En alguna ocasión, Nasrudín conversaba con los amigos en la casa del té y les contaba de cómo había emprendido un largo viaje para encontrar a "la mujer perfecta" con quien casarse y les decía:
- Viajé a Bagdad, después de un tiempo encontré a una mujer formidable, atenta, inteligente, culta y de una gran personalidad.
-¿Y por qué no te casaste con ella? -Le preguntaron los amigos.
-¡No era perfecta! -Respondió Nasrudín
-Después me fui a el Cairo, allí conocí a otra mujer ciertamente fabulosa, hermosa, sensible, delicada, tierna y cariñosa.
-¿Y por qué no te casaste con ella? -Le volvieron a preguntar los amigos.
-¡No era perfecta! -Respondió nuevamente Nasrudín.
-Entonces viajé a Samarcanda, allí por fin encontré a la mujer de mis sueños, hermosa e inteligente, sensible, culta, delicada, cariñosa, trabajadora y con tantas virtudes y atributos que ella era "la mujer perfecta".
-Pero amigo, hemos notado que tampoco te casaste con ella. -Le dijeron los amigos.
-Es que ella también buscaba a "el hombre perfecto".
FIN
No se puede pedir lo que no se da. ¿Verdad? Pero también en la medida que seamos conscientes de que todos somos perfectos tal como somos, dejaremos de andar buscando la perfección en los demás, como cuando vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga que tenemos en frente, en ese sentido, la perfección no se busca en el otro, sino en uno mismo.
Este cuento lo encontré hace algunos años en un sitio de Internet que desafortunadamente ya no está disponible. Sin embargo, el cuento sigue siendo publicado en otros sitios. La versión que aquí les presento tiene algunas modificaciones que le he venido haciendo con el paso del tiempo, pues al narrarlo en repetidas ocasiones le he encontrando otras palabras o frases que me acomodan mejor para la interpretación.
https://drive.google.com/file/d/0B3qMrxnKJ_HKYzQzQTBmeDlxMGs/view?usp=sharingHoja para descarga: