quería dejar claro que el Islam es su enemigo, los musulmanes han dejado claro que su enemigo es todo aquel que contradiga lo que les han enseñado a respetar. Y a día de hoy, el cine, la televisión y la literatura son poderosas armas de adiestramiento. Producciones de serie Z grabadas en un garaje causan muertes y violencia, y eso es porque aún no nos hemos dado cuenta de que somos los responsables de lo que hacemos, y que cerrarse en banda en nuestros argumentos, sean políticos o religiosos, acarrea consecuencias, por parte de ambos bandos. Películas de propaganda pagadas por lobbys de todo tipo condicionarán el comportamiento de todos aquellos que nos rodean, y llevarán el mundo por un camino o por otro. Los árabes tuvieron en su momento programas infantiles donde pedían a los niños que se inmolaran para defender el Islam, mientras un sosias de Mickey Mouse recibía una paliza por alguien que simulaba ser un soldado americano. De nosotros, de todos, depende qué les enseñemos a nuestros hijos y al resto del mundo. Podemos usar la increíble tecnología del mundo digital para abrir puertas y tender puentes entre todos los lazos del mundo, o podemos regresar a la Segunda Guerra Mundial donde nuestra forma de vida es la única verdadera y todos los demás son nuestros enemigos. Pero recordemos que esta forma de pensar traerá consigo víctimas, gente que no tenía nada que ver con nosotros o con nuestros discursos dogmáticos carentes de lógica (y no digamos de gusto estético). Gente de la que nosotros somos responsables aunque no nos interese pensar en eso.
Resulta triste que, a día de hoy, el único que tuviese dos dedos de frente a la hora de ponerse frente a una cámara fuera Chaplin.
Tráiler ‘La inocencia de los musulmanes’