Photo by Dimitri Houtteman on Unsplash
Hacía tiempo que no tenía un bloqueo parecido. He estado casi un mes sin escribir una línea, como si mi cabeza hubiera tirado la toalla. Un tiempo en el que he probado bastantes vinos, pero ninguno me ha impulsado, hasta este, a volver a escribir en la web. Son épocas en la vida en las que parece que todo queda supeditado a una aspiración vital por sobrevivir, frente al deseo tan humano de la búsqueda del placer. En cierto modo, me veo como ese cíclope, hijo de Poseidón, llamado Polifemo, al que Odiseo deja ciego, y que lanza desesperadamente grandes piedras buscando alcanzar en su huida, la barca del griego, cuando es incapaz ya de ver a su enemigo, ni siquiera saber su nombre para maldecirle. La pandemia hace que los vinos nos sepan diferentes. El ánimo, antes a veces esquivo, ahora se encuentra bajo mínimos, ahogado en los posos, y el confinamiento nos hace probar cada vez más vinos en la casi soledad, como si hiciéramos algo malo, algo prohibido o amoral. La hostelería está cerrada, y la mayoría de las noticias alrededor del vino nos llevan, una y otra vez, a la batalla contra ese enemigo invisible, que nos ha cerrado el único ojo, y contra el que aún batallamos desesperadamente a ciegas.
Afortunadamente son rachas, y espero que esta no se alargue más, ya que veo que no soy el único al que la inspiración y Calíope, le han abandonado últimamente, mientras se enfrasca en otras aventuras, y entrando en el bando que no hace mucho, detestaba. Las musas son traicioneras, pero también regalan a veces ese aire fresco que necesitamos respirar, a través de la mascarilla. Tuve que releer algunas de mis primeras entradas para volver a recuperar la razón, la única real por la que escribo en el blog, la que hoy me empuja a volver a darle a la tecla, en frío, sin anestesia. Apuntar los vinos que me han gustado, y que me han inspirado. Confío que estos días negros vayan pasando poco a poco, que pronto acabe esta pesadilla, y podamos volver a brindar, copa con copa, cristal con cristal, como hacíamos no hace tanto tiempo. No sería nada malo poder hacerlo con este vino que hoy os traigo.
La Misión de Menade 2016 está elaborado por Bodegas Menade desde La Seca, y aunque la bodega está dentro de la D.O. Rueda, este vino sale con la contra de Vino de la Tierra de Castilla y León. Para conocer más datos de esta joven bodega (2005) os remito a una visita que hice allí, y de donde salió el vino. Está elaborado con uva verdeja procedente de viñedos centenarios, prefiloxéricos y de pie franco, rebuscada en más de una docena de municipios, y trabajada la vid de forma orgánica, logrando la mínima intervención en el viñedo, utilizando tratamientos con hierbas medicinales y aromáticas, y sus propias levaduras autóctonas. Una vez fermentado, pasa después por barrica francesa de 500 l, y tinos de 5000 l y 10000 l, así como un paso también por tinajas de arcilla, recuperando una elaboración ciertamente ancestral. Tras una crianza de 10 meses, el vino se embotella y se deja reposar dos años antes de salir al mercado. Pasemos a él. Presenta un color amarillo muy pálido, brillante y con destellos acerados y verdosos, con una lágrima fina para sus 13º de alcohol. Buena nariz, intensidad media alta, la madera apenas se nota, toques a hinojo y romero, recordando a la uva verdejo pero con un carácter diferente. Gran entrada en boca, amplio, acidez ajustada y elegante, franco, leve punto cremoso de la barrica, cuerpo medio, largo y con un regusto final que nos lleva a una elegante madera. Gran vino que está mejor con algo de aireación, siendo al segundo día cuando el vino lanzó a la copa todo su potencial. Un blanco vegano y sin gluten que me ha fascinado. Muy recomendable.
R.
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