Posted by diego ospina on 26/09/2014 · Dejar un comentario
Los libros apilados formaban mi acrópolis personal con columnas de hojas tostadas y polvorientas que me provocaban constantes estornudos. Me sentía preso, acorralado en una diminuta oficina sin ventanas, sin ventilación, sin futuro.
Jim, -el cretino de mi jefe, fumaba como un gran autobús cuyo tubo de escape era su boca- recuerda terminar esos informes antes de las cuatro.-dijo mientras observaba el reloj dorado en su muñeca.
Claro jefe, descuide.-Intente contener las expresiones de asco que siempre me inspiró y lo mire directo a sus pequeños ojos negros- Usted sabe que nunca dejo nada pendiente.
Me observo con cierta compasión, ¿quién no lo haría? yo en su lugar también me sentiría aliviado de no ser el miserable que ordena los expedientes. Cerro la puerta de forma instantánea, justo como apareció, se desvaneció, dejando tras de sí solo el alivio de haber terminado la jornada.
En realidad me duele un poco que mi superior inmediato sea un incompetente, pero lo que más me molesta es que fume en este cuartucho, el humo me asfixia. Siento morir en cada exhalación viciosa que sale de esa abertura Pútrida en su rostro, aquel agujero lleno de perlas amarillas al que llama boca. Ese cerdo me roba el aire -pensé- me enfurece su forma compasiva de mirarme y su voz jactanciosa cuando me da órdenes.
¿Que pretende?
Tic, Tac, Tic, Tac… Desciendo al abismo de mis más oscuros pensamientos, un frio me recorre el cuerpo. Tom ha dejado las llaves de su auto, Pobre imbécil, no se imagina lo que le espera al abrir la puerta. Tomare uno de los ganchos que utilizo en la monotonía de mi labor y se lo clavare en la garganta de un solo movimiento, su voz adoptara un sonido gutural, sus ojos se hincharan, buscara desesperadamente una salida, suplicara por una bocanada de mi rancio oxigeno y rogara por respirar la basura que yo respiro, morirá lentamente, como yo aquí encerrado.
¿Jim, te pasa algo?- Me grito desde la puerta- si quieres puedes continuar mañana, tal vez necesites algo de aire fresco.
Yo no había notado su presencia hasta el grito, fue entonces cuando me percate del problema, una psicosis extraña se estaba apoderando de mí. Cada vez era más común soñar despierto con una o dos muertes, con formas particularmente mórbidas de suicidio. Este trabajo me había empezado a deprimir.
Toda la vida fui alguien retraído, simplemente no encajo en los cánones modernos de humanidad, ¿me pregunto qué sentido tiene vivir para pagar la renta o para no morir de hambre?. El hombre, a diferencia de los animales, sabe que está muriendo, pero decide torturarse en la oficina mientras agoniza en la sucesión de sus días.
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