Revista Cultura y Ocio
La niebla
Pone fin Luis Mateo Díez al ciclo de Celama con esta novela, con las andanzas de Ambrosio Leda, un hombre represaliado que lleva quince años escondido y huyendo de un Expediente de Depuración que pesa sobre él, mientras sobrevive durante la noche, deambulando por las calles de Balma, la Ciudad de sombra, unas calles que él conoce como si fueran las propias venas de un cuerpo arrasado por la culpa de haber dejado atrás a su familia, y por un peregrinaje que parece no tener fin.
Esta metáfora de la Guerra Civil y de los años posteriores es la que late en las páginas de esta novela, y gracias a ella Mateo Díez nos presenta una galería de personajes entre los cuales podemos reconocer a toda la fauna española de la época: los vencedores presuntuosos, los derrotados humillados, aquellos que lidiaron con la derrota gracias a la resignación que da no mirar atrás, otros a quienes la victoria también parece que se les está pasando, y en definitiva unos y otros salpicados por las miserias humanas, por la ambición, el ansia de poder, el deseo de hallar algún rastro perdido de amor entre las sombras, el afán de intentar derrotar al tiempo inclemente, incluso la envidia que provoca Ambrosio, con el saco donde guarda lo que la caridad le regala, libre a su manera en esa madrugada eterna.
Toda la novela está teñida de jirones de niebla, de testimonios truncos que se completan a golpe de conversaciones como saetazos, a base de enigmas que nadie parece conocer pero que todos sueñan con desentrañar, de recuerdos de una existencia anterior, en el caso de Ambrosio Leda, y de trabajos extraños, porque siempre son extraños los trabajos que se encargan de noche, al amparo de cualquier esquina húmeda, donde habitan los fantasmas de una guerra esquiva y los odios pretéritos.
El tiempo se ha detenido, coagulado por la mano maestra de Luis Mateo Díez, una mano que nos reta en cada obra, porque es un reto acompañar a quien maneja el lenguaje como si pudiera fabricar brumas, y tal vez no todo el mundo tenga el ánimo suficiente para hacerlo, el ánimo o la calma para dejarse llevar por las calles de Balma, por plazas que se derrumban, por sagrarios que son violados en mitad de la noche, por confesiones perentorias, encontrando granadas a medio explotar, niños a medio crecer, taxistas que recuerdan a Caronte, callejones del gato multiplicados hasta el infinito, o peregrinos de una nostalgia que está condenada a repetirse. En definitiva, Luis Mateo Díez en toda su pureza literaria.
La soledad de los perdidos. Luis Mateo Díez.Alfaguara. Madrid 2014. 584 págs. 18’50 euros.(LA VERDAD, "ABABOL", 24/1/2015)