Pocos acontecimientos de nuestra historia fueron capaces de inspirar una epopeya, y de ellos, uno resalta sobre todos los demás: la “Guerra de Troya”, llevada a narración por Homero en su famosa “Ilíada”.
Muchos son los factores que hacen de este relato algo tan único y atractivo: la pasión, que toma su forma en el rapto de una princesa por amor, una inmensa coalición de históricos pueblos enfrentados, la destreza y soberbia de héroes griegos como Aquiles, y como cumbre escénica, el ardid más famoso de todos los tiempos: la utilización de un caballo de madera como original trampa para lograr el triunfo y así provocar el trágico desenlace de la batalla.
Por su parte “La Odisea”, el antiguo relato de viaje homérico, comienza como es bien sabido al final de dicha batalla, cuando su protagonista Ulises (u “Odiseo” en la traducción griega) parte victorioso de regreso al Reino de Ítaca, de donde era rey.
Los estudiosos suponen que la Guerra de Troya, tal como muchas de las otras narraciones épicas, tiene definitivamente una base histórica real, aunque le fue agregada una gran carga mitológica para darle mayor fuerza y una cierta aureola mística que logre capturar la atención del público de la obra.
Basándose en lo que aquel libro describe, diversos arqueólogos europeos se interesaron durante el s.XIX en encontrar las ruinas de un sitio de semejante envergadura como lo es Troya, atraídos por los tesoros de incalculable valor que aún deberían estar allí enterrados.
La búsqueda tuvo sus frutos en 1871, cuando un millonario prusiano apasionado por la arqueología, descubrió la colina donde se asentaba la antigua ciudad griega, hoy en territorio turco.
Sin embargo, el resultado estuvo muy lejos de lo esperado. Los restos eran pocos y de escaso valor, quizás debido a las sucesivas reconstrucciones que sufrío la ciudad bajo reinos posteriores (Diez, en total).
Tras dejar la increíble ciudad de Estambul, me dirigí hacia el sur con la intención de recorrer la costa turca sobre el Mar Egeo (el hermoso mar azulado que bañan las islas griegas).
Y si a este viaje había decidido denominarlo como una “Odisea”, a tan pocos kilómetros del sitio arqueológico de Troya, no podía dejar de incluirlo en el recorrido.
En la cercana ciudad turca de Canakkale, pude contemplar el “Caballo de Troya” de madera utilizado en la película épica del 2004, el cual fue donado posteriormente a esta ciudad, pero con eso no me bastaba.
Caballo de madera de la pelicula “Troya”, en la ciudad turca de Canakkale
Recorrí unos 30 kilómetros más hacia el sur, y media hora después, las puertas al sitio arqueológico y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO estaban ante mi. Otra réplica del caballo de madera, inventado supuestamente por el mismo “Odiseo” (Ulises), da la bienvenida a los pocos visitantes.
Y como no podía ser de otra manera, dejé que el ya castigado cartel que llevo en este viaje, salude a su lugar de origen:
La “Odisea” llegó a su lugar de origen! La ciudadela de Troya!!
Como mencione anteriormente, las ruinas desilusionan bastante y tienen poco para ver. Apenas unos restos de las murallas, de un teatro, de unos túneles, de la rampa de acceso y algunas piedras con inscripciones en griego antiguo, pueden ser rescatadas de la visita.
Incluso, por la disposición de los vestigios encontrados y por las numerosas reconstrucciones de las que hablé, es prácticamente imposible lograr imaginarse qué forma pudieron tener los objetos que tenemos en frente.
Para poder contemplar ruinas en mucho mejor estado, es mejor seguir viaje por Turquía hacia el sur. Y hacia allí vamos…
Restos de las murallas de la antigua Troya
Santuario de las capas superiores de Troya (VIII y IX)
Odeón de Troya VIII y IX
Inscripción troyana en griego antiguo
Caminé unos kilómetros fuera de las ruinas troyanas y empecé a probar por primera vez la técnica de autostop en Turquía. ¿El resultado? ¡De los mejores! Un flamante Mercedes-Benz paró en la banquina para llevarme hasta el próximo destino. ¿Quién dice ahora que viajar a dedo es incómodo y nunca es un viaje de placer?
La costa turca está plagada de ruinas y lamentablemente, hay que elegir. Decidí dirigirme directamente a Bergama, y dejar otros lugares como Assos en el camino.
En este pequeño pueblo se encuentran las ruinas una de la de las mayores ciudad griegas de la antigüedad: Pergamon.
El ingreso al sitio arqueológico es pago, e incluye un ascenso en teleférico. Sin embargo, “hecha la ley, hecha la trampa”.
Los que tengan buen estado físico, pueden subir por algún camino abierto, la ladera de la colina donde se emplazaba la ciudadela, evitarse pagar la entrada e incluso, apreciar un mayor número de ruinas como el gimnasio de la Acrópolis Baja, aún bajo excavación.
Aquí tampoco hay que ilusionarse demasiado, ya que poco puede apreciarse de la riqueza de la ciudad de antaño. Exploradores alemanes del s.XIX se han llevado los principales objetos del sitio a Berlín, incluyendo el fabuloso “Altar a Zeus”, que puede ser hoy observado en el museo que crearon para tal fin, el “Museo Pergamon”.
Sin embargo, magníficos restos como un teatro para 10.000 personas, los santuarios de Atena y Trajano, la enorme biblioteca, el gimnasio en la Baja Acrópolis, o los vestigios del Templo de Dionisio, son aún apreciables en un considerable buen estado.
A 3 kilómetros de allí, también puede visitarse el “Asklepion”: las ruinas de un establecimiento de curación helénico con baños griegos de sanación, templos sagrados y hasta un pequeño teatro.
Columnas aún de pie en lo que queda del gimnasio de Pergamon
Vista del gimnasio de Pergamon desde arriba. Es fácil imaginarse las dimensiones del edificio
Restos del Templo de Trajano, en Pergamon
El teatro más empinado de todos los conocidos en la antigüedad, en Pergamon
Templo de Trajano, Pergamon
Templo de Trajano, Pergamon
Asklepion, el centro de salud de Pergamon
¡Sígamos camino hacia el sur que hoy tenemos mucho aún por recorrer!
Al volver a la ruta una nueva sorpresa me esperaba al hacer autostop: los 10 kilómetros que faltaban hasta la intersección con la carretera principal me fueron provistos por… ¡un campesino en tractor!
Durante los siguientes días seguiría trasladándome a dedo con una extrema facilidad, por lo que Turquía demostró ser un excelente país para viajar de esta forma.
Para volver de Pergamon, este campesino me llevo en su tractor ¡Genial!
El próximo destino sería Efeso, sin lugar a duda, la joya del recorrido histórico de este post.
Pocas ruinas de aquella época siguen tan bien conservadas y con tanto material para contemplar como éstas.
Mencionada en textos tanto helénicos como bíblicos, fue un centro neurálgico del Asia Menor en la antigüedad, y en sus alrededores se encuentran numerosas reliquias como el “Templo de Artemisa” (una de las Maravillas del Mundo Antiguas), una de las Iglesias del Apocalípsis, la casa donde pasó sus últimos días la Virgen María o la iglesia y tumba de San Juan Bautista.
Efeso es una de las principales atracciones turísticas de Turquía y está sí, a diferencia de las anteriores, está siempre abarrotada de visitantes.
Dentro del complejo principal destaca la Biblioteca de Celso, reconstruida a partir de los fragmentos originales y en honor al gobernador de la Asia Romana en épocas del Imperio. Su fachada es impresionante y aunque no era el edificio más importante de la ciudad, por su espectacular conservación es hoy día el ícono del lugar.
Con sólo caminar un poco por el sitio, a través de los antiguos senderos de piedra, vas cruzándote con objetos cada vez más sorprendentes que te dejan boquiabierto. El Templo de Adriano, las Puertas de Augusto, el Templo de Domiciano o el Odeon, cada uno con sus propias inscripciones en griego.
Dejar libre nuestra imaginación es inevitable. La capacidad creativa vuela desenvuelta en un sitio como Éfeso, y cerrando los ojos un momento, te verás fácilmente con el “kitón” (la túnica blanca) y el “himatión” (el manto amplio por encima), caminando entre los espléndidos monumentos y edificaciones de tu solemne ciudad, dialogando de filosofía con algún compañero o gritándole ordenes a tus soldados.
¡Pero cuidado con cuánto tiempo pasan así! Los senderos de piedra no se conservan tan intactos, y con tanto turista dando vueltas, he visto a más de uno tropezándose con los altos escalones. Podrán negarlo y decir que sólo se distrajeron, pero estoy seguro que en algún lugar de sus cabezas, estaban saludando con aire soberbio a los honorables ciudadanos en el Ágora del pueblo!
Como sea, Éfeso es un lugar único y un destino imperdible para todos aquellos a los que le guste la historia, las películas o juegos épicos, las ruinas antiguas y claro también, a cualquiera con sueños de Napoleón que quiera sentirse Emperador por un día.
Cartel de ingreso a las ruinas de Efeso
El enorme teatro de Efeso, el más grande de la antigüedad
Restos del Ágora Baja, la plaza pública de la antigua Efeso
La magnífica Biblioteca de Celso, el icono de Efeso
La magnífica Biblioteca de Celso, el icono de Efeso
La Biblioteca de Celso junto a las Puertas de Augusto
Vista general de las ruinas de Efeso
Templo de Adriano, en Efeso
Restos de la Ágora Alta en Efeso
En la recorrida por las ruinas de la costa turca, ya sería difícil encontrar lugares tan sorprendentes como había sido Efeso, y eso que la cantidad de sitios es asombrosa.
La siguiente, Priene, resultó estar bastante pobre de vestigios, y sólo me llevo un rato perder la atención sobre ella, y obviamente, decidí marcharme pronto.
Unos kilómetros más al sur y la situación mejoró. Los amantes de la filosofía griega recordarán estelugar por ser la cuna de grandes pensadores como Tales, Anaximandro o Anaxímenes.
Las ruinas de la Ciudad Sagrada de Mileto distan mucho de lo que alguna vez fueron, pero sin embargo, el teatro es uno de los mejores conservados de la actualidad y merece la pena ser visitado.
Por lo demás, y sobre todo para los visitantes más exigentes, es un enorme predio con antiguas piedras diseminadas.
Con unas pocas fotos, supongo que ya podrán hacerse una idea:
El inmenso teatro de Mileto, el que más me gustó de todo Turquía
El inmenso teatro de Mileto, el que más me gustó de todo Turquía
Restos de una construcción en Mileto
La vía sagrada de Mileto, con una estoa de orden jónico en el fondo
Restos del Bouleuterion, donde se discutían leyes diarias y negocios en Priene
El Templo de Atena en Priene, fundado por Alejandro Magno
¡Y llegamos al final del recorrido! Otro viaje en autostop (esta vez en un pequeño autito abarrotado de porquerías con un conductor muy extraño) me dejaría en el último destino de este post arqueológico. Al fin y al cabo, tanta piedra y nombres raros ya los deben tener algo cansados.
Didim, la ciudad turca emplazada sobre la antigua Dydima helénica, poco tiene aún visible para los viajeros en busca de rica historia. Pero su templo principal, el “Santuario Oracular del Dios Apolo”, es realmente digno y merecedor de una visita.
De unas dimensiones realmente sorprendentes para la época, con 118m de largo y 60m de ancho (algo así como un campo de fútbol), se encuentra dentro de los edificios de la antigüedad mejor conservados.
El techo se apoyaba en 120 columnas de orden jónico de casi 20m de altura cada una, y su arquitrabe estaba decorado con increíbles figuras talladas de leones, plantas y cabezas de gorgonas. Una de esas cabezas de medusa, hoy se encuentra en el suelo y estaba diseñada para permitir un juego de luces y sombras que a la distancia, atemorizaba a los enemigos de Apolo.
Didyma, en su función como templo profético, competía en sus premoniciones con los más importantes santuarios sacerdotales, griegos como el famoso “Oráculo de Delfos”.
Vista general del espectacular Templo de Apolo, en Dydima
Las “Cabezas de Medusa” que adornaban el Templo de Apolo
Templo Oracular de Apolo, en Dydima
Templo Oracular de Apolo, en Dydima
¡Ahora sí, ha finalizado la recorrida por las fabulosas ruinas griegas en Turquía! Para algunos, podrán ser unos montones de “piedras viejas”. Para otros, el legado que nos llega de las antiguas civilizaciones para poder comprender la historia y aprender de sus costumbres.
Como sea, hoy en día son magníficos sitios arqueológicos en espera de visitantes deseosos de apreciarlas, y quizás permitirnos sentir durante un rato, los que sentían nuestros antepasados de hace varios milenios atrás.
¡Súbanse, que la “Odisea” se pone en camino nuevamente! ¡Saludos a todos!