Todo esto es lo que nuestra historia nos revela. Hace más de 300 mil años, los primeros homínidos ya daban señales de expresión musical, tanto a través de sonidos vocálicos como con instrumentos de madera, hueso o piedra. El proceso de producción musical se volvió cada vez más complejo y el sentido de la música se tornó tan importante que ésta se convirtió en un instrumento de multiuso para toda clase de actividades, ritos y expresiones artísticas y emocionales. Basta contemplar la relación entre la arquitectura de templos rituales (catedrales, iglesias, capillas, templos, etc.) para su mejor acústica sonora para tener cierta idea de la íntima relación entre la música y los aspectos más íntimos de la conciencia humana, desde el inicio de los tiempos.
El "espíritu de la música" está inmerso en todas las culturas. Hay gran diversidad de grupos y subgrupos de creencias, pensamientos, conceptos, ideas, ritos y actitudes de naturaleza mística que incluyen manifestaciones musicales. Son usadas como puente entre la estructura mental y los estados emocionales (espirituales) de las personas en casi todo lo relacionado con el comportamiento humano.
La música es un magnífico punto de referencia para que los seres humanos nos identifiquemos ampliamente en sociedades y particularmente en individuos. Cada punto geográfico, histórico, social y psicológico tiene su particularidad musical, la cual está fuertemente ligada a su idiosincrasia y/o personalidad. No se puede separar la música de la ideología -o espiritualidad- que la fundamenta.
Se pueden mencionar algunas facetas religiosas de la música:
"De todas las artes, la música es la más difícil de definir con palabras aunque sabemos que nos acompaña desde la cuna (con las nanas) hasta la tumba (con los réquiems); podemos decir que altera nuestro ánimo, consolándonos, o exaltándonos; que cura nuestro cuerpo, como demuestran las vigentes técnicas de la musicoterapia; y que forma parte en muchas formas de nuestra condición humana así como el lenguaje, la risa y el llanto".Schwarzer, 1998
Cada cultura alrededor del mundo posee su propia música (es más, si hablamos de la fuerte relación entre el lenguaje y la música, nos daremos cuenta que van encauzados a la par y son mucho más cercanos el uno del otro de lo que pensamos; pero no entraré al tema del lenguaje esta vez) y ésta a su vez refleja su peculiaridad. Por ejemplo, en Brasil, la samba refleja la alegría de su gente. En Cuba, la salsa muestra que los cubanos son gente vivaz y alborozada. El techno-dance, un tipo de música más contemporánea, manifiesta la diversidad cultural liberal que existe en Holanda. Así hay miles de ejemplos en cada país y zona del mundo.
Toda tribu urbana o movimiento ideológico juvenil se establecen en base a ciertos signos característicos: estética, algunos principios éticos más o menos esbozados, pero principalmente unos gustos musicales bien definidos. La generación beat bailó a ritmo de jazz, el movimiento hippie escuchó el folk y el rock sesentero en festivales como Woodstock, los góticos y emos se estremecen con cantos oscuros. Y éstos son solo algunos ejemplos. Músicas que marcaron una generación, o músicas que un movimiento social juvenil revolucionario hizo suyas.
De este mismo modo, la música refleja la personalidad de la gente de acuerdo a la época en que ésta ha vivido. Por ejemplo, en tiempos prehistóricos, la música tenía un sentido religioso, ya que la vida de la gente se basaba en mitos y leyendas acerca de fenómenos naturales a los cuales el hombre era muy devoto. Más adelante, en los auges de los imperios mesopotámico y babilónico, la música tomó un carácter más placentero debido a que la gente de la época era muy secular, quizás tan secular como la gente actual. Durante el auge de los pueblos griegos y el Imperio Romano, la música se diversificó y tomó varias formas, de las cuales se destacan la música épica y la música de guerra que, nuevamente, reflejan la mentalidad de la gente de ese período. Más tarde, durante el renacimiento, el auge expresivo e intelectual formó la célebre música clásica, que hasta hoy en día prevalece con máximo reconocimiento como el género más culto y armonioso de la música.
Dentro de la vida del individuo, la música tiene su mayor esplendor durante la adolescencia.
Independiente de las razones culturales, es en este período cuando el cuerpo en forma física y psicológica experimenta cambios que tienen como objetivo llegar a una forma adulta definida. De este modo nos podemos dar cuenta de que claramente la música se refleja nuevamente como la principal manifestación de expresión, identificación y personalidad. Se estima que el 72% de las bandas y artistas modernos en los Estados Unidos comenzaron tocando entre los 15 y 20 años y que el 89% de sus fans parten entre los 12 y 18 años de edad (Fed Stats).
La mayor parte de personas siguen fieles a los estilos musicales que escuchaban entre los 14 y los 26 años de edad, y esto ocurre debido a que la juventud marca nuestras identidades, que ya no serán tan plásticas durante el resto de nuestra vida.
La música contemporánea ha tenido una rápida y fulminante evolución después del comienzo de la revolución industrial, época en la cual nació el jazz, que se aceleró más aún después del fin de la II Guerra Mundial. Actualmente, el rock and roll y el pop son los géneros más comunes; no obstante, estos mismos tienen una amplia gama de subgéneros que los diferencian increíblemente en sus sonidos. Dentro de estos dos géneros podemos clasificar las distintas tendencias psicológicas, socioculturales, etáreas, místicas y políticas, entre otras, de la sociedad moderna de occidente. Mientras la música pop se caracteriza por complacer los grandes gustos y modas de las masas, el rock and roll tiene un sentido más musical y personal, que se puede notar en sus contradictorias modalidades.
Personalidad: un concepto complejo y multicausal
El estado psíquico es apriorístico, y a partir de éste cada individuo se deja conquistar por aquella música que encaja con su personalidad. En ocasiones, escuchar una música con melodías o letras deprimentes a oídos de alguien no quiere decir que sea un factor detonante para deprimir a muchos de sus oyentes, sino que, al contrario, en ocasiones este tipo de músicas ayudan a superar momentos bajos de ánimo.
El rock and roll y el pop tienen decenas de subgéneros, cada uno de los cuales tiene una fuerte relación con la personalidad, ya sea por la forma en que fue creada la música, es decir, la personalidad de los artistas que la producen; por el mensaje que entregan, que tiene relación con la personalidad de quien la escucha; o por el efecto psicológico de su sonido, que tiene que ver con la personalidad de todos sus adeptos (es decir, de quienes hacen la música y de quienes la escuchan).
No obstante, la música no explica completamente nuestra manera de ser, sino que usamos la música para vernos identificados con las posturas vitales y políticas que consideramos más validas, pero no existe una vinculación estrecha o exacta entre esa identificación y nuestras acciones. Pongamos un ejemplo: la estética dura y la violencia que rodea al heavy metal no corresponde a la personalidad de sus seguidores: gran parte de ellos son personas amables, pacíficas e incluso con una tendencia hacia la introversión. Un artículo recientemente publicado en la revista "Frontiers in Human Neuroscience" sugiere que, lejos de transformar en bestias furiosas a todos sus oyentes, estos géneros musicales podrían ayudarlos a regular sus emociones y a favorecer la aparición de emociones y estados de ánimo positivos.
Así, muchas veces hablamos más de clichés que de personalidades reales.
Tomando los datos trazados por un estudio efectuado en la Universidad de Heriot-Watt, mediante una encuesta que fue contestada por 37.000 personas en todo el mundo a través de internet (North, A.C. & Hargreaves, D.J., 2005) donde se ha pretendido analizar la relación entre la forma de pensar de cada individuo y sus gustos musicales.
Los encuestados definieron sus preferencias respecto a más de 100 estilos musicales (de la música clásica pasando por el soul) que en teoría eran el reflejo de sus rasgos de personalidad. Esos rasgos eran, por ejemplo: autoestima baja o alta, carácter creativo/no creativo, introvertido/extrovertido, dócil/agresivo, trabajador o vago.
Otra investigación llevada a cabo en la Universidad de Queensland, Australia, liderada por F. Baker y W. Bor (2008), dan respaldo a las conclusiones anteriores, descartando de este modo que la música o el estilo musical juegue un papel causal en el comportamiento antisocial, por ejemplo. Sí sugieren, no obstante, que la identificación con un estilo musical es un indicador de vulnerabilidad emocional.
En ocasiones, escuchar una música con melodías o letras deprimentes a oídos de alguien no quiere decir que sea un factor detonante para deprimir a muchos de sus oyentes, sino que, al contrario, en ocasiones este tipo de músicas ayudan a superar momentos bajos de ánimo. Muchas veces se relaciona la música extrema con representaciones de violencia, pero según algunas investigaciones, la música no sirve para inducir a estados emocionales extremos, sino que suele ser utilizada para regular las emociones y devolver un cierto equilibrio emocional al organismo. El artículo publicado en Frontiers in Human Neuroscience refuerza esta última hipótesis.
Así lo narra el científico Christopher Drösser en su libro "La seducción de la música":
Otorguemos mayor o menor grado de credibilidad al estudio, lo cierto es que al vincular estilo musical con personalidad caemos en generalizaciones e imprecisiones. Si así obrásemos, estaríamos jugando en un terreno de demagogia barata y usaríamos los prejuicios que imponen los medios de comunicación y las series juveniles de televisión.A partir de la encuesta se podría destacar que la personalidad de los aficionados al heavy metal es muy parecida a los aficionados a la música clásica, aunque su estudio sí matiza que los segundos tienen una autoestima mayor que los primeros, de promedio. Entonces, a pesar de que los estilos musicales difieran en sumo grado, por no hablar de los ropajes que cada estilo musical propone, los clásicos y los melenudos podrían categorizarse dentro del mismo perfil psicológico.
¿Eres lo que escuchas?
Otro grupo de psicólogos de la Universidad de Cambridge ha elaborado un estudio que confirma que la predilección musical viene determinada por los rasgos de personalidad.
Los resultados del informe determinan que las personas en las que prima la empatía disfrutan más de los estilos musicales suaves, como el blues, el jazz y el country.
Estas conclusiones no contradicen a las derivadas de otros estudios previos sobre el tema que catalogan a cada persona en función de sus gustos musicales. La versatilidad y la ausencia de barreras mentales se relaciona con el blues, el jazz y la música clásica. Las personas extrovertidas, que disfrutan estando rodeadas de gente, preferirán el pop, el funk y todos aquellas corrientes melódicas que les permitan bailar sin parar.
Por su parte, Samuel Gosling y Peter Rentfrow, pertenecientes a la Universidad de Texas, distinguen 4 categorías en las que agrupar el contexto musical y en los cuales se identifica el bruto poblacional.
Así, los seguidores de la música clásica, el blues, jazz y soul se caracterizan por su solidez emocional y, tal como afirmaban los investigadores de Cambridge, suelen ser tolerantes y abiertos de mente. Los fans del country y del pop se revelan como individuos más extrovertidos. Disfrutan de una intensa vida social y de las aglomeraciones de gente pero curiosamente, sus habilidades verbales no están excesivamente desarrolladas.
El rock y el heavy metal se identifican con cierto grado de rebeldía y varias veces impulsividad, confían firmemente en su inteligencia. Los amantes del soul, el funk y el hip-hop, así como de la música electrónica, son abiertos, liberales y algo despistados, les fascina el deporte y salvo ciertas excepciones, no reparan mucho en los fallos de los demás.
Preferencia por estilos musicales y personalidad
El estudio de North y Hargreaves arrojó los siguientes datos. Conviene recordar que estos datos fueron obtenidos cruzando datos a partir de tests de personalidad y preferencias musicales, y solo indican tendencias estadísticamente significativas; correlaciones. Obviamente, no significa esto que escuchar ciertos estilos musicales "transforme" nuestra personalidad. Por ello hay que tomar esta muestra con pinzas.
- Los amantes del blues, del jazz y el soul tienen alta autoestima, son creativos, amables y extravertidos
- Obtienen resultados parecidos a los anteriores los que prefieren el rap y la ópera, al igual que los sujetos que prefieren la música clásica, con la excepción de que estos últimos son más introvertidos.
- Los amantes del country son trabajadores y extrovertidos.
- Los que disfrutan con el reggae son algo vagos, aman la libertad y también son creativos, amables, extrovertidos y con alta autoestima.
- Los que gustan de escuchar música dance son creativos y extrovertidos, pero no son amables.
- Quienes gustan de la música Indie tienen baja autoestima, son creativos, poco amables y poco trabajadores.
- Los seguidores de la música rock tienen autoestima baja, son creativos, no muy trabajadores, introvertidos y amables.
Rock visto con lupa
A continuación examinaré brevemente las causas y/o efectos que producen esta relación música-personalidad a través de las distintas facetas del rock y el pop.
El rock es muy variado en subgéneros y características, pero es mucho menos popular (por razones obvias, o sea, económicas) que el pop. Sus artistas van acompañados generalmente de un baterista, bajista y guitarrista (herencia del jazz), los cuales habitualmente son componentes de una banda con un nombre respectivo.
Sus facetas son:
Faceta glamorosa (rock n roll de vieja escuela, hard rock, glam rock): Comprende artistas como Elvis Presley y Guns N Roses y presenta letras de temas de romance, sexualidad, fama y descontrol. Su sonido es pegajoso y su puesta en escena es muy glamorosa y comercial. Sus fans se influencian por sus líricas egocéntricas y sus ostentosas formas de vestirse.
Faceta existencialista, lisérgica y depresiva (grunge, rock progresivo, rock industrial y psicodelia, ligado fuertemente al under y a la música gótica). Sus melodías parten (en muchos casos pero sin generalizar) de ser relajantes aunque pueden llegar a ser explosivas. Sus letras hablan de romances frustrados, problemas familiares, traumas y preguntas existenciales. Muchas caracteristicas del heavy metal tradicional también podrían entrar en esta categorización.
Faceta del metal extremo (death metal, thrash, black metal). Música extremadamente potente, gutural y "violenta" con letras acerca de la muerte, el satanismo y defectos psicológicos o pecados del ser humano. En general son gente que en sí es tranquila y hasta más armoniosa que aquella que escucha pop.
Faceta política y rebelde (rap metal, punk rock, hardcore y metalcore). Música "pegajosa", dinámica y su mensaje directo y crítico. Sus adeptos no necesariamente son revolucionarios, aunque sí aparentan ser críticos del sistema y, en algunos casos, de ideales extremistas. Muchas veces esto tiende a ser más una pose y rebeldía hueca que una actitud de revolucionario "real".
Faceta escénica y emotiva (nu metal, post hardcore, pop-punk, emo, indie rock). Música de letra muy sentimental y fuerte, de cargas rítmicas a veces llenas de adrenalina que varían de dinamismo virulento a guitarras melancólicas, a veces compartidos en una misma canción (que los emparenta a veces con el progresivo). Sus adeptos disfrutan de la locura escénica pero generalmente no tienen tendencias ideales definidas.
¿Rock para inteligentes y reaggeton para tontos?
En otro estudio, menos científico, Virgil Griffith, creador estadounidense de software y desarrollador de aplicaciones, se propuso investigar la vinculación entre los gustos musicales de las personas y su rendimiento académico. Las conclusiones del estudio fueron recogidas en el dossier "Music That Makes You Dumb" (Música que te vuelve estúpido).
Los resultados de este análisis pormenorizado fueron encontrados tras cruzar la calificación media en las pruebas de acceso a la universidad de los estudiantes con la música que publicaron y compartieron en la red social Facebook. Como vemos, una metodología poco científica, pero vale la pena hacernos eco de los resultados hallados, ni que sea como primera piedra hacia nuevas investigaciones que evalúen la relación entre estas dos variables: inteligencia y preferencias musicales.
Según muestran los resultados, los jóvenes estudiantes que obtuvieron calificaciones más pobres fueron los que gustaban de escuchar artistas musicales como Lil Wayne, The Used, Beyoncé o Jay-Z, siendo los géneros del Hip Hop y el Reggaeton los más comúnmente escuchados por este tipo de estudiantes. Por contra, quienes obtuvieron una nota brillante en el examen de acceso fueron cruzados con Ludwig Van Beethoven.
Dentro del sector con calificaciones altas, también se reportaron repetidas veces bandas musicales como U2, Counting Crows, The Shins, Bob Dylan o los británicos Radiohead. Siguiendo de cerca esta destacada lista de grupos, Coldplay o Red Hot Chili Peppers.
Los gustos musicales de los alumnos promedio (los que no destacaron ni para bien ni para mal, los estudiantes promedio) incluían grupos como Pearl Jam, System of a Down, los míticos australianos AC/DC, Oasis o The Doors. El autor del estudio clasificó visualmente todos los datos en una tabla que fue publicada en su página web, y que a continuación os ofrecemos.
¿Nos vuelve violentos la música extrema?
Para confeccionar el artículo publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience, los investigadores utilizaron una muestra compuesta por 39 personas, hombres y mujeres de entre 18 y 34 años aficionadas a algún género de música extrema (metal en todas sus variantes, punk, hardcore punk, screamo, etc.). Específicamente, los participantes debían tener el hábito de escuchar uno o más de estos géneros durante al menos el 50% del tiempo que dedicaban a escuchar música de manera cotidiana.
Todos los participantes en el experimento pasaron por una entrevista de 16 minutos de duración que tenía como fin inducir a un estado de enfado en el sujeto mediante el recuerdo de situaciones concretas capaces de despertar sentimientos de ira o indignación. Justo después de esta experiencia, algunas de estas personas dedicaron 10 minutos a escuchar música de su elección (traían consigo sus aparatos de reproducción de música). De este modo, las personas del grupo de voluntarios que tenían que escuchar música elegirían piezas musicales que escucharían normalmente al estar enfadadas. Por su parte, los que no tenían que escuchar nada permanecieron esperando durante 10 minutos.
Los investigadores se centraron en comprobar los efectos que esta pequeña sesión musical tenía en las emociones de los voluntarios. Para ello, antes, durante y después de los 10 minutos musicales, estas personas fueron sometidas a varios instrumentos de medición de estados de ánimo.
Los resultados muestran cómo los niveles de hostilidad y enfado decrecieron durante la escucha de música extrema en el mismo grado en el que estas emociones se redujeron en las personas que esperaron en silencio. Esto podría explicarse por el efecto regulador de la música. Además, el grupo de personas que pasó por los 10 minutos de música extrema tendía a sentir una mayor relajación y bienestar.
Esto significa que la música extrema no sólo no produjo ningún sentimiento de ira, sino que sirvió como regulador emocional de un modo catártico...
Conclusión
Más allá del resultado de los citados estudios, doy aquí mi impresión y mi punto de vista, que por otra parte no se contradice para nada con lo ya expuesto hasta aquí.
Si bien nuestro música representa nuestros gustos y nuestro mundo interno, la realidad (y nuestro mundo interno) es mucho más complejo como para poder reducirlo a un simple "escuchas esto y entonces eres así", aunque sin embargo hay alguna relación en esa percepción placentera y el estilo de la emisión que origina dicha percepción. Aquí pasan a intervenir nuestra memoria, nuestro paisaje interno, nuestra sensibilidad y emocionoes, nuestro intelecto, nuestras cenestesia y kinestesia, para terminar transportándonos a los mundos infinitos en nuestros viajes musicales más místicos.
A todo ello debemos sumarle el concepto de que todos los estilos tienen características sociales predefinidas (como estigmatizaciones, preconceptos, etc.) que en general no se condicen con el mundo interno de aquel que disfruta la música, tal como vimos en el caso del ejemplo del metal extremo.
Son muchos los factores que nos impulsan a decir que la música nos representa, hasta en lo más íntimo de nuestro ser, pero lo más importante, es que más allá de estudios o intelectualizaciones, lo más importante de la música es disfrutarla. El resto es un juego que podemos entender o no, pero nada quita que dejemos de degustar esa maravilla que todos amamos y que le llamamos, generalmente, música.
No somos lo que escuchamos, sino que la música es parte ineludible e inseparables de nuestro más íntimo ser.