Revista Expatriados
Uno está acostumbrado a que los dictadores o mueran en la cama (Franco) o mueran en el exilio (el Shah de Persia, Anastasio Somoza, Jean Claude Duvalier) o mueran acogotados por un movimiento revolucionario (Gaddafi, Ceaucescu). A lo que uno está menos acostumbrado es a que los dictadores se los cargue su propio jefe de inteligencia, cuya misión supuestamente era protegerles.
El último año de gobierno de Park fue especialmente movido. El opositor Nuevo Partido Democrático estaba muy crecido porque había ganado por un estrecho margen las elecciones de 1978 a pesar de la presión y tejemanejes del gobierno. Dado el sistema político, era una victoria más simbólica que real, pero permitía soñar. Cinco meses después, a pesar de todos los esfuerzos de la KCIA, Kim Young-sam fue elegido presidente del NPD. Hubo protestas laborales. Hubo manifestaciones en Pusan en octubre de 1979, que se extendieron a otras ciudades. La Administración Carter hizo saber su insatisfacción con Park, llamando a su Embajador en Seúl a consultas.
El 26 de octubre de 1979 el Presidente Park encargó al director de la KCIA, Kim Jae-kyu que organizada la cena de esa noche. Durante la cena, se discutió sobre la situación política y especialmente sobre las manifestaciones en Pusan. Park acusó a Kim de no haber sido lo suficientemente duro en la represión. Kim habría replicado que aplicar las medidas de fuerza habría podido suponer lo menos 3.000 muertos y Park le habría respondido que como si hacían falta 30.000. En sus críticas a Kim, Park se vio apoyado en todo momento por el jefe de sus guardaespaldas, Cha Ji-chul, un lameculos que iba de duro entre los duros para ganarse los favores del jefe y le estaba moviendo la silla a Kim. Kim abandonó el comedor. Cuando volvió traía una pistola. Park y Cha no llegaron vivos al postre.
Todo el episodio es un poco misterioso. Si bien parece que el asesinato fue premeditado y no un acto impulsivo provocado por la discusión en la mesa, no parece que tuviera un plan de acción claro para después. Tras el asesinato, intentó convocar al Jefe del Estado Mayor del Ejército, Chung Sung-hua al cuartel de la KCIA para hacerse cargo de la situación conjuntamente. Ese tipo de reuniones se convocan ANTES de los asesinatos políticos, no después. Chung rechazó la invitación y se hizo cargo de la situación él mismo. Kim se dejó arrebatar la iniciativa sin reaccionar.
Al haber muerto Park, el poder recayó sobre el Primer Ministro Choi Kyu-hua, al que Park había seleccionado porque reunía las cualidades básicas de un buen hombre de paja: no tenía un temperamento fuerte, tenía una mentalidad más de burócrata que de hombre de acción, carecía de una base de apoyo, era torpe en el manejo de los tiempos políticos y en la manipulación de las personas… Desgraciadamente las cualidades necesarias en un hombre de paja chocan con las que precisa un hombre que debe asumir el poder en circunstancias extraordinarias.
Choi deseaba una transición democrática, pero carecía de apoyos y tenía que bandearse entre los duros del régimen, que deseaban perpetuar la dictadura, los políticos de oposición, que iban desde los sinceramente idealistas hasta los meramente oportunistas, y las facciones en las FFAA, que querían conservar sus parcelas de poder. El 6 de diciembre fue designado oficialmente como Presidente interino y tres días después tomó dos medidas que mostraron que estaba del lado de los reformadores: canceló la Medida de Emergencia 9, de carácter tremendamente represivo, y levantó el arresto domiciliario al líder opositor Kim Dae Jung. ¿Se inició así la transición democrática y el pueblo coreano y la democracia fueron felices y comieron perdices? ¡Qué pregunta! ¡Estamos en Corea del Sur!
El 12 de diciembre el Comandante del Mando de Seguridad de la Defensa, el General Chun Doo-hwan, dio lo que fue un golpe de estado encubierto. Chun sabía que su ambición despertaba suspicacias y le habían llegado rumores de que se estaban planteando tanto su sustitución como la de otros generales próximos a él de ideas similares. Con la importante colaboración de Roh Tae-woo, que mandaba la 9ª División, que fue trasladada de la Zona desmilitarizada a Seúl, Chun detuvo a Chung Sung-hua y capturó al Ministro de Defensa Rho Jae-hyun, al que forzó a aprobar la detención de Chung y la destitución de quince generales más de tendencias reformistas. Chun justificó su acción aduciendo el temor a disturbios que creasen una situación de desgobierno que pudiese ser aprovechada por Corea del Norte. Fiel a su carácter, el Presidente Choi no reaccionó al golpe de Chun. Fue un error fatal: al permanecer en su puesto, Choi de alguna manera dio legitimidad al golpe y se pudo mantener la ficción de que no había sucedido nada irreparable.
A pesar de lo ominoso del golpe de Chun, las expectativas de que la democratización era posible no sólo no disminuyeron, sino que aumentaron. A finales de 1979, fueron liberados 1.722 presos políticos. En febrero del año siguiente se relajó la censura de prensa y se restauraron los derechos civiles de Kim Dae Jung y de casi 700 personas que habían sido condenadas en virtud de la Medida de Emergencia 9. En abril los estudiantes salieron a la calle para conmemorar las manifestaciones que pusieron fin al gobierno de Syngman Rhee 20 años antes. Fueron manifestaciones contenidas que no causaron mayores problemas al gobierno. Peores fueron las protestas sindicales para que se aboliesen ciertas leyes que restringían los derechos de los trabajadores y que acabaron haciéndose violentas. Chun y los duros mandaron a finales de abril señales de que no tolerarían que se produjeran disturbios, pero el ambiente ya estaba demasiado caldeado.
El 2 de mayo hubo choques entre los estudiantes y la policía en el campus de la Universidad de Seúl. Los estudiantes radicalizaron sus posturas y ya no querían conformarse con menos que con la abolición de la ley marcial para el 15 de mayo. Los opositores Kim Dae Jung y Kim Young-sam y la Iglesia Católica se unieron a esta demanda. La intransigencia de Chun y los suyos había logrado que opositores moderados y radicales unieran sus fuerzas. Los días 15 y 16 de mayo se produjeron en Seúl grandes manifestaciones en las que participaron unas 100.000 personas.
Chun pensó que la situación se le estaba yendo de las manos y que ya no bastaba gobernar mediante el hombre de paja que era Choi. El 17 de mayo dio un golpe de estado. Extendió la ley marcial a todo el país, utilizando la manida excusa de que existía el riesgo de infiltración por parte de elementos norcoreanos. Era tan burdo que la propia Embajada de EEUU vio que no era más que una cortina de humo para justificar lo injustificable. Kim Dae Jung y Kim Young-sam fueron detenidos, así como varios líderes estudiantiles. Las actividades políticas fueron prohibidas, las universidades cerradas y la prensa amordazada.
En Kwangjiu, que era la patria de Kim Dae Jung, varios miles de estudiantes se manifestaron el 18 de mayo para pedir su liberación y el final del régimen militar. Chun envió al Ejército y se produjeron durísimos enfrentamientos. Al día siguiente la situación dio un vuelco cuando la población de la ciudad se sumó a a los estudiantes. El 20 de mayo el Ejército se vio obligado a abandonar la ciudad. ¿Fue Kwangjiu la Bengasi de Corea, donde se inició el movimiento popular que derrocó al dictador para iniciar una transición democrática tras la que el pueblo coreano y la democracia fueron felices y comieron perdices? ¡Qué pregunta! ¡Estamos en Corea del Sur!
El Ejército bloqueó Kwangjiu para evitar que “contaminase” al resto del país, en un movimiento que me recuerda mucho a la situación que plantea Saramago en “Ensayo sobre la lucidez” (malísima novela por otra parte). Entre el 26 y el 28 de mayo el Ejército se dedicó a recuperar el control sobre la ciudad por las buenas o por las malas, especialmente por las segundas. El Gobierno reconoció entonces la muerte de 144 civiles en todo el episodio. Otras estimaciones colocan la cifra de muertos entre los 600 y los 2.000.
Aparte del trauma colectivo que dejó el episodio de Kwangjiu, también dejó un inmenso malestar contra EEUU, que se entendió que había dado luz verde a la represión. Efectivamente, en virtud de los acuerdos entre EEUU y Corea del Sur, el empleo de fuerzas incardinadas en el Mando de Fuerzas Combinadas requería la autorización previa de EEUU. EEUU dio la aprobación a que fuerzas incardinadas en el MFC se utilizasen en la represión de las protestas de Kwangjiu y durante todo el episodio quedó en evidencia que la preocupación principal de EEUU había sido el mantenimiento de la ley y el orden, no la democracia.
Habiendo demostrado que ni como hombre de paja Choi servía realmente, el 16 de agosto dimitió o fue forzado a dimitir. Lo hizo en un breve acto televisado durante el cual apenas levantó los ojos del papel que estaba leyendo para mirar a las cámaras. Choi dijo: “Mi objetivo es proporcionar un punto de inflexión histórico para la construcción de una comunidad nueva y feliz de estabilidad, moralidad y prosperidad que piden nuestros tiempos.” Para decir topicazos como ése, ya podía haber dimitido vía telegrama, “Dimito. Stop, Iros al guano. Fin”.
“Un hombre de paja nunca lo hará igual de bien que tú mismo”, debió de pensar Chun que once días después hizo que la Conferencia Nacional para la Reunificación le eligiera presidente. Lo primero que hizo fue promover un cambio constitucional para que su mandato quedara un poco más legal. El 22 de octubre de ese año, los coreanos, siempre tan disciplinados, acudieron masivamente a las urnas (95% de asistencia) para aprobar las enmiendas a la Constitución Yushin propuestas por Chun. Un abrumador 91% votó a favor de ellas. Sí, el tipo de mayorías que le encantaban a Syngman Rhee. Parece que los dictadores coreanos no aprendieran.