Revista Cultura y Ocio
Por Mª José Fernández
(a España enferma y hundida)
Ahí viene,
arrastrando soledades, auspiciando dudas;
levantando recuerdos, pleamar del ocaso, crecida de
los adentros inhóspitos,
fluido que te cubre de nostalgia.
La marea de la vida llega para todos;
a veces sin apenas presentirlo ni esperarlo.
Se adentra poco a poco tras ocuparte como densa
niebla y te deja a oscuras, sin luz propia.
Es cuando el alma se resiente, se turba, se cuestiona
soledades infinitas.
Ahí viene, silente, en su asalto pretende
arrastrar tu alegría:
dejando su rastro de atardecer innato.
En esa tarde el canto de los pájaros no será el mismo,
y las mariposas hábiles no trascenderán su espacio
ni ofrecerán diáfanas sonrisas.
La ola viene e invade tú espíritu,
anega tu aliento o espera
al socuello como soledad ingrata
que precisa clavar sus uñas,
zaherirse, arrastrarte con ella por siempre jamás.
Sólo entonces el alma se da cuenta,
abre sus puertas e insinúa
una salida...
Más allá de todo está la del ocaso, encendida.
Es cuando la crecida negra se manifiesta
furiosa, huracanada; pasa en huida, hacia los abismos
siderales de la noche:
y el alma se queda serena, fortalecida, agradeciendo
la batalla de vida, felizmente ganada en libertad.