Revista En Femenino

La putita del lunar

Por Expatxcojones

La putita del lunar

Fiesta Carnaval, Tánger, 2015. expatriadaxcojones.blogspot.com


Cuando se aproxima la fecha empiezas a notar a la gente nerviosa. Hay quién te pregunta de qué irás y hay quién prefiere guardar el secreto hasta el final. Sea como sea, la fiesta de Carnaval en casa de MJ se ha instaurado como una de las citas obligadas para algunos de los españoles que vivimos en Tánger.
Cuando me invitó por primera vez, pensé: Ni muerta me disfrazo. Y es que para estas cosas yo siempre he sido muy vergonzosa. El segundo año, la cosa cambió. Aunque seguía con mi resistenciaa hacer el ridículo, las ganas de salir en un ambiente, más o menos normal, podían más que cualquier otra cosa. Si el precio era disfrazarse lo pagaría con gusto.
Porque en Tánger salir de noche es… ¿cómo describirlo con una palabra? Pros-ti-tu-ción. Así de triste. Hay cuatro restaurantes dónde puedes ir a cenar, relativamente bien, pero después…
Sólo tienes dos opciones.
La primera es ir al bar de algún hotel y tomarte una copa allí. Suele haber muy poca gente. Si hay música es de estilo tradicional. No puede ser más aburrido. Si has bebido un poco antes, corres el riesgo de acabar durmiéndote en el sofá, baba incluida.
La segunda opción es peor. Son los garitos de la playa. El más conocido es El 555, pero también está El Snob, La esquinita, hay un montón. Da igual en cual te metas. Todos son iguales. A parte de música estridente lo único que hay son putas. Muchas. Todas muy jovencitas. La mayoría vienen de otras ciudades. Rabat. Casablanca. Entran con chilaba y se cambian en los lavabos. Allí se ponen el uniforme: falda corta, escote generoso y zapatos de tacón. Las dejan acceder al local gratis y luego, si encuentran a algún cliente, él les paga la entrada a la salida. Así que se pasan la noche a la caza del turista o el expatriado de turno. Generalmente hombre, más mayor que joven y solo. Aunque hay de todo.
Al Kalvo y a mí nos gusta salir de vez en cuando. Venimos de Barcelona, joder. Por eso, al llegar a Marruecos, cuando queríamos divertirnos íbamos a estos antros de perdición. Discotecas camufladas. Lupanares sin madame. Si querías bailar era la única opción. Pero llega un momento en que ver tanta putilla te deprime.
Por eso, la fiesta de Carnaval de MJ me gusta tanto. Gente española, ambiente normal, comida, música y barra libre. ¡Qué más se puede pedir! Sólo hay un inconveniente.
   —El que no venga disfrazado, no entra —. Repitesin parar la anfitriona.
En Marruecos no celebran el Carnaval. O vas a Ceuta y te compras uno que ya esté hecho o te lo fabricas tú. Esta es la opción más común. Aquí es fácil encontrar telas baratas y también sastres que, por un precio más que razonable, te copian cualquier cosa que les lleves. Después, están los creativos. Gente que con cuatro cartulinas y una peluca son capaces de convertirse en otra persona totalmente distinta.
Se acerca la fecha y nosotros, como siempre, no tenemos nada. Ni tan siquiera una idea. Entonces, paseando por Casa Barata (lugar que merece un post a parte), al Kalvo se le enciende la bombilla.
   —Mira —me dice —nos compramos esta tela y nos hacemos un par de trajes.   —¿Y de qué se supone que vamos? —le pregunto.   —Delos setenta.
No lo veía nada claro pero al menos teníamos por dónde empezar. Así que nos pusimos manos a la obra. Compramos unos cuantos metros. Fuimos a ver a un sastre y encargamos nuestro disfraz.
Llega el día de la fiesta. Llamamos al timbre. Nos abre lla puerta MJ. Coge nuestros abrigos y, evidentemente, nos pregunta de qué vamos disfrazados. La siguiente media hora nos la pasamos repitiendo la misma respuesta al resto de asistentes. Y en un momento, no me acuerdo muy bien porqué, entro en la cocina. Me encuentro con Hanan, una chica marroquí que ayuda a MJ con la comida. Veo que me mira pero no le doy más importancia. Le debemos parecer todos unos locos. Días después, me cruzo con MJ por la calle. Le doy las gracias por la fiesta pero no me escucha. Sólo verme se parte de la risa. Yo no entiendo nada. Cuando puede parar de reír, me lo explica.
   —¿Sabes qué me dijo Hanan cuando saliste de la cocina?   —No.    —Me preguntó si ibais disfrazados de matarbas.
La matarba es el típico sofá marroquí. Toda casa tiene al menos uno, sino un par. Se hacen con una base de madera y una especie de colchón encima. Suelen ocupar tres de las cuatro paredes del salón. Las telas con que se forran son muy coloridas. Abunda el terciopelo y los acabados brillantes. Los cojines y las cortinas se hacen a juego.
Esta humillación de principiantes no nos sirvió de escarmiento y cada año, cuando todo el mundo ya tiene listo su disfraz, nosotros continuamos pensando qué coño vamos a ponernos. Nuestro objetivo es claro: entrar en la casa. Nunca pensamos en ganar el primer premio. Porque, como toda buena fiesta que se precie, hay premio al mejor disfraz.
Este año ha estado muy reñido. Entre los asistentes había un rey, una reina, un par de piratas, un boxeador, una araña, una botella de cerveza, un par de ladrones, un arlequín, un mariachi, un demonio, un mocho con su palo y su cubo a juego, un grupo de comecocos, otro de emoticonos, Fidel, un personaje de Moulin Rouge y una lumi.
Ganó ésta. Somos así. Vemos un hombre disfrazado de mujer y no podemos dejar de asombrarnos. Bueno, de mujer de mala vida. Porque eso no era una mujer normal. Era una de las que podrías encontrarte en el 555. Lucía un vestido rojo mega corto, medias de rejilla, botas negras, globos en el escote y capas de maquillaje, incluida una peca en la cara.
Arrasó. Lo más divertido fue escuchar la votación. Minutos antes, cada uno de los asistentes habíamos escrito en un papelito el nombre de nuestro candidato a ganador. A él o ella, depende de cómo se mire, la nombraron de muchas maneras: fulana, pilingui, puta, putilla, prostituta… Yo también la vote y escribí lo siguiente: la putita del lunar.
Ganó una botella de vino de tamaño descomunal y un gran aplauso del público. Entre los gritos no faltaba quién le pedía el teléfono o la tarifa. Todos querían fotografiarse con ella.
¿Por qué les gusta tanto a los hombres disfrazarse de mujer? ¿Y por qué les gusta tanto a los hombres ver a otros hombres disfrazados de mujer? Freud tendría mucho qué decir al respecto. Yo no. Sólo un apunte de su valentía.
Para llegar a la fiesta hay que dejar el coche en un párquing. Desde allí hay que andar hasta la puerta del edificio principal. No hay otra manera de hacerlo. Debes cruzar toda una plaza atiborrada de gente. Las miradas no son discretas ni disimuladas. Para alguien como yo este paseillo es lo más parecido a un castigo. Ando rápido y intento taparme lo máximo posible. Pues imaginaros a la puta. Caminando medio desnuda, intentando no caerse con esos tacones, tapándose la cara con la peluca y rezando para que nadie la reconozca. Pues él, en realidad es un hombre y es marroquí, tiene un trabajo respetable. Mal iría que algún cliente lo viera de esta guisa. Pero eso no es todo. Me comenta su mujer que si la policía lo encuentra así vestido lo podría detener. Aunque sólo sea por eso tiene el premio bien merecido. No como yo. Que le robé un cinturón, una capa y una máscara a Terremoto y me disfracé de Batwoman. Todo el mundo me confundía con Catwoman y no me votaron ni una sola vez. Pero entré. Bailé. Bebí y me reí, que es de lo que se trata.

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