La fuerza de la madre tierra.
Estaba anocheciendo, el horno estaba lleno de galletas de mantequilla, preparábamos otra hornada.
Mientras, mi marido fue a recoger a los caballos y a darles la cena. Sólo encontró un caballo, del otro ni rastro, hasta que debajo de un gran roble, había un gran bulto, era él, estaba tirado, derrotado ante un mal que le había aplacado. Se dejó caer totalmente, cabeza en la tierra, la barriga hinchada y en su cara el reflejo del dolor y la desesperación.
Al avisarme, fui en su busca para ver que sucedía, en la cocina el peque se quedó encargado de la maravillosa repostería que teniamos entre manos y vista la urgencia, lo dejamos sólo ante el disgusto al cuál nos enfrentamos.
Entonces, con calma serena, ya que no era la primera vez que algo así sucedía, me acerqué al lugar donde el caballo estaba tirado, bajo un cielo estrellado y el abrigo de un gran roble. Me quedé mirandole paralizada, con miedo, con incertidumbre, sin saber como actuar al ver la vida del caballo en riesgo, su barriga estaba muy inflamada.
Llamar ya al veterinario al ver que no se movíak ni se levantaba, es lo primero que pasa por la cabeza, ya que estaba muy mal, se quejaba con fuertes movimientos y temblores….
En un momento que mi marido se marchó a buscar algo, me quedé sola frente al caballo, pensando no podía seguir en este estado, paralizada no resolvía nada… sentí que debía reaccionar!!
Así que pedí con todas mis fuerzas a la madre tierra que me ayudase, sabía que El Creador observaba aquel escenario, le pedí a la madre naturaleza, que me hiciese llegar su energía y de esta forma, instintivamente me incliné al lado del caballo, el viento comenzó a mover fuertemente las hojas de las ramas de los árboles, el silencio volvió cuando el viento cesó, una paz inmensa lleno mis pulmones y mis manos actuaron guiadas por el instinto y por la fuerza de la madre naturaleza, comencé sin saber por qué a masajear su barriga y riñones, haciendo círculos, sin parar ni un instante y de repente el caballo reaccionó, comenzó a vaciar el aire que le producía el cólico.
De repente, su intestino parecía volver a su sitio, el caballo comenzó a moverse, sentí la fuerza de la naturaleza en mis manos, aproveché que el caballo se erguía para darle el masaje por el otro costado, la cosa iba bien, avanzamos!!!. Cuando me quedé sin fuerzas para seguir, mi marido aprendió como mover sus manos imitando a las mías y así seguir haciendo lo mismo que yo hacía. El caballo mejoraba, mi marido lo hacía igual que yo, daba resultado, iba recuperando.
Bajo las estrellas y el maravilloso cielo, el viento cesó y el caballo parecía estar mejor, me marché a la cocina para ver como el peque llevaba la repostería, confiaba en que el caballo se curaba.
El peque, que estaba sólo en la cocina durante dos horas que duraría todo esto, se había convertido sin saberlo en un experto en repostería, las galletas tenían un aspecto magnífico y sabían de maravilla. Al poco tiempo, después de sacar las galletas de mantequilla de horno, llegó mi marido y dijo, el caballo se ha curado, yo ya lo sabía, mi instinto me lo había dicho.
Has salvado a el caballo!!!, me dijo, con admiración, y le constesté; no , no he sido yo, ha sido la madre tierra, en ese momento, el peque dijo: sabía que ibas a decir eso! Continué diciéndoles…. sólo he sentido la fuerza de la naturaleza y me dejé guiar por mi instinto.