Lo peor que le puede pasar a un chef profesional es perder el olfato. La nariz es su principal herramienta de trabajo y si pierde su olfato, perderá el gusto y si pierde el gusto, perderá la orza que dirige su talento por el mar de los sabores.
Eso fue lo que le pasó a Luigi, un día se despertó y era incapaz de oler nada.Si a esta anosnia sobrevenida, le unimos para más desgracia, el hecho de que faltaban dos días para que fueran a su restaurante varios críticos culinarios con la misión de probar sus deliciosos platos, para otorgarle, casi con total seguridad, su tercera estrella Michelín; podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que Luigi estaba “con el agua al cuello”. Decidió no contárselo a nadie, tendría que solucionar su problema en soledad. Lo primero que hizo Luigi, fue comprobar que el resto de sus sentidos no se habían apagado. Metió las manos en un bowl con harina, leche y huevo y amasó con el placer de saber que el tacto no lo había perdido. Buscó dentro del caos de la alacena y encontró sin dificultad la nuez moscada, su vista estaba bien. Sonó su canción preferida en la radio y escuchó con deleite la voz celestial de Katy Perry mientras laminaba un boletus edulis al ritmo de “Hot and Cold”. No todo estaba perdido.Llegado el día, reunió a los críticos culinarios dentro de la cocina para proponerles algo que se salía del protocolo.Esta noche –dijo- serán ustedes quienes preparen la cena. Quiero demostrar que mis recetas no están reñidas con la facilidad de prepararlas. Esto será una clase magistral de alta cocina para neófitos en la que ustedes serán mis pinches por un día.Los críticos aceptaron encantados. Dio las instrucciones con precisión cirujana. Por unas horas olvidó su problema aliviado por el sonido de las risas, de la porcelana al chocar, del metal cuando se golpea, del crepitar del aceite, de las batidoras, del cristal de bohemia en un brindis. A la hora de sazonar los platos, pidió que lo hicieran a su gusto.La cena fue un éxito, los platos quedaron exquisitos, si faltó sal o sobró pimienta no fue culpa suya. Al día siguiente los medios hacían eco de una nueva estrella Michelín en el firmamento culinario.
Texto: Fernando Mifsut Lozano
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