
Coppola nos transporta a la Guerra Civil norteamericana, en un entorno que recuerda inevitablemente a esos paisajes de la idílica Lo que le viento se llevó en los que la valiente Scarlett O'Hara se paseaba tan dueña de sí misma. No obstante, poco a poco comienzas a darte cuenta de que en esta cinta de reparto mayoritariamente femenino, no hay espacio para ninguna heroica Escarlata con la melena al viento. Lo que encontramos en cambio es a una Nicole Kidman al mando de una escuela de señoritas sureñas de distintas edades que custodian la casa durante los tiempos de guerra. Su rutina de estudio, cocina, jardinería y costura cambia cuando Jonh McBurney, un soldado yanki malherido, es rescatado por una de las jovencitas.

A continuación, después de esa confusa y tediosa introducción, el ritmo cambia totalmente. Hay un punto de inflexión en la trama que despierta en el espectador la atención no solo por los hechos en sí, sino por el nuevo tono que adquiere la historia. De pronto la lujuria se transforma sorprendentemente en misterio y algo de sangre y los acontecimientos responden ahora a un tipo de thriller que no deja de ser desconcertante. Porque sigues estando algo perdido, aunque expectante... hasta que llega el final, que no es que sea inesperado, ni siquiera abrupto, pero sí un tanto decepcionante, no en sí mismo, sino por todo el conjunto del filme.
Cuando llega el desenlace, después de un metraje en el que se parchearon la lujuria y el thriller, sin decidirse por cuál ocupa mayor protagonismo, tienes (tuve) la sensación de que no era en absoluto lo que esperabas. Y que exceptuando esos típicos términos para alabar una cinta como "banda sonora", "reparto" o "fotografía", piensas que Coppola tiene que hacerlo mucho mejor la próxima vez.