El mitólogo Joseph Campbell decía que el humano contemporáneo es un ser siniestro. En su pasividad, ha abandonado el camino de la sabiduría. Ha renunciado a indagar el sentido de la vida que transmiten leyendas y mitos, y en su lugar ha decidido revolcarse en el lodo de las evasiones vacías de significado.
Compartía el profesor estadounidense la certeza de muchos de que las escuelas ya no educan, que, simplemente, se limitan a vomitar información. Se ha roto la cuerda con la que bajar al pozo de esa ancestral sabiduría de la que siempre bebieron el resto de civilizaciones pasadas.
Aun así, Campbell siempre conservó la esperanza de que Occidente recuperase eso que se dio en llamar filosofía perenne, y que ésta continuara su evolución hacia una mitología planetaria, sobre todo tras el interés que había comenzado a despertar en la antropología y la psicología:
Esencia del mitoEl mito no es un relato fantasioso. Es un compendio de experiencias directas, donde la metáfora y el símbolo son la mejor manera de transmitir un saber que sólo cobra sentido pleno cuando se vive en primera persona. Se trata de enseñanzas que permiten llevar una vida plena en cualesquiera circunstancias en que uno se pueda ver envuelto. Y esto es así, dice la psicología analítica inaugurada por Jung, porque explican el comportamiento de estructuras psíquicas que no pertenecen al individuo sino que son compartidas por toda la humanidad. Escribe Campbell:
Para Jung, esas estructuras son los "arquetipos del inconsciente colectivo". Colectivo no porque haya una suerte de magia que une a todos los humanos en una noosfera con esencias místicas, sino porque no es el resultado de la simple experiencia individual. Las profundidades de la psique son, según esto, la manifestación del sistema instintivo de la especie, que, como también defiende Campbell, "reside en el cuerpo humano, en su sistema nervioso y en su maravilloso cerebro".
Los mitos encierran, pues, una serie de instrucciones psíquicas en que se origina el comportamiento de los seres humanos de todas las épocas, cada una vestida con sus imágenes propias, formadas con lo que cada cultura percibe del medio. Es el equivalente al instinto animal propio de cada especie:
Esta preparación a que se refiere Campbell es lo que se conoce como el "segundo nacimiento", un suceso propio del héroe mitológico que se da en toda cultura mediante un ritual de iniciación, ya sea bautismo, circuncisión o cualquier otro tipo de prueba física que simboliza la entrada del individuo en un nuevo estadio existencial.
Cuando llega la crisisLos mitos, que son la expresión de lo inconsciente, no pertenecen a la mente racional. Por tanto, no pueden ser interpretados en clave lógica o histórica. Explica Campbell:
El contenido mítico explica los rituales de iniciación. Todo mito encubre una transformación de la conciencia: primero se piensa de una forma determinada común al grupo, pero llega un momento en que la mente descubre nuevos significados sobre la existencia que la hacen trascender los límites de la vida ordinaria, liberándola de los deseos, aversiones y preocupaciones del día a día, y abriéndola a una nueva realidad.
El rechazo de este aspecto de la vida, asegura Campbell, hace imposible el segundo nacimiento necesario para entrar en la vida adulta, y es sustituido por sucedáneos sin contenido explicativo: "Es como si pidiéramos a los jóvenes canguros que permanecieran para siempre en la bolsa de su madre". Surgen así las crisis, sobre todo las de la mediana edad, "cuando la vida empieza a extinguirse sin preparación en una inconsciencia improvisada, y uno se encuentra allí ahogado":
La inmersión en el inconsciente comienza por una sensación de desintegración: "La persona ve al mundo partirse en dos: una de las partes se aleja, mientras él permanece en la otra. Éste es el principio de la crisis y del flujo regresivo". Externamente, el individuo adopta el papel del loco, el tonto avasallado por las circunstancias. Internamente, se manifiesta el sabio, "el héroe escogido para un destino".
El destino del héroeEn una serie de entrevistas para la televisión pública de Estados Unidos, The power of the myth, Campbell definía al héroe como alguien que ha subordinado su vida a un propósito superior que está más allá de los ámbitos de la personalidad. Cada una de las pruebas que ha de superar suponen un paso en el camino del desvanecimiento del ego. No se trata sólo de una aventura, sino del enfrentamiento del individuo con sus demonios interiores, donde se reflejan las fuerzas inevitables que gobiernan la vida desde el inconsciente. Si se las vence, el ser será libre. Si no, vivirá sometido a la corriente de tales poderes y, tarde o temprano, cuando la vida le sea menos favorable, surgirá la crisis y/o la neurosis.
El objetivo final del héroe es lo que el budismo llama nirvana. Se trata de un estado psicológico de la mente, la condición por la que ésta se sitúa en el centro del ser y no se deja azotar por los vientos del deseo y la aversión. El camino hacia ese centro del ser es la meditación, entendida ésta no como una experimentación de sensaciones agradables, sino de sensaciones "reales", es decir, de lo que hay, no de lo que uno quisiera que hubiera.
Determinadas enseñanzas esotéricas relacionan este proceso meditativo con una carta del tarot: la rueda de la fortuna. En ella, criaturas con vestidos humanos giran desesperadas, arrastradas por un movimiento incesante y ajeno a su voluntad.
Conviene recordar aquí que la eternidad no es un "tiempo" extendido, sino la ausencia del mismo. Y eso es lo que representa el eje de la rueda. Desde el no-tiempo, que es el centro del ser, contemplamos los dos lados de la vida con mirada ecuánime, lo positivo y lo negativo, lo bueno y lo malo, entendiendo la impermanencia de tales cualidades, pues no son inherentes a la existencia, sino etiquetas que varían de una época a otra, de una cultura a otra, de un ser humano a otro.
Campbell cuenta la leyenda del samurái que tiene que vengar la muerte de su señor y, en el último momento, envaina su espada y se marcha dejando vivo al asesino. De haberlo matado, habría sido un acto gobernado por la ira y el odio, algo que es absolutamente contrario al código samurái, según el cual un guerrero nunca deberá dejarse llevar por un interés personal al ejecutar una acción.
En esta misma dirección, los mitos de las diferentes culturas dan sentido trascendente a la caza y presentan al cazador como parte del ritual de la naturaleza, de ahí las ceremonias de respeto al animal muerto, a cuya alma se le pide perdón y se le muestra agradecimiento por proporcionar alimento. Nunca se entiende como actividad ociosa o como muestra del dominio de la naturaleza por parte del hombre.
La esencia de todo mito es que existe un mundo invisible sobre el que se apoya el visible. Expresa la relación que existe con lo eterno en un espacio y tiempo concretos. La desconexión del lenguaje mitológico es la ruptura con esa dimensión trascendental y primigenia. Para evitar esta ruptura, es necesario un lugar que sirva de portal simbólico hacia el universo interior.
El lugar sagrado es aquel donde no existe comunicación con el exterior, donde el individuo se encuentra a solas consigo mismo hasta perder la noción del tiempo e incluso del espacio.
La epifaníaTras un largo y duro proceso de olvido de la personalidad, el iniciado experimenta en sí la epifanía, la manifestación del resplandor divino. Se trata de una experiencia por la que no se desea poseer ni se siente aversión alguna, un momento en el que el ser se limita a observar e intuye el leve roce de la eternidad. Tal es el fundamento de la mística cristiana y la contemplación oriental. En esa experiencia, se trasciende toda ética y moral, desaparecen el bien y el mal, lo positivo y lo negativo.
Y entonces, aparece el monstruo que habita en la divinidad, su aspecto destructor que acaba con el mundo, con el espacio y el tiempo, con la personalidad. Sólo así, a través del "fin del mundo", se conoce la infinitud sustancial de la existencia.
Tiene lugar aquí la experiencia de los sublime, algo muy superior a la experiencia de lo bello, algo tan prodigioso que cualquier síntoma de individualidad desaparece y se conoce la fusión con las fuerzas elementales de la naturaleza, a través de una mezcla de fascinación y terror, pues el auténtico viaje al interior del ser obliga a un encuentro con el terror de sentir desaparecer el ego, con el cual pasamos la vida identificados. Por ello, la agonía del ego es agonía del individuo hasta que se trasciende a otro estado en que se pierde esa identificación, como en el ejemplo del samurái.
El resultado de ese encuentro con lo terrible encuentra buen ejemplo en el Jesús crucificado y trascendido en Cristo: el aspecto "divino" del ser manifestado plenamente en la materia, cuando placer y sufrimiento carecen de todo valor y dejan de afectar a la conciencia.
Es entonces cuando se alcanza el centro del círculo, el eje de la rueda, el punto estático desde el que se contempla el movimiento de la noria sin participar del mismo. Volviendo al tarot, la escritora junguiana Sallie Nichols dice:
Sea cual sea el poder que domina la Rueda de la Fortuna, es evidentemente amoral. Guarda poca relación con la justicia. Nos recuerda a aquel bufón que se burla de la autoridad del Rey al llevar puesta su corona.Esa criatura oscura con su dorada corona está sentada sobre una plataforma, encima de la Rueda, separado de la actividad de ésta. A pesar de que el monstruo guarda la Rueda, no le proporciona fuerza motriz. Las dos criaturas desesperadas de la pareja son las que le proveen de energía.( Jung y el Tarot)
La figura del payaso o embaucador, que parodia a la autoridad con su falsa corona, se ha utilizado a lo largo de la historia para referirse a los mensajeros de los dioses y guardianes de las puertas al más allá. Esta figura permite al humano traspasar su obsesión por la forma y alcanzar la esencia última a través de su imagen grotesca, en lugar de quedarse atrapado por la figura imponente de un dios solemne todopoderoso.
El locoEntre las tribus nativas norteamericanas, el payaso sagrado tenía la misión de interrumpir los rituales del chamán con actos grotescos y provocar la risa en medio de las ceremonias. Su mensaje no contenía el desprestigio de su religión, sino todo lo contrario: obligaba al pueblo a desapegarse de los ritos y manifestaciones externas de la espiritualidad cuando las formas se hacían más importantes que el significado profundo.
El payaso sagrado hace ver las cosas de una manera muy diferente a la establecida. Va más allá de la parafernalia y se acerca, así, a los misterios invisibles que se esconden tras la simbología del chamán. Los símbolos, al fin y al cabo, no dejan de ser intentos por expresar en el espacio-tiempo algo que los supera y que no puede ser transmitido en su plenitud. El payaso, o el loco, se encarga de recordarle al hombre la arbitrariedad e impermanencia de cualquier sistema social.
El heyoka, como representante del Pájaro del Trueno y Estafador, recuerda a su gente que la energía primordial de la naturaleza está más allá del bien y el mal, que no corresponde a categorías humanas, que no siempre sigue nuestras preconcepciones de lo que es esperado y apropiado, que no se preocupa por nuestros infortunios humanos y preocupaciones.
Los bufones, embaucadores o pícaros, logran que la conciencia alcance territorios que otros héroes no consiguen a pesar de su perfección. Con sus actos desordenados causan terror pero también mueven a la risa, mediante la cual se pueden dar algunos pasos más en los reinos del miedo. Interrumpen el orden establecido por los hombres y eliminan el último estado en que sostiene la personalidad: la moral, la tendencia a deshacer el punto de equilibrio e inclinar la balanza hacia el aspecto considerado positivo.
En el mundo de la moral humana, es inevitable que el péndulo que ha sido llevado a uno de sus extremos inicie un movimiento en busca del equilibrio, por lo que la inercia le obligará a tocar el lado negativo hasta que cese todo movimiento.
Tal es el mensaje de la carta número diez del tarot: mientras el individuo no se dé cuenta de que el apego hacia lo que considera Bien es una trampa por la que se alimenta el inevitable movimiento hacia el Mal, estará atrapado en la Rueda de la Fortuna. El mundo, según los mitos, existe sólo porque las fuerzas contrarias se sostienen en equilibrio. Lo racional es compensado por lo irracional.
Este equilibrio es proporcionado por el embaucador, el bufón, el loco, por aquel que participa de ambas naturalezas, humana y divina. En todos sus aspectos, representa la ambigüedad: es tonto pero también astuto, gracioso pero cruel, provoca el caos pero también genera el orden. Es el responsable de los cambios en el mundo.
Desde la perspectiva junguiana, el arquetipo del embaucador, mago o estafador simboliza la fuerza de la incertidumbre, de lo inesperado que surge para atentar contra el orden establecido y darle la vuelta.
Los payasos sagrados personifican la fuerza del humor, del grotesco, de todo aquello que nos permite ver más allá de lo que nos está permitido ver a simple vista. Aquello que nos permite enfrentar, desde las contradicciones y la muy humana ambigüedad, los aspectos más aterradores y/o secretos de la vida misma.Represión del arquetipo
Son los únicos que han llegado a conocerse a sí mismos porque se han asumido en todas sus contradicciones. Son quienes aceptan de la vida tanto el lado oscuro como el claro, quienes se han enfrentado con lo inconfesable y por eso mismo pueden permitirse todos los desmanes. Hasta las últimas consecuencias. Hasta volverse peligrosos, y no sólo porque se puede también morir de risa sino porque todo acceso al conocimiento, por oblicuo que sea, representa una amenaza. Pero una amenaza que salva.Un Payaso se convierte en Sagrado abriéndose a sí mismo. Como un niño, está vulnerable, fluido, y abierto a la Fuerza de Vida. A diferencia de un niño, sin embargo, ha aprendido a protegerse y moverse sin peligro por un mundo demente usando máscaras, disfraces, bromas y transformaciones. En un mundo sano, podría arriesgarse a exponerse algo más.
Es en la sociedad actual donde esta figura del loco está más oscurecida y reprimida. En otras culturas, siempre fue parte integrante de la comunidad. En la nuestra, hasta hace relativamente poco siempre existió "el tonto del pueblo", eximido de responsabilidades y ridiculizado permanentemente, pero a la postre cuidado y mantenido por todos.
El inicio de la mentalidad capitalista, en la condena del tiempo ocioso y en la valoración del ser humano en términos de utilidad económica, será el que encierre al loco en instituciones y lo aleje de su comunidad.
En el pasado, al igual que ocurría con la "deformación" mental, las deformidades del cuerpo también se veían como señales divinas, al exigir de enanos y jorobados una experiencia vital cargada de obstáculos que les obligaban a desarrollar cualidades internas que, de otro modo, nadie se molestaría en indagar:
Excluidos por su deformidad física de los intereses y actividades de la mayoría de las personas, a través del sufrimiento y de su soledad estas gentes se vieron forzadas a encontrar recursos en su propio interior. La ironía del payaso triste ha sido tema de grandes obras de arte, como el lienzo de Picasso, el de Rouault y también en el escenario, Rigoletto y Pagliacci, pero en ningún sitio ha sido tan admirablemente descrita la dignidad humana y la capacidad del espíritu de trascender el sufrimiento como en Don Sebastián de Morra, de Velázquez.El Loco, sea como bufón, como payaso de circo o como tramposo, es siempre un ser solitario y triste que está alejado del cotilleo anónimo que disfruta del mundo que le rodea.( Jung y el Tarot)
El arquetipo del embaucador es una de las manifestaciones más primitivas de la psique, la expresión de una conciencia indiferenciada. En su variante positiva, es una fuente de creatividad y amplitud de miras para actuar desde nuevas formas que contribuyan a nuestra evolución. Desde su vertiente negativa, el embaucador es la sombra del niño divino: el puer aeternus bloqueado en su desarrollo por el complejo maternal. Sallie Nichols lo identifica con el flautista de Hamelin:
La curiosidad y astucia del embaucador es la que inicia el proceso de individuación al hacernos superar el miedo a la terrible aventura que es el descubrimiento de lo inconsciente, "pero con él estamos siempre tentados de quedarnos vagando por los aledaños".
El lado oscuro de la DiosaPara entender este vagar por la periferia, sin llegar al auténtico centro del ser, volvamos a la Rueda de la Fortuna según la explica Nichols:
Tradicionalmente es labor del Héroe liberar a las desesperadas víctimas del monstruo destino, liberándolas del cautiverio sin matarlas ni lesionarlas, pues las dos son necesarias para mantener la Rueda en movimiento. Traduciéndolo a un lenguaje más psicológico, es labor de cualquier ser que va en busca de autoconocimiento liberar las energías animales atrapadas previamente en el círculo repetitivo de los instintos de manera que esta libido se pueda utilizar de manera más consciente. El primer paso en esta dirección es enfrentarse con la oscura criatura que está sentada sobre la Rueda, quien tiene atrapadas a estas dos bestias esclavizadas.Al igual que los dragones o animales mitológicos encargados de guardar un tesoro de logro difícil, estas criaturas son un conglomerado monstruoso de partes bestiales que representan una odiosa aberración del orden natural. Quizá quiere simbolizar el caos preexistente a la creación. [...] De hecho, es una esfinge. [...] La esfinge egipcia es un símbolo masculino asociado al dios solar Horus, mientras que la esfinge aquí dibujada tiene apariencia femenina, similar a la esfinge de la mitología griega que representa el principio de la madre negativa.[...] Podemos ver a la criatura sentada encima de la rueda como la parodia de la Emperatriz.( Jung y el Tarot)
La esfinge como lado sombrío de la Madre aparece en el mito de Edipo. Abusaremos del texto de Nichols una vez más:
El centro de la rueda de la fortuna es la ley universal, el principio eterno. El borde exterior es la manifestación de ese centro en innumerables aspectos individuales e impermanentes.
EsquizofreniaEn Los mitos, su impacto en el mundo actual, Campbell cuenta la sorpresa que se llevó al comprobar que las imágenes que aparecían en los sueños y fantasías de pacientes esquizofrénicos se correspondían con las figuras simbólicas comunes a todas las mitologías. Esto lleva a pensar que el loco es un individuo que, perdido su contacto con la sociedad, se sumerge en un viaje interior que culmina en el inconsciente colectivo, más allá del subconsciente personal y los motivos simbólicos relacionados con la propia vida del sujeto:
En pocas palabras: la característica usual es, en primer lugar, una ruptura o partida del orden social local y del contexto; luego, una larga y profunda retirada interior y hacia atrás, hacia atrás, como en el tiempo, e interior y profunda en la psique; una serie caótica de encuentros en ese ámbito de oscuras y aterradoras experiencias, y (si la víctima es afortunada) encuentros presentes que vuelven a centrar, colmando, armonizando y otorgando nuevo vigor; y finalmente, en estos casos afortunados, un viaje de regreso y renacimiento a la vida. Y ésa es también la fórmula universal del viaje mitológico del héroe, que describí en mi propio estudio: 1) separación, 2) iniciación, y 3) regreso.
Los pacientes se encuentran en una situación de aislamiento tal que las imágenes filtradas por su conciencia han alcanzado el territorio de lo universal y primigenio.
Los arquetipos son expresiones de una biología heredada, común a la especie, frente a las memorias personales reprimidas que forman el inconsciente personal, abastecido por miedos y frustraciones de la biografía del individuo y de los condicionamientos sociales: "Gran parte de nuestros sueños y dificultades cotidianas derivan, claro está, de esta última; pero en la inmersión esquizofrénica se desciende hasta la "colectiva", y la imaginería que allí se experimenta es sobre todo del orden de los arquetipos del mito.
En ese viaje, aparece inevitablemente el horror. Cuando se desprenden las capas de lo social, los velos de la civilización que protegen al individuo de su naturaleza primera, surge el monstruo al que todo héroe se ve obligado a enfrentar. De fracasar en el intento por controlar las fuerzas caóticas representadas por el loco, éstas se hacen con el control de la existencia, como tan brillantemente supo reflejar Conrad en El corazón de las tinieblas, la novela sobre la que se elevó la película de Francis Ford Coppola, Apocalipsis Now.
El chamán es una persona (masculina o femenina) que en su tierna adolescencia pasó a través de una grave crisis psicológica, lo que actualmente se llamaría una psicosis.[...] La única sabiduría verdadera, dijo Igjugarjuk, vive lejos de la humanidad, en la gran soledad, y sólo puede ser alcanzada mediante el sufrimiento. Sólo la privación y el sufrimiento abren la mente de un hombre a todo lo que permanece escondido para los demás.( Los mitos, su impacto en el mundo actual)
Campbell se hace eco de los estudios del doctor Siverman, que distinguía entre esquizofrenia esencial y esquizofrenia paranoica:
...y sólo es en la esquizofrenia esencial donde aparecen las analogías con lo que hemos denominado "la crisis del chamán". En la esquizofrenia esencial, el rasgo característico es una retirada de los impactos de experiencia en el mundo exterior. Existe poca preocupación y atención al respecto. El mundo objeto cae y se aleja, la persona se ve invadida y sobrepasada por el inconsciente. Por otro lado, en la "esquizofrenia paranoica", la persona permanece alerta y extremadamente sensible al mundo y sus acontecimientos, interpretándolo todo, sin embargo, en términos de sus propias fantasías, miedos y terrores proyectados, y con una sensación de estar en peligro a causa de asaltos.¿No pareciera que nuestro mundo estuviera afectado por esta última esquizofrenia?
La diferencia entre el chamán y el esquizofrénico de nuestro mundo es que el primero concilia su mundo interno con la realidad social de su comunidad, la cual hace propio su sistema simbólico, mientras que el segundo está "perdido y aterrorizado por las quimeras de su propia imaginación, a la que es totalmente extraño", pues el sistema simbólico en que vive interiormente ha sido rechazado por el sistema social en que ha sido educado y en el que se desarrolla su experiencia vital:
El místico, dotado con talentos nativos para esta clase de cosas y siguiendo, paso a paso, la enseñanza de un maestro, penetra en las aguas y se da cuenta de que puede nadar; mientras que el esquizofrénico, sin preparar, sin guía y poco dotado, ha caído o se ha sumergido intencionalmente y se ahoga.Final( Los mitos, su impacto en el mundo actual)
La primera noble verdad del budismo es que toda vida es sufrimiento. Aquí, Campbell llama la atención sobre lo importante:
La liberación del sufrimiento, sigue Campbell, es el nirvana:
La figura del liberado, o iluminado, aparece en el arte indio siempre bajo forma masculina; en el Lejano Oriente, por el contrario lo hace bajo la forma de la diosa china de la misericordia, Kuan Yin (Kannon, en japonés), pues un ser de estas características trasciende los límites de sexo, y bajo forma femenina seguramente resulta más cercano a la misericordia que la masculina.
La historia budista sobre Avalokiteshvara tiene mucho en común con la interpretación que los rosacruces hacen del misterio del Gólgota:
Para la filosofía rosacruz, la muerte de Jesús es el sacrificio para que la energía crística permanezca en la Tierra, de manera que sea posible acceder a ella tras el proceso de desarrollo espiritual adecuado y manifestarla desde el interior del individuo.
Y aquí volvemos al arquetipo del que hemos venido hablando: el loco es esa encarnación de la divinidad, la cual actúa a través del ser una vez que éste se ha despojado de su ego y sentido de la personalidad: en la Kabbalah, la letra shin es la usada para referirse a la carta del tarot referida al tonto, al humano que ha trascendido los límites de la materia y ha entrado en contacto con lo eterno y universal; precisamente, el nombre hebreo de Jesús se habría formado por la inclusión de esta letra shin en el Tetragramatón con que los cabalistas se refieren a Dios: YHVH-YHSVH (YeHoVaH- YeHSUaH), lo cual vendría a representar, según esto, que lo encarnado se ha imbuido de lo divino, se ha convertido en su vehículo.
Algo que, por cierto, parecieron tener presente algunos de los santos del cristianismo, cuya actitud ante la religión les hizo encadenar una tradición a la que suele referirse como la del "tonto en Cristo", o de los "santos locos".
Encontramos aquí una explicación del sufrimiento como única manera de disolver el ego. "Gracias, Padre, por traerme donde yo no quería", dice el Jesús místico del griego Nikos Kazantzakis en La última tentación de Cristo. Pero un ejemplo universal donde los haya se encuentra en el viaje del héroe de La Odisea. Toda la aventura es una sucesión de infortunios que van convirtiendo al guerrero Odiseo/Ulises en un ser humillado tras cada prueba a que debe enfrentarse, hasta culminar su regreso a casa y reconvertirse en amante esposo de Penélope y padre de Telémaco.
La psiquiatría, dice la psicología analítica, se ha equivocado al intentar curar los síntomas del viaje, cuando lo que en realidad debe hacer es acompañar al "héroe" y proporcionarle, como Zeus a Odiseo, la ayuda para que llegue a buen puerto.
Al coartar el viaje, la sociedad se vuelve, cada día que pasa, un poco más neurótica.