Revista Cultura y Ocio
Como si del set de una película apocalíptica se tratase, los usuarios de Blackberry de medio mundo experimentamos ayer en nuestras propias carnes la sensación de volver al pasado.
Mirando con extrañeza y desprotegidos a nuestro smartphone en la mano, éste iba haciéndose más y más pequeño sin mediar sonido, sin lucecita intermitente. Habíamos vuelto a la era telefónica sin más: mensajes y llamadas. Básico, funcional, pero faltaba algo. Como cuando llevas un anillo durante mucho tiempo y un día te lo quitas, o se te ha olvidado ponerte el rejol tras la ducha y te sientes "desnudo" en cierto modo.
Hemos de admitirlo: estamos enganchados.
El simple hecho de no tener acceso a la red, la imposibilidad de llevar una mini conversación divertida y distractoria con nuestro receptor (otro ávido chateador al otro lado, víctima de lo sucedido) nos puso un pelín nerviosos.
Y es que ayer, para consuelo de muchos y desconcierto de otros tantos, el servicio Blackberry fue víctima de un fallo masivo que resuelto a día de hoy sigue sin acompañarse de una explicación.
Recuerdo con sorna una frase de un grupo de Facebook: "Eres más inútil que una Blackberry sin internet." bajo la que hace tiempo seguramente cliqué en "Me gusta", abducida por ésta corriente que pronostica que acabaremos convertidos en autómatas. Me consuelo al pensar que al menos ayer el teléfono pasó mucho más tiempo del que acostumbra metido en el bolso sin sufrir mareos, me fijé más en la calle al cruzar y en las caras de los viandantes, y sentía los pulgares relajados.
Un segundo!
Me comunican por el chat que el servicio falla por momentos, os dejo!
Continuará.