Hace cuatro años, a esta hora, miraba a mi hija a los ojos por primera vez. Y por primera vez aparecía un sol radiante en el cielo tras muchos días de lluvia. Del mismo modo otro sol redondo y caliente me invadió a mí también mientras la oxitocina galopaba por mis venas, mientras te sostenía por primera vez entre mis brazos y admiraba cada pliegue de piel, cada pelo, ese antifaz de vérnix caseosa que hacía resbalar tu cuerpo sobre el mío...
La primavera llegó ese día a nuestra casa. La vida eclosionó en esos cinco metros cuadrados con una fuerza inolvidable. Fue un inicio de vida impaciente e imparable. Como tú.
Anoche quisiste dormir "en la cama grande", con papá y mamá. De algún modo has querido amanecer hoy en la misma cama donde aterrizaste aquel 6 de abril, trayendo contigo de algún lugar desconocido toda esa alegría y fuerza. Trajiste toda la primavera contigo. Eres tan poderosa, hija...
¡Gracias por venir y revolucionar nuestras vidas!
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