Revista Diario

"La nueva generación considera que ser militante es una cosa positiva": imperdible entrevista a Rouquie

Por Julianotal @mundopario
 Entrevista al historiador francés Alain Rouquie (Página/12)
por S. Abrevaya
nueva generación considera militante cosa positiva
Nuevamente en Buenos Aires, esta vez para presentarsu último libro, A la sombra de las dictaduras, Alain Rouquié analizajunto a Página/12 la vida política del continente y señala cuáles sonlas herencias de los regímenes autoritarios que todavía mantienen lasdemocracias. También recorre los orígenes de su pasión porLatinoamérica: “Con relación a mi país y a mi sociedad, era lo mismo ydiferente al mismo tiempo. Eran instituciones y normas semejantes,trasplantadas en un medio diferente. Yo creo que eso es lo que meatrajo porque me permitía entender mejor mi propia sociedad”, dice elhistoriador, que mañana, a las 18, presentará su libro junto a HoracioGonzález en la UBA (Arenales 1371). “Por eso –agrega el autor de ElEstado militar en América Latina y Poder militar y sociedad política enArgentina– tal vez me dediqué primero a Argentina, porque es el paísmás parecido a Europa, pero con grandes diferencias. Aquí hay unOccidente diferente, pero hay Occidente. En China, en la India, no hay.Aquí hay un Occidente con migraciones, con sustrato indígena. Eso meparece fascinante. Creó mi vocación de ser latinoamericanista, a lo quedediqué mi vida.” –En su libro analiza cuáles sonlas “herencias” que las actuales democracias latinoamericanas debensoportar de las dictaduras que las precedieron. ¿Cuáles son esassombras?
–Es una sombra bastante duradera, perodepende de los países, de la profundidad del trauma. En Brasil, dondela violencia institucional fue larga pero poco violenta sobre laspersonas, es diferente de lo que sucedió aquí. En Brasil no tocaron elEstado, los militares brasileños eran estatistas y crearon más empresaspúblicas. En Argentina destruyeron todo lo que era del Estado,liquidaron la clase intelectual y debilitaron la universidad. A vecesse dice que son dictaduras burocráticas y antisubversivas, pero cadapaís tiene su particularidad.–¿De qué dependen esas particularidades? –Decómo salieron del poder los militares. En este país salen porqueperdieron una guerra de verdad, no contra civiles, y no pudieronimponer condiciones. En Chile, en cambio, perdieron el referéndum peroimpusieron condiciones para el papel futuro de las fuerzas armadas yuna Constitución que hasta hace pocos años tenía la firma de Pinochet.Se demoró muchos años y fue muy trabajoso desmontar esa Constitución,que todavía tiene consecuencias, como se ve hoy en el campo educativo,un sistema diseñado por la dictadura. En Argentina se redujofuertemente la influencia de los militares: se les recortó supresupuesto, se eliminó el servicio militar obligatorio, se promulgóuna ley que les prohibía intervenir en la seguridad interna, se lesquitó Fabricaciones Militares. En Brasil, se hizo por conciliación yconsenso, porque el primer presidente de la democracia restablecida(José Sarney) fue el último presidente del Partido Militar.–Pero las marcas que dejaron en la sociedad exceden las cuestiones institucionales...Estátambién el trauma de la cultura del miedo, de la anestesia política,considerar la política como mala palabra, productora de catástrofes. Sedio en Chile hasta las movilizaciones de los estudiantes, que salierona decir “No queremos eso”. La nueva generación considera quepolitizarse, ser militante, es una cosa positiva. Hace algunos años secreía que era un peligro grave. Esa despolitización es una herencia. Sedio aquí, en Chile, en Uruguay. Pero las cosas están cambiando.(Hacia 2008, Alan Rouquie aún consideraba a la sociedad argentina como despolitizada. Ver nota La Nación, octubre 2008) Dehablar pausado, con argentinismos ya incorporados en sus frecuentesvisitas al país, Rouquié le quita trascendencia al debilitamiento delos partidos políticos, que a lo largo del siglo XX vivieron susmomentos de esplendor, y destaca la consolidación de un sistema degobierno que, a pesar de las dificultades por las que tuvo queatravesar –como la crisis de 2001– se mantiene firme. “Que se critiquela situación política argentina diciendo que los partidos son débiles,o que la política se juega en torno de personas y no de partidos, esmenor en comparación con tantos años de democracia, que es unaexperiencia única en Argentina”, destaca. –¿Cómo ve la democracia actual en Argentina a 28 años de su retorno? –Hayuna consolidación de la democracia, que tiene sus particularidadesporque es heredera de una cultura política conflictiva, sobre todocomparada con Brasil. Aquí, desde los radicales y conservadores, ladivisión “patria-antipatria” siempre fue eje de conflicto. La modalidadde expresión del conflicto es el dramatismo, lo que hace aparecer paraquien llega desde afuera que todo está a punto de explotar. El añopasado estuve aquí: todo estaba bien menos en el fútbol (risas) y habíauna crispación enorme en la vida política, pero cuando le preguntaba ala gente si estaba contenta, me decían que sí, que había trabajo, quela educación había mejorado, que mejoraron mucho las cosas, pero elescenario político parecía a punto de un enfrentamiento civil. –¿Por qué cree que pasa eso? –Hayuna tradición en la Argentina que explica un poco esa retórica. Pero lademocracia funciona, hay libertad de prensa, la sociedad civil seorganiza. Van a pensar que lo digo por oportunismo, por el resultado delas elecciones primarias, pero no: me parece que en el campo político,económico y social hace mucho que la Argentina no conocía cosasemejante, en sentido positivo. Ha bajado la pobreza, se han hechopolíticas sociales bastante acertadas. Aún queda mucho por hacer en losocial, en lo habitacional, en infraestructura, pero hay un déficit quees antiguo, que atraviesa a muchos gobiernos para que la Argentinavuelva a ser el modelo que fue en los años ’50 y ’60. Creo que elprogreso logrado no lo niegan ni los opositores, pero es cierto tambiénque hay un estilo de gobierno que alimenta el rechazo de la oposición,que sin embargo no ha logrado presentar una alternativa fiable. –¿Pero no hay en toda defensa de intereses una dimensión conflictiva, y por eso inherente a la política?Loque me llama la atención es cómo gastos sociales, que pueden apareceren cualquier país como positivos, no sólo aceptables sinoindispensables, aquí aparecen como sólo intereses políticos. Me refieroa cosas como la Asignación Universal por Hijo, que en Brasil aparece en2003 como Bolsa Familia y el empresariado apoyó diciendo que laerradicación de la pobreza y una mejor educación eran excelentes paraellos. Aquí se atacó diciendo que era fuente de clientelismo. Hay unareinterpretación de todo en clave de sospecha. Eso es muy curioso. Sise compara lo que pasa en Brasil y aquí, todo lo positivo que se asignaa lo que Lula hizo, cuando los Kirchner hicieron lo mismo se lo valorónegativamente. Hay más una cuestión de estilo que de fondo. –¿Ve hoy alguna de las herencias de la dictadura operando en la democracia argentina? –Losúltimos juicios contra los militares muestran que la sombra no hadesaparecido, porque están esos señores que creen que lo que hicieronestuvo bien hecho. Eso significa que todavía hay un sector de laopinión pública que vive en ese mundo siniestro que fue la ideologíadel Proceso. Eso todavía existe. Las revelaciones de los juicios sonbuenas para saber lo que pasó, como lo que siguen haciendo las Madres yAbuelas de Plaza de Mayo (...) Argentina tiene que aprender lademocracia, lo que significa aprender tolerancia, superar ese espíritude conflicto, fortalecer las instituciones y la separación de poderes.Y es difícil. La formalidad institucional es base de la democracia, elrespeto a las minorías, la división de poderes también. La Argentinavivió muchos años desconociéndolos. Hay un aprendizaje que no estáterminado, me parece, en ningún país del mundo. La democracia essiempre una conquista, no un estado natural de la política.

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