Hoy llega a nuestras salas la tercera película de Manuel Martín Cuenca, confirmando lo que ya apuntó con "La flaqueza del Bolchevique” su ópera prima y, ahí es nada, la mejor interpretación que en mi humilde opinión, Luis Tosar ha brindado ante una cámara (sí, para mí, incluso, mejor que Malamadre). “La mitad de Óscar” es la obra que confirma que estamos ante uno de los pocos cineastas que trabaja desde Madrid, el corazón la industria cinematográfica española, manteniendo un verdadero sello autorial, insobornable, radical, en definitiva, un estilo inconfundible y personal. Lo dije en su previa y me reafirmé tras asistir a su pase en el pasado Festival de Gijón. Hablamos de una película que como su propio creador ha resumido perfectamente, trata sobre 'amores imposibles'…
y lo hace mediante una mirada cruda, desnuda, despojada de cualquier artificio. La inmensidad de la costa almeriense y la constante presencia de un mar cuyos ecos impregnan de una capacidad sensorial que se contrapone a un relato marcado por un estimulante hermetismo, son los únicos factores externos que se cuelan en la esencia de unos personajes que según avanza el relato se van revelando con una cadencia, un tempo, hipnótico. Quiero descubrir su interior sin pensar conscientemente que lo quiero. Es algo que siento, lo percibo. De forma instintiva, me sumergo en ellos. Si busco culpables, los puedo señalar con el dedo de la mano. Son una sobria realización en la que la utilización de la cámara fija resulta simple y llanamente, excelente, una construcción de personajes extremadamente personal, un tono tan sugestivo como misterioso, una trama que resulta tan oscura y desgarradora como bonita y emotiva. Todo ello rodado con una frontalidad ‘marca de la casa.’
Una vez finalizada la película, tengo la sensación de haber viajado a parajes completamente desconocidos en el cine español, y lo he hecho con un relato duro y dramático, pero ante todo, tremendamente honesto, como vehículo. Lo pienso, lo reposo, e inevitablemente, la película de Martín Cuenca me llevaba a la de "Aurora" de Cristi Puiu (también programada en la sección oficial de Gijón) y a las señas de identidad que marcan esa nueva ola de cine rumano de la que tanto hablamos en filmin. No sólo se asemejan en su forma, sino también en su fondo. Ambas hablan de lo mismo (el amor al prógimo y las consecuencias de su falta) y de la misma forma (planos secuencia, cámara fija, mirada desnuda, personajes herméticos, tempo pausado....). Dos películas que a pesar de ser rodadas en diferentes idiomas, hablan un mismo lenguaje. Ojalá fuera así tambien con ambas cinematografías.
Resumiendo, "La mitad de Óscar" es una joya que bebe directamente del cine de John Ford para narrar con precisión, huyendo siempre del exceso, sin música, partiendo del silencio, una historia cercana, familiar, que se palpa, se siente, desde la percepción, desde las cosas pequeñas. Sin miedo a los tiempos. Sin giros ni esquemas. Una película desnuda que necesita bien poco para calar en el espectador.
Y muchos pensaréis…¿y el argumento? Aquí no tiene cabida. En “La mitad de Óscar,” la trama es algo que merece ser descubierta y percibida por uno mismo.