Sukopa escribe:
¿Vivimos la muerte de Dios, o el retorno de lo religioso? Sobre esta cuestión reflexionan Luc Ferry y Marcel Gauchet en el libro: “Lo religioso después de la religión”.
No debemos dejarnos engañar por el aparente retorno de los fundamentalismos: lo cierto es que en Occidente las iglesias cada vez están más vacías, y detrás del fundamentalismo islámico hay más razones sociopolíticas que claramente religiosas.
Según el orden democrático, ni Dios ni la costumbre pueden utilizarse para levantar barreras entre los hombres. A Dios no lo mató Nietzsche, empezó a desangrarse en la Ilustración, cuando se empiezan a descubrir otros modelos de convivencia, otras posibilidades de organización de la sociedad alternativas a la nuestra e igualmente viables.
Pero entonces ¿con qué base podemos defender unos valores frente a otros, con un ardor en el que a veces nos va la vida? Si tratáramos de contestar a esta pregunta estaríamos cayendo en la trampa de buscar un fundamento último, y tal vez ese no sea el camino. La incertidumbre que subyace a la distinción entre lo correcto y lo incorrecto, no tiene por qué restarle legitimidad. El hecho de que la naturaleza humana sea indeterminable, no impide que creamos en unos derechos básicos universales.
Tiburcio nos recordaba hace unos días lo afortunados que somos según el budismo por haber nacido como seres humanos: “Sólo en el mundo de los hombres la combinación de sufrimiento y placer es la adecuada como para incitar a la práctica del Dharma”. Como miembros de una sociedad democrática y sin Dios, tenemos que convivir con la incertidumbre, que es la señal de que hay“excesos” en nuestra naturaleza. Algo que podría interpretarse como “huella de lo divino”. Nos dice Marcel Gauchet:
“Muchos jóvenes soñadores que se consideran modernos de la cabeza a los pies y que se creen liberados de esas antiguallas a penas imaginables, son sin saberlo, místicos en busca de alguna experiencia espiritual. Fiesta, trance, vértigo, estados modificados de conducta obtenidos por la música o por sustancias apropiadas: se trata siempre del acceso a otro orden de la realidad […] la aspiración a huir de la prisión de lo cotidiano”.
Tanto Luc Ferry como Marcel Gauchet se plantean como manejar estos “excesos” sin salir del ámbito de lo humano. Aquí ya entraríamos en el ámbito de lo que Tiburcio llama las “pajas mentales de los filósofos”. No os aburro con ellas, os animo a leer el libro directamente, que es cortito y se lee bien.Para terminar, os dejo una perla de Luc Ferry: “Francamente, el Evangelio de San Juan es más bello que la Declaración de los Derechos humanos”