Revista Cultura y Ocio
¿Quién no ha tenido alguna vez, cuando sale a la calle, mientras camina por una acera abriéndose camino por entre la gente que viene andando en camino contrario, la sensación de que se encuentra hundido en medio de una masa informe de seres sin rostro ni voz, de sacos de carne y huesos que marchan como por inercia para dejar de existir ni bien les damos la espalda o en cuanto doblamos la esquina? O, peor aún, ¿quién no ha llegado a pensar, con horror, que tal vez nosotros mismos somos un pedazo más en ese anónimo y callado mosaico? La muerte del individuo, tragado por las fauces furiosas de la vida contemporánea, esa en la que queda tiempo para todo menos para la vida, donde la muerte se parece a cualquier cosa más que a la muerte. Creo que todos (o casi todos) hemos pasado (o paseado) alguna vez por esta pesadilla sartreana, por este infierno de espejos, aceras y luz de sol. Pero no es más que una cara de la moneda, y tiene un reverso. Reverso que, tal vez, no sea tan terrible, pero que comete otro pecado que, en cierto modo, es hasta peor: el de la ridiculez más superficial. Tanto, que hasta casi dan ganas de volver al mundo de la colectividad y el anonimato.Yo no sé por dónde es que tantas personas arrancan de la premisa "sé tú mismo, sé original" la absurda conclusión "sé diferente". Es cuando la gente da ese salto que uno, cuando sale, se siente hundido de pronto en otra comedia del absurdo. Aunque tal vez, dadas las pintas a las que algunos se sienten obligados a imponerse, sea más preciso decir que uno se siente perdido en Marte, o en la luna de algún planeta en Alfa Centauri. Rebeldillos, artis, bizarrines de poca monta, punkies de revista de modas. Y todos ellos sin la más mínima convicción, empujados por el deseo de distinguirse de los otros pero con la cabeza más vacía que la tumba de Lorca. Ahora, que no es que esté mal que a la gente le dé por vestirse, hablar o pensar como le salga del culo hacerlo. Yo mismo me encajo la cachucha que me regaló mi abuelo algunas noches, y sólo porque me da la regaladísima gana de hacerlo. El problema, el malestar, empieza cuando de pronto la gente se siente obligada a hacerlo, cayendo en su fuga de la alienación en la más grande y jodida de las alienaciones. ¿Qué quieren que les diga? Hoy en día, no hay nada que sea menos original que ser original. El "ser diferente" se lleva el puñal al cuello cuando todo el mundo se lo toma a pecho. Ojo: que no hayan confusiones. No estoy hablando de la forma de vestir, sino que la tomo de ejemplo para hablar de algo que está mucho más metido en las cabezas y los esfínteres de la gente. ¿Cuántas veces me he topado con tipos de esos que hablan abusando de las mayúsculas, defendiendo ideas y creencias que parecen haber nacido de un viaje de ácidos y que no tienen ni podrían tener el más mínimo nexo con la realidad, usando tonos de voz impostados mientras juran por la oscuridad (con sus tres obvios puntos suspensivos) o por Snoopy? Los gustos que se imponen esta clase de personajes son otra materia digna de interés. Yo puedo entender que a uno le gusten las rarezas, las pichuladas, el canon del gafapastismo y la cultura del underground, pero entre eso y hacer un fetiche de la rareza hay un foso. Me refiero a esos tipos (todos hemos conocido a alguno) para los que sólo puede ser buen cine el independiente, y si es de algún país de nombre extraño (ya sea la República Checa, Albania o Kazajstán), pues muchísimo mejor, y siempre y cuando no llegue a los grandes públicos, porque ahí mismo declaran la muerte de dios. Qué, ¿si me gusta Tarkovski no me puede gustar también la última de Stalone? ¿No puedo ser fan de Kurosawa y decir que me partí de la risa viendo una comedia americana a lo "Hangover"? ¡Que no! ¡Si para ellos sólo existen dos directores americanos dignos, y esos son Tarantino y Tim Burton! Dos genios, dicho sea de paso, que se cagarían de risa en sus narices y que, les guste o no, son tan de multitudes como cualquier anónimo de Hollywood. ¿Lo que trato de decir? Pues nada. Yo, para moralinas, no estoy ni ahora ni nunca. Soy de los que piensan que cada cual ha de hacer lo que le salga del culo y listo. Y a mí, francamente, me daría pereza tener que reinventar mi personaje para adecuarlo a las exigencias de "lo diferente", que además, ya lo digo, me parece el colmo de la falta de originalidad. A mí me gusta la sencillez, y con esto me refiero a que cada cual cargue con su carácter tal y como es, con sus posturas e imposturas bien clavadas en el páncreas, y sin falsas convicciones ni exclusivismos destinados a la pose y el conventillo. Ya bastante jodido es esto de ser uno mismo como para encima romperse la cabeza pensando en el maquillaje.
Cierro esta nota con un brindis bien alto a Mr. Mierdas y el Sgt., que desayunan gafapastas crudos a diario y saben de sobra de lo que estoy hablando. Y les dejo de paso un video, para que todos los que me vengan a mí con parafernalias del buen gusto se den cuenta de que hasta un rosadito como Luis Miguel puede hacer unas cosas de la puta madre, con ese vozarrón que tiene: porque sus canciones serán una mierda, pero me divierto mucho escuchándo una que otra de cuando en cuando; y porque cuando le da por cantar un clásico, lo hace mejor que dios en persona, como bien lo demuestra el video. A toda la peña: una copa en alto, carajo.