Revista Cultura y Ocio

La resistencia fantasmal, por Daniel Arella

Publicado el 29 agosto 2013 por Javier Flores Letelier

La literatura de Bolaño es la casa a la que
se dirige el hombre que duerme

 
Juan Villoro

Te queda todo por aprender, todo lo que no se
aprende: la soledad, la indiferencia, la paciencia, el
silencio

 
George Perec

 

a Mishelk
 

El hombre que duerme¸ publicada por primera vez en 1967, es una pequeña novela escrita por el narrador francés George Perec, que en palabras de Roberto Bolaño, representa el mejor narrador de la segunda década del s. XX. Un bello ejemplo de ello es el poema-homenaje en prosa que le dedica en su libro Tres, donde se forja un pacto terrible: “No sirvo para nada, pero serviré para cuidarte, nadie te hará daño, nadie intentará matarte”. El hombre que duerme trata sobre el presente vigilante de un estudiante de historia de 25 años que decide, de forma radical y alucinada, abdicar de la sociedad, hasta ser su sombra más profunda, su sustento inmanente, es decir, dormir, no entendido como descansar, sino como no elegir, dejarse atravesar el tiempo de una cotidianidad inexorable y compleja. Sumergido en su habitación de París, el personaje narra en segunda persona, con una prosa tensa, obsesiva, de un ludismo, por momentos macabro, en otras lírico u hermético, la vida de un destinatario ficticio, que puede ser el mismo, o en última instancia, un lector construido a partir de un discurso enervante y demoledor, que busca el destino de la libertad en la disolución, la invisibilidad y la negación: tres estadios que permiten la articulación de la derrota, el anonimato y la supervivencia, los grandes temas bolañescos señalados por la crítica. La literatura del autor de 2666 “es la casa a la que se dirige el hombre que duerme”, reza el epígrafe. El hombre que duerme es, en síntesis, un fantasma, un ente que se desvanece y desaparece para deambular por los márgenes y resistir, por los space-off, en busca de un cuerpo, que sólo puede dárselo la literatura, el mito, como es el caso de Ulises Lima en la novela Los detectives salvajes, el cual desaparece en las calles sombrías del México DF.

En las notas siguientes intentaremos construir y darle un sentido crítico a la figura del fantasma en la obra narrativa de Roberto Bolaño como un sistema simbólico en el que se congregan diferentes tópicos, vertientes y elementos que evidencian una parte importante de la obra del escritor nacido en Chile en 1953 y muerto en España en el 2003, partiendo de lo que dice Derrida sobre el fantasma en su libro Espectros de Marx citado por Daniel Bensaid en su ensayo Resistencia. Ensayos de topología general: “Una lógica del fantasma señala hacia un pensamiento del acontecimiento” . Teniendo en cuenta que el acontecimiento es lo que siempre está por suceder o se espera que suceda, en su potencialidad oculta y viviente del presente, y así se altere el orden del tiempo, de la historia. El acontecimiento es la situación-límite de transformación de la estructuras, es la apertura, el germen de la revolución, el sueño postergado de los poetas realvisceralista en Los detectives salvajes, su leitmotiv y caída; es decir, lo que está por venir, el cambio del orden de las cosas, la historicidad de la historia, su razón, su verdad fundadora, su pasión. Pero lo que está por venir es espectral, acecha desde los márgenes su insistencia mesiánica , fantasmal, es atraído hacia los bordes de la resistencia, una resistencia que exige justicia desde su condición indestructible, desesperanzada, ausente de horizonte, de utopías, de verdades, su naturaleza es el presente viviente, su carácter es el asedio, su fuerza la vigilancia, su rumor la preparación obstinada, su paradoja la resistencia, su condición es ser el doble, el espanto, la sombra del capitalismo. La condición del fantasma es contradictoria, porque que ante la ausencia de posibilidades revolucionarias, resiste, en una permanencia infernal de búsqueda por el reverso de lo real, en asedio del acontecimiento, de “subvertir la cotidianidad”, como se lee en el Primer Manifiesto infrarrealista. Partiremos de la novela de Perec El hombre que duerme, en donde se hace hincapié el intento por proyectar una radiografía de la figura del fantasma como un sujeto periférico, traslúcido, invisible, que se deja vivir, y asume, además, una resistencia dolorosa del fondo después de la derrota y la desilusión de la utopía, como también un asedio constante y marginal del acontecimiento.

En su conferencia “Literatura + enfermedad= enfermedad”, en el subtítulo Enfermedad y poesía francesa, Bolaño analiza el poema de Mallarmé “Brisa Marina” como un poema enfermo: “La imagen que Mallarmé construye sobre la enfermedad, sin embargo, es, de alguna manera, prístina: habla de la enfermedad como resignación, resignación de vivir o resignación de lo que sea” . La vida es la enfermedad, pero una enfermedad que parte de la derrota, que halla su origen en su dilatación incontenible. La derrota es la negación y la pérdida, la desilusión y tal vez una forma de muerte, ¿o la muerte en sí misma?. Recordemos como Roberto Bolaño murió esperando un hígado, acelerándose hacia la muerte contuvo su enfermedad en una escritura inhumana. Sus amigos cercanos, como Juan Villoro, han comentado en entrevistas, que Bolaño pasaba en vela escribiendo, aún en invierno, sin calefacción. Las ansias del sujeto por el cese, por la inmovilidad, por la personificación del anonimato son atributos de lo que llamamos el fantasma. Se trata de un detenerse, de un cultivo de la ausencia por la indiferencia, de una resistencia inerme ante la soledad de ser solo en sí mismo. La enfermedad en Bolaño no es resignación, como en Mallarmé, no se deja decepcionar, es como dirían los dadaístas, un “microbio virgen”, no se deja decepcionar, es la libertad de resistir.

1 Daniel Bensaid, Resistencias. Ensayos de topología general, España: El Viejo topo, p. 132
 
2 Íbid.p.123: “Francoise Proust concebía lo mesiánico no como institución sino como pasión, como “pasión mesiánica de un mundo justo”; como un derecho incondicional, como una exigencia inmediata de justicia, aquí y ahora. No se trata en ningún caso para ella de un ideal utópico o quimérico a alcanzar sino una idea que exige ser practicada, con un “proceder sin finalidad” o de “un actuar en lugar”; ni militar, ni militante, esta pasión recoge el espíritu de resistencia que consiste en buscar cómo, en cada espacio del tiempo, la historia comienza en “los acontecimientos de la libertad” para dejar entrever “otro estado del mundo”. Se trata de captar, de un vistazo, el punto que aún no forma la línea, de tener “oído histórico” alerta a los latidos y a las pulsaciones de la historia, pues todo presente debe ser considerado como un campo de batalla de la libertad”
 
3 Roberto Bolaño, El gaucho insufrible.

La derrota es anulación, condena espiritual también, pero una condena que se vuelve fortaleza con la literatura. Perec, a lo largo de todas las páginas de El hombre que duerme, parece decirnos todo el tiempo sin ni siquiera mencionarlo, como un mantra tácito que se confunde con el latido del presente: “Escribe, no tienes otra opción, aunque el abismo te espere al final de cada palabra” . La literatura es un camino sin retorno, es aceptación de la enfermedad, es “meter la cabeza en lo oscuro” (Bolaño, “Discurso de Caracas, 1999). ¿Y qué es meter la cabeza en lo oscuro, si no el hombre que duerme? Un hombre que sueña la vida desde su invisibilidad, y se termina confundiendo con eso que niega, termina encarnándose eso como enfermedad, llámese lucidez, sensibilidad o genio, es enfermedad; ya que se convierte en enfermedad cuando no puede transformare en acontecimiento: literatura. Así nos dice Roberto Bolaño en una entrevista, citada por Juan Villoro en su esclarecedor ensayo “La batalla futura”, compilado por Candaya: “A la literatura se llega por azar… ¿Dije que la literatura se llega por azar? No, no, no a la literatura nunca se llega por azar. Nunca, nunca.” . Veamos esta frase extraída de El hombre que duerme, que más bien parece una lápida viviente del escritor:

Te queda todo por aprender, todo lo que no se aprende: la soledad, la indiferencia, la paciencia, el silencio 6

La soledad, la indiferencia, la paciencia y el silencio, son los cuatro elementos que propondremos, paradójicamente, como los componentes indestructibles de la resistencia fantasmal. Así como el fuego, el agua, el aire y la tierra son los cuatros elementos de lo existente, —la manifestación presocrática del mundo— así la soledad (fuego), la indiferencia (aire), la paciencia (tierra) y el silencio (agua), son los componentes de la resistencia traslúcida del fantasma, como también de la devoción mesmérica del escritor. Como diría la proclama de Michel Berger: “¡Resiste! ¡Demuestra que existes!”. Es extraño como la soledad, la indiferencia, la paciencia y el silencio son atributos propios de la muerte, y la literatura siempre ha sido una resistencia ante la muerte, pero más una lucha contra la muerte, o contra una historia sin acontecimientos, contra una verdad sin pasiones como propone ahora el postmodernismo, con su despolitización de Marx y su esterilidad vinculante. Así empieza, casi como un micro-manifiesto de la resistencia del poeta, el cuento “Enrique Martín” de Llamadas telefónicas:

4 George Perec. El hombre que duerme. Buenos Aires: No te tomes nada en serio, 2009. P. 58
 
5 Juan Villoro. “La batalla futura”. Bolaño salvaje. Barcelona: Candaya, 2008, p. 77
 
6 George Perec, Op. cit., p. 45

Un poeta lo puede soportar todo. Lo que equivale a decir que un hombre lo puede soportar todo. Pero no es verdad: son pocas las cosas que un hombre puede soportar, soportar de verdad. Un poeta, en cambio, lo puede soportar todo. Con esta convicción crecimos. El primer enunciado es cierto, pero conduce, a la ruina, a la locura, a la muerte” 7

Veamos como a continuación Perec evoca un desfile de sujetos derrotados:

Desterrados, parias, excluidos, portadores de invisibles estrellas. Caminan rozando los muros, con las cabezas bajas, los hombros caídos, con las manos crispadas rozando las piedras de las fachadas, con gestos fatigados de vencidos, de mordedores de polvo. 8

Todos estos seres marginales, derrotados, invisibles se dirigen a la literatura de Bolaño, todos estos fantasmas buscan un cuerpo, que es la literatura, como zombis salidos de sus tumbas a media noche. Estos seres periféricos no tienen espacio, andan de aquí para allá, deambulando como almas en pena; así se nos dice en el Primer manifiesto infrarealista: “Nunca demasiado tiempo en un solo lugar, como los guerrilleros, como los ovnis, como los ojos blancos de los prisioneros a cadena perpetua”. Condenados, su único espacio posible es la literatura. La literatura es la casa de los fantasmas, podríamos decir —sin pretender realizar una poética a lo Lovecrat, escritor que Bolaño admiraba; un ejemplo es la conferencia “Los mitos de Cthulhu”—. Pero estos seres: “Los viejos locos, las viejas ebrias, los iluminados, los exiliados. Se cuelgan del forro de tu chaqueta, de tus faldones, de tus mangas, te echan su aliento a la cara” . En la literatura de Bolaño son fugitivos y es preciso buscarlos. Ellos se encarnan en fantasmas como consecuencia de una ruptura muy fuerte con la vida, ya sea ideológica, como es el caso de Ulises Lima; o proveniente de la enfermedad, como Jack Holmes en el cuento de Llamadas telefónicas, “Joanna Silvestri”. Son ejemplos admirables el escritor alemán Archimboldi de 2666, y la madre de los realvisceralistas Cesárea Tinajero. Andrea Cobas Cabral y Verónica Garibotto, en su artículo: “Un epitafio en el desierto. Poesía y revolución en Los detectives salvajes”, concuerdan con nosotros: “Cesárea renuncia a todo convirtiéndose en un fantasma. Más que por su programa estético, atrae por su invisibilidad” . Lo que nos pertenece es sólo lo que esperamos, y lo que nos hace esperar, pero asediando el presente. Sólo eso nos mantiene vivo, ¿la muerte?. Sólo esperamos no esperar. La soledad es la única justicia, la disolución es el juicio:

7 Roberto Bolaño, Llamadas telefónicas, Barcelona: Anagrama, 1997, p. 37
 
8 George Perec, Op. cit., p. 119
 
9 Íbid., p. 65
 
10 Andre Cobas Cabral y Verónica Garibotto. “Un epitafio en el desierto: poesía y revolución en los detectives salvajes”. Bolaño salvaje. Barcelona: Candaya, 2008, p. 116

No has aprendido nada, sólo que la soledad no enseña nada, que la indiferencia no enseña nada: era un engaño, una ilusión fascinante y traicionera. Estabas solo, y eso es todo, y querías protegerte; que entre el mundo y tú los puentes se rompieran para siempre. Pero eres muy poca cosa y el mundo es una palabra muy altisonante: nunca hiciste más que errar en una gran ciudad, más que recorrer algunos kilómetros de fachadas, de escaparates, de parques y de muelles 11.

La imagen poética como la enfermedad de no haber muerto eternamente. Ya nada importa, todo es abandonado nuevamente, el sujeto se siente la red permeable e invisible de la vida, él es la vida en su núcleo indiferente y trágico, pero ausente de ella, al mismo tiempo, porque a llegado al fondo y se ha despojado de todas las máscaras. Entonces el mundo le parece falso, y ese parece ser su única verdad y el fundamento de su abdicación, de su actitud vital, contradictoria, desgarradora. Sorprenderse de la sobrevivenvia, de eso que llama Kafka lo indestructible en uno mismo, es lo único que tenemos, luego de la masacre, es lo único, lo poco. La muerte respira por su boca y espera ya no esperar nada, como dijo Perec. Pero esto es una trampa que se utiliza como resistencia:

No romperás el círculo encantado de la soledad. Estás solo y no conoces a nadie; no conoces a nadie y estás solo. Ves como los demás se aglutinan, se aprietan, se protegen, se abrazan. Pero tu no eres, mirada muerta, más que un fantasma transparente, leproso color de muralla, silueta ya convertida en polvo, lugar ocupado al que nadie se acerca 12.

No conocer a nadie y estar solo, eso es ser un fantasma, el destino traslúcido del fantasma es la soledad, su enfermedad profética. Y esa es la definición de José Gorostiza en Muerte sin fin que cita Juan Villoro en su ensayo: “Inteligencia, soledad en llamas”. No en vano, proponíamos a la soledad como el fuego, más que como iluminación, como quema. Nacido del polvo, de la derrota, no somos más que “un fantasma transparente” que siempre acecha su historia, resistiendo; pero como dice Perec casi al final de la novela: “No nos hemos muerto. No nos hemos vuelto locos” 13. El fantasma es el último estado de la resistencia, el preludio verdadero de la muerte.

11 George Perec, Op. cit., p.146, 147
 
12 Íbid., p. 75
 
13 Íbid., p. 134

 
Bibliografía consultada
 
Bolaño, Roberto Llamadas telefónicas, Barcelona: Anagrama, 1997.

Bolaño, Roberto. Los detectives salvajes, Caracas: Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos (Edición popular), 2007.

Cobas, Andre Cabral y Garibotto, Verónica. “Un epitafio en el desierto: poesía y revolución en los detectives salvajes”. Bolaño salvaje. Barcelona: Candaya, 2008

Perec, George. El hombre que duerme. Buenos Aires: No te tomes nada en serio, 2009.

Rojas, Pachas Daniel. “El discurso hipertextual como estrategia para la constitución de una memoria universal en la narrativa de Roberto Bolaño”. Ponencia en el Congreso Internacional CONELIT. Lima, Perú. 24-27.11.2009. (Cinosargo mordiendo el arte revista digital).

Villoro, Juan. “La batalla futura”. Bolaño salvaje. Barcelona: Candaya, 2008.
 
Bibliografía digital
 
Roberto Bolaño, El gaucho insufrible.
Roberto Bolaño, Tres
Manifiestos infrarealistas
http://www.portalmundos.com/mundocine/actores/johnholmes.htm
http://www.imdb.com/name/nm0001360/bio
http://es.wikipedia.org/wiki/John_Holmes
 

Sobre el autor
 
Daniel Arella. Caracas, 1988. Tesista de la carrera de Letras, mención Lengua y literatura hispanoamericana y venezolana de la Universidad de los Andes. Ganó la primera mención del Premio DAES de literatura en la modalidad cuento (ULA), 2008; como también el Premio DAES de literatura en la modalidad cuento (ULA). 2009. Poemas suyos han sido incluido en varias antologías: Ganadores del XX concurso Cuento, Ensayo y Poesía de DAES, 2008; Doce orugas en el viento: Antología de la novísima poesía merideña, 2008. Publicó, junto con otros jóvenes escritores, la novela colectiva policial free-jazz, Una balacera abolirá el azar, Editorial el perro y la rana, 2010. Ensayos, poemas y cuentos suyos han sido publicados en revistas como Casaviento, El club de la serpiente, Almenar, Solar, Afinidades electivas, entre otras. Publicó su primer poemario en el 2012, intitulado Al fondo de la transparencia.


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