Revista Cultura y Ocio

La religión etrusca

Por Enrique @asurza

La religión era algo esencial para el pueblo etrusco. La religión etrusca era muy diferente de las de los pueblos que la rodeaban, griego y latino, ya que se trata de una religión revelada por un fabuloso personaje, Tages, que había surgido un día del surco abierto por un labrador de la ciudad de Tarquinia en la tierra que araba.
Tenía apariencia de niño, pero la sabiduría de un anciano, y habría enseñado al pueblo que acudió a escucharle los principios de la disciplina etrusca, que pusieron por escrito, según el relato conservado por Cicerón. Se dice que los griegos asimilaron al pequeño con el dios Hermes Ctonio. En Éfeso, Tages es llamado Gení filius nepos Jovis y enseña disciplina etrusca a los doce pueblos de Etruria.
Otros autores antiguos atribuyen parte de esta revelación a la ninfa Begoe o Vegoia quien habría enseñada los preceptos relativos a la interpretación de los rayos y se conservaron los libri vegoici, a partir de Augusto, en el templo de Apolo Palatino, junto a recopilaciones atribuidas a adivinos latinos, tales como a los hermanos Macio y a los Libros Sibilinos. De acuerdo con los gromatici, agrimensores romanos, las reglas de su especialidad habrían sido dictadas asimismo por la ninfa a un toscano llamado Aruns Veltimnus.
A diferencia de las religiones griega o romana, donde el protagonista era siempre el hombre, la religión etrusca se caracteriza por una anulación de la personalidad humana que las otras no tenían y que los romanos resolvían con una relación sobre todo jurídica.
Las fuentes para el conocimiento de la religión etrusca son de dos clases: Fuentes Directas, como la venda de la momia de Zagreb, la teja de Capua, algunos objetos escritos, como el hígado de Piacenza y monumentos figurados, como restos de templos o tumbas, pinturas, esculturas o espejos decorados. Las fuentes indirectas son las noticias conservadas en las obras de los escritores antiguos griegos y latinos de época imperial y postclásica. Entre ellos destacan las Tablas Iguvinas llamadas así porque se descubrieron en el año 1444 en Gubbio, la antigua Iguvium, bajo las ruinas de un templo de Júpiter. Eran siete, y están grabadas en bronce, cinco en caracteres etruscos y dos en caracteres latinos. El texto epigráfico parece datar del siglo IV a.C., una época en la que Iguvium era aún independiente, por lo que no puede pensarse que el ritual tenga influencias romanas. Contiene prescripciones relativas a la lustración oficial del territorio y, en particular, de la colina Fisienna, que era el observatorio augural de la ciudad. Esta lustración, que corresponde a la amburbium y los ambarvalia de Roma, comportaba una serie de procesiones y sacrificios sucesivos, ofrecidos en diferentes puntos de territorio. La ceremonia era dirigida, en nombre del Estado, por el presidente o el procurador ( arsfertur) de una comunidad religiosa de doce hermanos Attidios, análoga a la de los hermanos Arvales romanos.

Las instrucciones del ritual se dirigen al augur asistente, que debe guiar al procurador en todos los detalles de esta complicada operación. Como los auspicios eran signos imperativos, es decir, obtenidos por petición, hay que estipular de antemano con los dioses cuáles son los signos esperados.

Comienza la ceremonia, dice el ritual al augur, "por la observación de los pájaros, el cuervo y la lechuza a la derecha, los pájaros carpinteros, macho y hembra, a la izquierda" ( Este persclo aveis aseriater enetu: parfa curnase dersva, peiqu peica merstu). Las palabras que designan esta orientación no han podido ser traducidas de forma satisfactoria. El ritural iguvino declara expresamente que si al terminar la ceremonia se dan cuenta de que falta algún requisito, se debe comenzar de nuevo.

La disciplina etrusca: Los Libros Sagrados

La ciencia religiosa etrusca o disciplina etrusca comprendía a la vez una doctrina teórica y unos preceptos prácticos y se contenía en libros sagrados divididos en tres series.

Libri rituales

Son los más extensos y contienen bastantes más cosas de las que su título da a entender, ya que trataban de las prescripciones relativas a la fundación de ciudades, la consagración de altares y templos, la inviolabilidad de los recintos, todo lo concerniente a la guerra y la paz y la división de la existencia del pueblo en saeculam.
Los libri rituales debían comprender también los libri acheruntici, correspondientes a los libros de los muertos entre los egipcios y los ostentaria, serie de estudios acerca de los difuntos prodigios susceptibles de aparecer en la tierra y cuyo análisis preciso permite descubrir su origen y sentido. La obra en conjunto formaba una doctrina muy compleja que sólo sacerdotes instruidos y especializados podían interpretar y poner en práctica. Esta era la ciencia de los arúspices, quienes ocuparon en la historia de Etruria un lugar privilegiado, ya que parece haber sido ejercida por la aristocracia, no sólo por los hombres sino también por las mujeres, como Tanaquil, mujer de Tarquinio el Antiguo y la legendaria Begoia o Ba-goia, transmitiéndose por tradición oral, teniendo los padres el honor de formar a sus hijos. Aunque el arte augural no se negaba a clases inferiores e incluso a extranjeros, como el sabino Attus Navius, augur incomparable.

Libri fulgurales

Los libri fulgurales trataban de la interpretación del trueno y los relámpagos. Y cada dios tenía a su disposición distintos rayos. Había once tipos de rayos y nueve dioses tenían el poder de lanzarlos. Así, Júpiter-Tinia, sólo o con ayuda de sus consejeros, lanzaba tres clases de rayos, benignos o más o menos devastadores. El primero lo mandaba a modo de advertencia, el segundo era peligroso y lo arrojaba sólo siguiendo el consejo de los doce dioses que eran sus consejeros y se abstenía de lanzar el tercero mientras no hubiese consultado a las divinidades consideradas como superiores. Otros ocho dioses arrojaban los suyos. El bizantino Johannes Lydus nos ha transmitido un calendario brontoscópico traducido del etrusco hacia fines de la República romana, que explicaba la significación de todos los truenos para cada día del año. Y según Plinio los toscanos habían dividido el cielo en dieciséis secciones, a fin de observar el cielo, sobre la base de los puntos cardinales. Posiblemente se identificaba al dios que era responsable de su envío teniendo en cuenta el punto de partida del rayo y el punto terrestre que alcanzaba. Esta ciencia de los relámpagos tiene al parecer un lejano origen babilónico y recuerda los modelos en terracota que se conocen en el Próximo Oriente.

Libri haruspicini

Los Libri haruspicini abarcaban la experiencia adquirida por los etruscos en la observación de las entrañas de las víctimas.
Este arte adivinatorio estaba tan reconocido que el Senado romano apelaba a ellos cuando se tenía noticas de prodigios difíciles de interpretar.
El examen del hígado de las víctimas (o hepotoscopia) está representado en los espejos etruscos. Y se conoce un modelo de hígado de carnero de bronce, que tiene su parte convexa dividida en 44 secciones o casillas, cada una con el nombre de uno o dos dioses. Orientado según los puntos cardinales, es una imagen del cielo etrusco, con la indicación del lugar que en él ocupa cada divinidad. Se trata de un objeto tardío, ya que al parecer es del siglo III a.C. Una raya divide la parte convexa en dos lóbulos, uno de los cuales ostenta la inscripción usils, el sol, el otro lleva el nombre tivr, la luna.

Los dioses etruscos

El principal lugar en el Panteón etrusco lo ocupaba Tinia, que era el omnipotente amo del rayo, cuyo nombre aparece cuatro veces en el hígado de Piacenza. Se equipara con el Zeus griego y al Júpiter romano, aunque sin confundirse jamás con ninguno de los dos.
Junto con Uni-Juno y Mnerva-Minerva formaba la Triada capital del Panteón etrusco, introducida en Roma por los reyes etruscos, dedicándose el templo tripartito de Júpiter Capitalino en el año 509 a.C., estando decorado posiblemente por el célebre artista Vulca, de Veyes y su escuela.
Se ha supuesto la existencia en Etruria de una triada infernal o ctónica, correspondiente a la triada celeste. La hipótesis se apoya sobre la existencia en Marzabotto, cerca de Bolonia, de dos santuarios tripartitos de los cuales uno, próximo a un mundus, pozo que comunica el mundo terrestre con el mundo inferior, se habría dedicado quizás a una triada de esta índole.
Una divinidad muy importante en el panteón etrusco fue Vertumnus, dios originario de Volsinia, acogido más tarde por Roma, según la narración de Propercio, que vio su estatua y que le dirigió las siguientes palabras:

"Toscano de cepa toscana, no me pasa haber abandonado, en el curso de las guerras, mi hogar de Volsinios" .

Fufluns equivale al Dioniso griego, al Liber latino y su figura fue muy popular en Etruria, a juzgar por la cantidad de obras artísticas en las que se le figura.
Otros dioses etruscos fueron Sethlan, dios del fuego, adorado en Perusa, Voltumna, en cuyo santuario se reunía la confederación de ciudades etruscas, Turms es el homólogo del Hermes griego y el Mercurio romano, con características de dios ctonio y guía de las almas hacía el más allá, además de dios del comercio, que fue adorado en Arezzo y cuyo nombre como Mirqurios aparece en un espejo etrusco de época tardía.
El dios etrusco Maris es el Marte romano, el Ares griego, cuya leyenda se difundió por Etruria, convirtiéndose en el amante de Turan-Venus, cuyo nombre se ha relacionado con una raíz prehelénica de la cual vendría el nombre de tyrannos. Ella es la señora, la regidora, cuya figura evoca la de la Afrodita griega. También se representa en los espejos etruscos la pareja de Apolo y Artemis, que aparecen con los nombres Aplu, Apulu, Aplum y Artemes, Aritimi, Artumi; Herclé era el Hércules etrusco, que tuvo gran importancia, Velchans homólogo de Hefasto y de Vulcano, Satre-Saturno, eran dioses de características similares, pero aún más sangriento el etrusco que el romano, ya que exigía sacrificios sangrientos.
Pero junto a estos dioses principales destaca en la mitología etrusca la proliferación se semi-dioses y potencias demoníacas, genios y espíritus de ultratumba a los que se conoce por las continuas representaciones en las tumbas y sarcófagos, que desvelan la concepción etrusca sobre el Más Allá.


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