Revista Expatriados

La política pakistaní explicada a los ingenieros (1)

Por Tiburciosamsa


Entre las muchas aficiones raras que tengo, una es la de leer sobre política pakistaní. Recientemente, en un viaje, coincidí con una persona que de puro aburrimiento aceptó que le hablase de política pakistaní. Era o eso o hablar de otra de mis aficiones que ese día me tenía obsesionado: la de hacer esculturas con el cerumen que me saco de los oídos. Mientras le hablaba, me iba dando cuenta de que explicar cómo funciona la política pakistaní está al mismo nivel de dificultad que explicar cómo funciona un reactor nuclear. Por deporte me he puesto a transcribir un poco lo que le dije y veo que me ha salido algo que se podría denominar como “política pakistaní explicada a los ingenieros”.
Pakistán fue el producto de un sinsentido. Su creador, Ali Jinnah, quería un Estado musulmán para que los musulmanes indios pudieran tener protegidos sus derechos. Lo contradictorio es que dicho Estado se crearía en las regiones donde los musulmanes eran mayoritarios, es decir, donde menos preocupación tenían por el respeto de sus derechos. Ali Jinnah quería crear un Estado para los musulmanes, pero que fuese laico. O sea, la religión, que era lo que le proporcionaba la razón de ser, no contaría en su funcionamiento. Eso es ser muy ingenuo y desconocer el poder expansivo de la religión en cuanto se la deja un poco suelta. A estos dos sinsentidos los británicos añadieron otro: crearon un Estado dividido en dos partes que culturalmente eran antagónicas y además estaban separadas por más de mil kilómetros de una potencia hostil, la India.
Los mimbres con los que se tejió el cesto pakistaní no pueden ser más dispares. En su fundación contaba con seis grupos mayores: los sindhis, los baluchis, los pashtunes, los bengalíes, los punjabis y los mohajirs, los musulmanes que había huido de la India. La independencia de Bangladesh quitó de la circulación a los bengalíes, pero no hizo el país mucho más manejable. Por cierto, ni tan siquiera religiosamente es homogéneo. En torno al 97% de la población es musulmana y de éstos se calcula que el 15% son shiíes. La proporción de no-musulmanes es minúscula, pero aun así representan más de 5 millones. Lo que muchos sienten por Pakistán queda perfectamente reflejado en estas palabras de un jefe baluchi: “He sido baluchi por varios siglos. He sido musulmán por 1.400 años. He sido pakistaní por poco más de 50.”
Pakistán heredó un sistema político, una administración y un Poder Judicial modelados a la inglesa. También heredó una oposición irreductible entre los mohajirs, que se instalaron en el Sindh y los sindhis que se sintieron invadidos. Y eso sin contar a los baluchis y bengalíes que se preguntaban lo que estaban haciendo en ese Estado.
Tal vez el primer desastre de Pakistán estribase en que su fundador, Ali Jinnah el único que poseía una autoridad moral suficiente, murió poco después de la independencia. Los políticos que le siguieron, resultaron ser corruptos, muy vinculados a sus etnias y territorios de origen y clientelares. Pronto se vio que tampoco estaban muy inclinados a respetar esa cosa tan aburrida que se llama el orden constitucional. Su primer Primer Ministro, Liquat Ali Khan, fue asesinado en 1951. Nunca se ha sabido quién estuvo detrás del asesinato ni lo que perseguía. Su sucesor, Khawaja Nazimuddin, fue forzado a dimitir en 1953 por el Gobernador General en un movimiento de dudosa constitucionalidad. En 1958, ante una vida política marcada por las querellas, la corrupción y la inestabilidad, el General Ayub Khan dio un golpe de estado y dio inicio a algo que se ha vuelto habitual en Pakistán: cuando la población se cansa de las querellas interminables entre los políticos pakistaníes, recibe con satisfacción a los militares, de los que espera limpieza, orden y estabilidad… hasta que los militares empiezan a hacerse pesaditos y los pakistaníes vuelven a suspirar por la democracia.
Hubo un momento en el que Pakistán pudo haberse reinventado. Ese momento fue 1973. Pakistán había sido derrotada por la India y el Pakistán Oriental se había independizado con el nombre de Bangladesh. Los militares estaban desprestigiados. El país se hacía preguntas sobre su propio ser. Estaba claro que su andadura independiente había quedado muy por debajo de las expectativas de Ali Jinnah.
La Constituciónde 1973 fue la Constitución de ese Pakistán que se quería renovar. Su padre, el Primer Ministro Zulfikar Ali Bhutto, tomó una decisión clave, cuyas consecuencias sólo se verían mucho después: la islamización del país. Se trató de una decisión oportunista, donde las motivaciones religiosas fueron lo de menos. Bhutto pensó que el Islam podía ser un elemento para que el país recuperara la confianza en sí mismo. Asimismo el Islam podía servirle para acercarse a las Monarquías del Golfo, cuya ayuda esperaba para reconstruir el país. Finalmente, entre güisquito y güisquito (era su bebida favorita), se decía que el Islam bien utilizado podía reforzar su posición al permitirle conectar con los islamistas y, de paso, robarles su agenda política. Lo que seguramente no se esperaba es que a la larga eso daría alas a los elementos fundamentalistas y que llegaría un momento en el que sería impensable una agenda política sin un toque islámico.
La Constituciónde 1973 estableció la República Islámica de Pakistán e hizo del Islam la religión del Estado. La Constitución establece como sistema de gobierno la república parlamentaria federal. El Presidente es el Jefe del Estado. Lo elige un colegio electoral. Puede tener un máximo de dos mandatos consecutivos de cinco años. Los poderes del Presidente han ido variando al hilo de las enmiendas de la Constitución. Y es que la Constitución de 1973 está más recauchutada que el rostro de una actriz argentina: en sus 39 años de vida ha conocido 19 enmiendas; prácticamente una cada dos años. Tras la 18 enmienda de 2010, el Presidente ha perdido muchos poderes. El objetivo de dicha enmienda era pasar de un sistema semipresidencialista a otro parlamentario con la esperanza de que eso favoreciese una mayor estabilidad. Se olvidan de que están en Pakistán.
El Primer Ministro es el jefe del Ejecutivo. Es quien designa el Gobierno. Lo elige la Asamblea nacional. Lo habitual es que el Primer Ministro sea el líder del partido más votado.
Una peculiaridad del sistema británico es que en él el Poder Judicial tiene una relevancia especial. No sólo es que haya separación de poderes. Es que los jueces son más chulos que un ocho y no permiten que les tosan ni el Legislativo ni el Ejecutivo. El Presidente del Tribunal Supremo es designado por el Presidente y permanece en el cargo hasta los 65 años. El proceso de destitución resulta complicado. Se trata de una posición que en manos de un tipo bragado y con personalidad puede dar mucho juego. El actual Presidente, Ifthikar Muhammad Chaudry, ya se las tuvo tiesas al dictador Musharraf.
La Constituciónde 1973 incrustó sobre el Poder Judicial, una jurisdicción islámica. Así, existe un Tribunal Federal de la Sharya, que determina si una ley es incompatible con el Islam. Cuando lo es, la ley es devuelta al Presidente (si se trata de una ley federal) o al gobernador (si es provincial) para que la enmiende de manera que sea respetuosa con los principios del Islam. Para rematar, también existe un Consejo de Ideología Islámica, compuesto por estudiosos, cuya función es asesorar al Poder Legislativo sobre los proyectos de ley en los que esté trabajando. En resumen, que la islamicidad de las leyes es examinada tanto al inicio del proceso legislativo como a su término.
El Parlamento es bicameral. En la Asamblea nacional, la cámara baja, está compuesta por 342 escaños. 272 escaños son elegidos por votación directa y los otros 70 están reservados a mujeres y minorías, que parece que en Pakistán son casi la misma cosa. El reparto de escaños a nivel nacional está determinado por el peso demográfico de las provincias. En el Senado, la cámara alta, todas las provincias tienen la misma representación.
Y esto nos lleva a la cuestión peliaguda de la territorialidad de Pakistán. La Constitución estructura el país en cuatro provincias: Punjab, Sindh, Baluchistán y Khyber-Pakhtunkwa. A éstas hay que añadirles la capital federal de Islamabad y las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA por sus siglas en inglés). Las provincias gozan de una gran autonomía. La máxima autoridad en ellas es el gobernador, al que asiste un Consejo de Ministros. Cada provincia tiene su asamblea legislativa.
La FATAes una peculiaridad de Pakistán. Es una franja de territorio adyacente a la frontera con Afghanistán y habitada por tribus pashtunes. Ya en tiempos del Raj británico se trataba de una zona fronteriza mal controlada. Los británicos se conformaban con que la zona se mantuviera en un orden relativo y no amenazase a las provincias vecinas. No es que el Gobierno de Pakistán pida mucho más. La FATA es gobernada por el Gobierno federal por medio del gobernador de Khyber-Pakhtunkhwa. Bueno, tal vez gobernada sea mucho decir.

Volver a la Portada de Logo Paperblog