Por Jorge Garacotche (Canturbe)
Tuve que recurrir a un diccionario para enterarme qué era un mandala, en Villa Crespo no había mandalas, se dibujaban otras cosas. El tema tiene que ver con un mandala de Escher, "Límite del Círculo IV", de 1960. Una vez, por esos días, le pregunté a Spinetta sobre ese mandala y me dijo que tenía alusiones a lo diabólico, que parecían murciélagos y emulaban a ángeles y demonios, me dijo que él mismo dibujaba mandalas y con eso flasheaba porque eran esferas curativas. El tema tiene un riff tan poderoso como pegadizo, me encantaba. El tema tiene sobre el final un extraordinario solo de guitarra, empieza con una y luego suma otra, por ese entonces Spinetta solía usar una Gibson 335 roja y a veces una Fender Stratocaster blanca, dos bellezas totales.Me hace bien recordar estas cosas, me hacen pensar que estuve conectado con buenas energías, con gente maravillosa que nos ayuda a formarnos. Soy un chabón que le debe mucho a los músicos, me han llevado a discos, libros, películas, obras de teatro, ideas disciplinas, corrientes, se encargaron de mostrarme a cada rato el mundo que no aparecía en las escuelas, en el barrio pobre, en la tele ni en la radio. En esto Los Beatles hicieron punta, en especial los maestros Lennon y Harrison. Yo era un pibe común, condenado seguramente a una vida común, ideas normales, y todo lo que nos regala la superficialidad. Desde Liverpool llegó el gran sacudón que acá tuvo en Spinetta a un gran divulgador de todo eso. Muchas de sus palabras me llevaban al diccionario, nombraba artistas o autores que no estaban por ahí, había que preguntar, investigar o comprarse las obras de una, tanto como para conocer.
Qué gran tarea la de los artistas, nada menos que tratar de formar personas mejores, mundos mejores y cielos cercanos, a los cuales uno pueda ascender aunque sea por un rato, por más que esté parado en la puerta de la verdulería del barrio. Los que se tomen el tiempo de leer esto me harán uno de los mejores regalos. Mil gracias, y gracias a "La Mesa Beatles", que sin saberlo, también trae al cielo un cacho más cerca.
Jorge Garacotche