Revista Cultura y Ocio

La señora del banco

Por Sese
La señora del banco
O de la entidad bancaria, para ser más preciso.
Y es que estaba cierto día en una entidad bancaria esperando mi turno para ser atendido en "ventanilla" por el empleado correspondiente.
Era uno de eso días complicados en los que las dependencias bancarias se llenan de gentes ávidas por realizar las diligencias correspondientes. Avidez que se traduce en sacar una pasta de la cuenta en el día posterior al cobro de nómina, pensión...
Vamos que estaba a reventar. Normalmente en pocos minutos te atienden, pero hay días, como ése, en los que se acumula la gente y debes esperar pacientemente tu turno.
Pues en esas estábamos,  cuando advertí la presencia de una señora de cierta edad que no fui capaz de discernir (tampoco es que me fijara) que exclamó en un tono algo superior al que aconseja la discreción: "esto no avanza, ya llevo más de diez minutos y sólo han atendido a dos señores"
A los pocos minutos tuvo la suerte de tomar asiento, y también renovada energía para seguir quejándose de lo que le tocaría esperar." Si es que tendrían que poner más gente, que mucha comisión pero los que perdemos aquí el tiempo somos los mismos..."
Siguieron sus improperios y su labor de apostolado al respecto consiguió reclutar a un par de personas más que en acalorada conversación seguían quejándose de la situación.
Y pasaron los minutos y al fin le tocó el turno a la agitadora ocasional. Parece que sólo quería retirar cierta cantidad de dinero. Vamos que era una gestión sencilla y rápida. Pero no, la susodicha se empeñó en tal momento (la plaza seguía "abarrotá) en que le explicaran de pe a pa cada movimiento de la cartilla que no entendía.. Y no contenta con ello (estaba en su derecho, faltaría más) se puso a contarle su vida a la empleada bancaria, que muy amablemente atendía a la conversación y respondía escueta pero educadamente a las palabras de la doña.
Estuvo cinco minutos en una gestión que podía a) solucionar en el cajero automático y b) que no requería más de un minuto (y volver otro día con menos cola para a)  que le explicaran los cargos de la cartilla y b) para contarle su vida a la señorita del mostrador)
Moraleja: que cada uno va a lo suyo y maricón el último

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