Editorial Anagrama. 228 páginas.
1ª edición de 2012.
Leí buenas críticas en internet
de esta novela de Luisgé Martín
(Madrid, 1962). Sobre todo recuerdo la de El
Lector Malherido, que señalaba a La mujer de sombra como una de las
mejores novelas españolas que se publicaron en 2012. También mi amigo Federico Guzmán se mostró bastante
entusiasmado tras su lectura; así que al verla en febrero de 2013 en la Cuesta
de Moyano, a la mitad del que debía ser su precio de librería, decidí
comprarla. No la he leído hasta el último diciembre, y he decidido comenzar el
2014 con el propósito de no sucumbir a estas comprar impulsivas. Si compro
algún libro lo hago para leerlo de forma inmediata, no para acumularlo (a ver
cuánto dura mi propósito).
La novela de Luisgé Martín
explora los recovecos del sexo y de la identidad; y aunque según el anunciado
anterior puede parecer que hablamos de dos ideas, en realidad se trata de una
sola: la novela de Luisgé Martín explora cómo nuestra identidad está ligada a
nuestra forma de entender el sexo. El protagonista principal, Eusebio, se
enamora de la que ha sido la amante de su amigo Guillermo. Ella (Julia o
Marcia: casi todos los personajes de este libro tienen dos nombres, lo que
simboliza la dicotomía entre la vida que los demás saben de ellos y su vida más
íntima) desconoce que Eusebio es (o fue, más bien) amigo de Guillermo y que
éste le ha hablado a Eusebio de la relación sadomasoquista que ha mantenido con
Marcia. Julia, para Eusebio, se comporta de una forma totalmente diferente a
como supone Eusebio que lo hacía con su amigo. Con Guillermo, la actual pareja
de Eusebio era Marcia, una mujer interesada en el sexo sadomasoquista, y con
Eusebio la misma mujer es Julia, una agradable mujer que parece amarle de una
forma convencional.
La vida de Eusebio empezará a
desmoronarse al no poder comprender qué parte de Marcia aún esconde Julia. “La
verdadera sustancia de la vida es la superficie, su apariencia”, se afirma en
la página 164; pero dos páginas después nos encontramos con esta afirmación que
contradice a la anterior: “La médula de la vida no es su superficie o su
apariencia. La médula de la vida sólo puede hallarse en sus arcanos, en lo
oscuro, en lo que nadie ve nunca: la pureza”. ¿Dónde se encuentra la esencia de
la vida, la esencia de los otros, parece preguntarse Eusebio, en lo que conocen
de ellos, en lo que muestran al mundo o en lo que ocultan, en lo que está ahí,
en su inconsciente, pero que rara vez dejan que los demás puedan verlo?
Y la pregunta anterior supone la
tesis argumental de Luisgé Martín a la hora de escribir La mujer de sombra, una novela esencialmente de ideas.
En su búsqueda de la esencia de
las personas, en la esencia de las pulsiones sexuales que conforman a las
personas, o en su búsqueda de Marcia, Eusebio va a indagar en los más oscuros
recovecos de internet. Allí, en foros de intercambio sexual, se va a encontrar
con multitud de perversiones: mujeres que mantienen relaciones sexuales con
animales, jóvenes que empezaron en la prostitución empujados por sus padres,
padres que mantienen relaciones sexuales con sus hijos menores...
“La maravilla surge de la
amalgama, de la mezcla de las dos sustancias. Marcia y Julia. La misma mujer.
Ésa es la verdadera fascinación, el deslumbramiento: saber cómo se comportan a
la luz del día los seres aberrantes, cómo se disfrazan. Ver la bondad de los
vampiros y la ternura de los monstruos”, leemos en la página 173.
Eusebio va a arrastrarnos a un
viaje al fondo de la conciencia al ir aumentando su interés por la vida cotidiana
de los monstruos que conoce a través de internet, mientras trata de desentrañar
el misterio de la mujer con la que convive, aunque él quiere averiguar quién es
ella sin enfrentar nunca directamente a Julia a lo que él sabe: él quiere
descubrirla sin que sepa que es él quien la descubre.
La prosa de La mujer de sombra es certera y contenida. Los temas de los que
trata, de tan incómodos, son profundamente literarios; existencialistas,
incluso: ¿son realmente los otros el infierno como afirmaba Jean Paul Sartre?
En todo caso, hay un tema de esta
novela sobre el que me gustaría hablar: aunque la he leído con interés, y la
búsqueda metafísica de la mujer con la que duerme el protagonista me parece de
un planteamiento acertado, así como su búsqueda de la ternura de los monstruos,
en algún momento me estaba pareciendo leer una novela de ciencia ficción
distópica: en el Madrid de Luisgé Martín, que ha de ser un Madrid del periodo
comprendido entre 2008-2012 (si tenemos en cuenta que la novela se publicó en
2012 y que probablemente su autor no tenga muchos problemas para publicar,
estará escrita uno o dos años antes de ser publicada), nunca parece que haya
existido (o esté existiendo) una crisis económica. Eusebio es huérfano y ha
heredado una gran fortuna de sus padres, lo que le permite trabajar sólo si le
apetece: así, trabaja en una revista como crítico de cine, o después haciendo
fotos comerciales... Y lo deja cuando le viene en gana, puede cambiar de sector
laboral casi a su antojo. En sus trabajos no parece tener que competir contra
jóvenes con dos títulos universitarios y un máster, y dispuestos a trabajar por
un sueldo mensual cercano a los cero euros, como ocurre en el Madrid que yo
conozco. Cuando Eusebio deja un trabajo suele emprender un viaje a algún lugar
recóndito: Bangkok o el Tíbet; y la descripción de estos lugares me acercaba
tanto a ellos como las descripciones de las calles de Madrid. La mujer de sombra parece ser una novela
que transcurre en la mente del escritor y se dibuja así en la mente del lector,
desubicada casi de elementos reales. Posiblemente la aspiración de Luisgé
Martín no sea la de alcanzar la verosimilitud narrativa, ni pretenda en ningún
caso imitar a la vida ni realizar un cuadro costumbrista. Pero estos detalles,
que en la mayoría de los casos detecto más en el cine que en la literatura,
contribuyen a que pierda interés en la lectura o en el visionado de la película.
Es como si el escritor o el director trabajara con una idea en mente (que en La mujer de sombra sería analizar qué
parte de nosotros es más real, la que mostramos a los demás o la que no) y para
mostrarla se olvidara de la realidad; o pensara que la realidad no debería ser
un obstáculo en su búsqueda de la verdad
esencial.
Así que La mujer de sombra me ha parecido una buena novela, con un
planteamiento transgresor e interesante, pero en algún momento he encontrado
que la fuerza de la búsqueda metafísica que plantea lleva al autor a olvidar
los parámetros de lo real sobre los que debería estar construida su historia,
acercándose a unos personajes más empeñados en representar una idea que a una
persona con sus decepciones, sus cansancios, sus heridas, sus miserias
cotidianas...