Revista Deportes

La primera en la frente

Por Antoniodiaz
La primera en la frente

Una gran estocada que, mal que bien, le valió una oreja. Cabrera



Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. Feria de San Isidro. Primera de feria. Casi lleno. Toros de Salvador Domecq y un sobrero, sexto bis, de Navalrrosal. Curro Díaz, Juan Bautista y Eduardo Gallo.
Primera de las múltiples apariciones de animales con sangre de la calaña Domecq en San Isidro. Sin novedad en el frente. Atocinados, con más magra que sustancia, con el indicador de la reserva de casta encendido, en rojo. No debió pasar el reconocimiento ninguno, pero ya lo comentabamos el otro día: plaza casi llena + ganado de saldo + toreros con sed de triunfo y poco caché = negocio rentable. Salió un sobrero de Navalrrosal, contagiado en corrales del descaste de sus compañeros de encierro. Algunos derribaron en varas, no por su desmesurada fuerza, más bien porque los caballos parecían que venían de la Ruta del bacalao. No más caballos drogados ni limitados de sus sentidos. ¿Acaso el peto acorazado no es suficiente martirio?
Ni a Curro Díaz ni al ciclo isidril le hacen falta orejas como la de esta tarde. Los argumentos de la gran estocada, llevándo al toro toreado hasta el embroque final, ni los veinte pases desmayados, sentíos y garbosos ante un vaco, tan grande como vacío por dentro, no son suficientes para arrebatar un triunfo en la primera plaza del mundo. La estructura de faena, con el único defecto de no dar una serie completa al natural, es una catequesis para las figuras del cuarto de hora. Tres, cuatro series, dándole su tiempo al toro, una serie de remates toreros, que no es lo mismo que pases adornados, y a cuadrar al toro. En esos cinco o seis minutos a un hombre delante de un Toro, le da tiempo a volver locas a veintitantas mil personas. Esa debe de ser la magia del toreo, y no esa cosa de los relojes parados ni artistas quintaesenciando borregos. No se merece el bueno de Curro el trato que le dan los taurinos, ¿porque anunciarlo con Javier Conde en el Aniversario? Aunque la pregunta lógica sería la misma pero más corta: ¿Por qué anuncian a Javier Conde?
Juan Bautista, es el paradigma del torero funcionario de nuestro tiempo. Metódico, puntual, aburrido y desganado. Nada deja a la improvisación, al talento o al orgullo. Da la impresión de que las faenas las estudia del 6 toros 6. Aún así, está encartelado en las mejores ferias, teniendo la fortuna, a veces, de aparecer en carteles fuertes. Dificilmente será recordada una faena suya, y cuando lo es, no te viene a la mente ningún natural o algún trincherazo. Lo que se recuerda es que aquel día de Otoño, estaba lloviendo. Osea, que se recuerda la lluvia, una condición atmosférica que poco tiene que ver con la bravura de un toro y el poderío de un torero. Recuerdos estériles de toreros invisibles. Hoy ha sido otro de esos días, en los que como funcionario del ruedo, hace el paseíllo; saluda de capote; hace un quite, dos no, para no levantar sospechas; cuatro series de derechazos, al natural, si se puede, un par de ellas; matamos ligero y a la furgona que mañana nos esperan en otro sitio. Qué malo es cuando un torero no dice nada.
El salmantino Eduardo Gallo sigue viendo como, por unas cosas o por otras, los trenes pasan de largo y no termina de subirse. Su último billete es éste, el de 2010. Esta tarde se puede decir que se ha alejado un poco más de la escalera del tren. En un lote sin opciones, el tercero, por cochino, el sexto bis, por mulo, ha sacado lo peor de su artillería. Vulgar, pegapasista, encimista, que es una cosa que no le pega, se empeñó en hacer faenas de pueblo en el mes de agosto. A Madrid hay que venir más despejado y menos bisoño. La afición, con sus virtudes y defectos, es clara y transparente, fácil de detectar: nada de monerías a inválidos, encimismo los justos, artilugios raros como circulares los menos y si no hay toro se abrevia. Con respetar estas cuatro cosas el aficionado sale satisfecho de la plaza, el motivo: ha visto un torero dispuesto. Para que luego, los más ínclitos toreristas, vengan con la murga de que la afición venteña es la más exigente del mundo. Como ven, es todo lo contrario, a las muestras de hoy con Curro Díaz me remito.

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