Cuando un año se marcha toca hacer balance de lo que ha sido, lo que ha supuesto, lo que ha significado en nuestras vidas. Puede tratarse de un año sin más o un año de verdaderos cambios. Puede ser un año insípido o aburrido, o también un año lleno de acontecimientos no tan agradables. Puede ser incluso un año especial: de logros, descubrimientos, crecimiento personal.
Yo también me he puesto a pensar en las cosas que logré este año (y las que no logré). En realidad no puedo quejarme, porque tengo lo más importante: un techo, comida, abrigo, pareja, familia.Tengo un blog maravilloso en el que expreso mis ideas y ayudo a los demás.
¿Entonces por qué no me siento plena?
Los últimos meses han sido estresantes, y me he encontrado muy débil de salud. Fue como si al volver a España mi cuerpo y mente tuvieran que hacer enormes reajustes a todos los niveles. Yo quería volver a España, quería poder dedicarme más de cerca al coaching, poder dar charlas, conferencias, impartir cursos. Poder tener una casa al menos por un año y cierta estabilidad.
Pero me pregunto: ¿sabemos de verdad lo que queremos? ¿Y si yo en el fondo necesito una vida nómada, un país extranjero, donde sentirme una extraña? ¿Y si la incertidumbre es mi modo de vida preferido?
¿Qué quiero?
En realidad, no es una pregunta sencilla de responder. Yo creo que es de las más difíciles. Está claro que cuando sabes qué quieres en la vida, puedes trazarte un plan de acción, fijar pasos, objetivos. Pero es como si la vida me enseñara poco a poco, de forma casi inadvertida, que mis sueños tal vez no sean mis sueños. Que la estabilidad que he añorado durante años no es lo que en el fondo quiero.
Qué quieres en la vida puede ser una pregunta muy peligrosa
Y lo es tanto que algunos no se atreven a planteársela nunca. Prefieren vivir pensando en lo que les falta, en sus problemas, quejándose... sin buscar soluciones.
"Qué quiero en la vida" es una pregunta difícil, potente, profunda, transformadora, revolucionaria y evolucionadora. No sé si esta última palabra existe, si no, me la acabo de inventar 😉
No es fácil hacerse esta pregunta cuando ya no tienes 18 o 25 años. Y supongo que lo es más todavía cuando ya no tienes 35 sino 55 o más. Se supone que debemos tener ciertas respuestas claras a partir de cierta edad. Se supone que hemos tenido que aprender de la vida.
Yo siento cada vez más que estoy desaprendiendo lo que he aprendido hasta ahora. Que lo que sé no me vale o no es suficiente para entender la vida. Y desaprender hace que me haga aún más preguntas: en vez de ir ganando seguridad, voy adquiriendo nuevas dudas, voy acostumbrándome a la incertidumbre. No siempre es cómoda, casi nunca lo es, pero es otra manera de vivir, de bucear en eso que llamamos realidad.
Antes criticar a otros era más fácil: no son como yo, no piensan como yo, no actúan como creo yo que deben actuar. Ahora me cuesta cuestionarlo. ¿Cuál es la forma correcta de vivir? ¿Lo que hace la gran mayoría?
Preguntarte qué quieres en la vida te saca de tu zona de confort
Las personas que se atreven a preguntar qué quieren de verdad en la vida ya no pueden estar conformes con lo que tienen. O sí. Pero no dan por hecho las cosas. No las aceptan sin más. No siguen dictámenes de lo que tiene que ser, cómo tienen que hacerse las cosas.
A mí siempre me han dicho que era rara. No tenía un plan de vida concreto. No tenía en mente comprar una casa. No me he planteado aún mi plan de pensiones.
De hecho, siempre me ha costado crear sueños. Creer en mis sueños. Tal vez porque nunca he creído en mí. Mis sueños eran casi intangibles: tanto que los protagonistas de mis historias llevaban otro nombre y apellidos - personajes de mis novelas -.
Ahora mi vida ha cambiado: creo en mí y sé lo que de verdad me llena. He encontrado una profesión que me permite aportar valor al mundo, una actividad que me gusta y en la que puedo ser buena. Es algo creativo y tiene que ver con ayudar a la gente. Y cuando las personas a las que ayudo me agradecen lo que hago, siento que ésta es mi misión. No ya por el Ego (que también, reconozcámoslo: a todos nos gusta que nos den las gracias), sino por ver que lo que hago es útil, es algo que mejora las vidas de los demás, aunque sea un poquito.
¿Y entonces qué quiero de la vida? ¿Seguir como estoy? ¿Tengo algún objetivo concreto?
Yo nunca me consideré una persona ambiciosa. Tal vez éste sea mi problema. Ahora que se acercan fechas tan señaladas lo que tengo claro es que quiero tener más salud, cuidarme más, conectarme más conmigo misma.
Cuando vivo en el extranjero, me dedico más tiempo, pues no tengo otros compromisos sociales, familiares o profesionales. En España me disperso mucho. Me pierdo y pierdo mi verdadera identidad. Lo que soy no tiene que ver con el lugar en el que vivo. Lo que soy es mucho más: soy mujer, son persona, soy artista o escritora. Soy un ser que busca respuestas pero no tiene prisa por encontrarlas.
Vivir con prisas, con deadlines, con plazos... no es algo que se adapte a mi forma de ser. Voy descubriéndome poco a poco en esta vorágine de la vida. Voy enlazando las piezas del puzzle de mi pasado y mi presente. Las cosas acaban encajando. Sólo hace falta tener paciencia. Sólo hace falta esperar (o mejor dicho: dejar de esperar).
Vivir en el extranjero: una manera de encontrarse a uno mismo
Cuando echo la vista atrás, siento que ya no echo de menos lugares como Munich. Parece que queda muy lejos, casi en otra vida. Aunque sólo han pasado 2 años desde que me fui. Lo que siento es que ya completé mi ciclo en ese país. Un ciclo que se ha cerrado y no puede enseñarme mucho más.
Sin embargo recuerdo de forma persistente Rotterdam y Utrecht, las dos ciudades holandesas en las que viví después. Tal vez porque fue en Holanda donde decidí mi futuro: dejar de trabajar para otros y crear mi propio estilo de vida. Fue ahí donde empecé a buscarme, a leer, a escribir, a meditar, a preguntarme por las cosas... Fue en esas ciudades donde iba a empezar una nueva etapa en mi vida, por supuesto sin ser consciente de ello.
Por eso adoro viajar y vivir temporadas fuera de casa. A veces un determinado lugar te marca, sin tú saberlo. Te marca en el sentido de que ahí te encuentras a ti misma.
Ya sé que para encontrarse a uno mismo no hace falta ir muy lejos. Se puede aprender a meditar desde el mismo sitio en el que te encuentras ahora mismo. Pero no todos estamos preparados. Ni tenemos la misma paciencia. Además no todos somos iguales: hay personas con necesidad de movimiento, tal vez nerviosas anímicamente, inquietas, que necesitan cambios en su vida.
Es como si cada vez que me hiciera la gran pregunta - ¿quién soy, qué quiero de la vida?- me viniera a la cabeza la imagen de la biblioteca central de Rotterdam, nuestro piso junto al lago, las arañas enormes en cada árbol, esquina o ventana. Es como si la respuesta estuviera allí y la tuviera tan cerca de mí... sin percatarme de ello.
Cómo saber qué quieres en la vida
Si alguna vez me preguntas cómo encontrar tu respuesta, cómo dar con esa verdad, cómo saber qué quieres de la vida... te diría que lo dejaras todo por un tiempo (trabajo, familia, obligaciones...) y te fueras lejos, a un país en el que no hablaras el idioma local. Que te sintieras perdido, extraño, que tuvieras ganas locas de volver a casa, a tu zona de confort... pero que resistieras un tiempo: unas semanas o meses. Que te dejaras perder por las calles de una ciudad que descubres. Que te tomaras un té en una cafetería cálida, extraña y acogedora. Que soñaras en voz alta. Que escribieras historias: historias en las que tú serías el protagonista. Que te inventaras una canción. O que no hicieras nada de eso.
No tengo recetas para la felicidad ni el éxito. Yo aun no he encontrado la mía. Pero nunca dejé de buscarla. Puede que la encuentres cuando menos te lo esperes, cuando peor estés, cuando más perdido te sientas. Puede que la solución está en pasarlo tan mal que no te quede más remedio que volver a enamorarte de la vida.
Para mí los momentos malos, raros, difíciles, duros... han sido momentos de creatividad, conocimiento, lucidez y superación. Así que tal vez por eso huyo de situaciones estables y cómodas, porque en ellas no hay lugar para evolución personal. Ahora lo tengo más claro. Al final estos artículos son un poco terapias que me aplico a mí misma cuando más rara me siento.
Sí, es una fórmula: te animo a escribir. Te animo a abrir un blog, aunque sea anónimo, y contar lo que sientes, lo que se te pasa por la cabeza. Revive emociones, imágenes, sensaciones... la escritura es muy potente para liberarte de aquello que no has conseguido expresar. Es creatividad y es autodescubrimiento. Yo lo llevo practicando desde que tengo 14 años, cuando empecé a sentirme perdida. Aun no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. En realidad, me estaba empezando a buscar, estaba tratando de averiguar qué quiero en la vida.