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La tienda de los horrores – Las mujeres-gato de la Luna

Publicado el 26 noviembre 2011 por 39escalones

La tienda de los horrores – Las mujeres-gato de la Luna

Esta sección se viste de gala para recibir a posiblemente una de las peores películas de todos los tiempos, nada menos que Las mujeres gato de la luna (1953), dirigida por Arthur Hilton (nada que ver, en principio, con los hoteles) y protagonizada por Marie Windsor, Sonny Tufts, Victor Jory y un catálogo de increíbles mujeres gatuno-selenitas. La película lo tiene todo para ser un absoluto bochorno: un guión lamentable repleto de situaciones ridículas, un reparto nefasto que hace lo que puede, o sea, nada, con un texto delirante, una escenografía de todo a cien y unos efectos especiales que son simplemente defectos sin especialidad alguna. Es una cosa tan extraña, tan impresentable, tan asombrosamente extravagante, que casi hay que verla.

Las mamarrachadas comienzan desde el principio, con la primera escena: una nave espacial tripulada por cinco astronautas, cuatro hombres y una mujer, va camino del satélite de la Tierra. Los primeros minutos no tienen desperdicio: el lenguaje pseudo-técnico relacionado con la travesía espacial, la comunicación con el mando terrestre y la “artesanal” presentación de los personajes sólo tienen comparación con la nulidad de los efectos especiales y la horrorosa ambientación espacial: esta nave no es más que el decorado de una oficina de mediados de los cincuenta, con sus archivadores, escritorios, sillas con ruedas, lámparas, relojes y demás, eso sí, con unas hamacas que, colgadas de las paredes, hacen de habitáculo de descanso para los tripulantes. Pero eso no es lo peor, porque la llegada a la Luna supone el hallazgo de una inmensa cueva de atmósfera similar a la Tierra, es decir, con oxígeno respirable por los humanos, en la que, tras el descacharrante ataque de unas arañas gigantes y peludas que parecen Trancas y Barrancas (no perderse esta secuencia, de verdad, es de lo “mejor” que se puede ver, y se verá nunca, en una pantalla), los astronautas descubren una civilización únicamente compuesta de mujeres-gato con poderes telepáticos. De hecho, ahí radica el secreto que gobierna esta extraña misión: son ellas, con su influencia telepática, las que han provocado el envío desde la Tierra de la nave y la inclusión en ella de Helen, la astronauta, con el fin de, ejerciendo sus poderes, convencer a los tripulantes de que las lleven a la Tierra y así huir de su abandono en el satélite, con la voluntad, eso sí, de controlar telepáticamente los cerebros de todos los seres humanos y así dominar el planeta desde su llegada… Creo que si cualquier grupo de niños diseñara una fantasía similar para sus juegos, sus padres no dudarían en encerrarlos en el frenopático más próximo.

Que conste que Hilton no era ningún inútil. Arthur Hilton había sido montador de dos excelentes películas, Perversidad de Fritz Lang y Forajidos de Robert Siodmak, entre otras, y conocía a la perfección el arte de contar buenas historias. Sin embargo, la primera escena del film, ya comentada, se las trae, pero sólo es el principio de lo que sigue. Porque los ingredientes que aderezan la trama, como el triángulo amoroso de Helen y dos de los astronautas, la jerga científica inventada que utilizan en su misión, los defectos especiales y, por encima de todo, el lenguaje y las actitudes de seducción de las mujeres-gato para “llevarse al huerto” a los tripulantes masculinos, son de lo más absolutamente carcajeante que puede disfrutarse en una película pretendidamente seria que deriva en involuntaria comedia absolutamente delirante. Algo que contribuye no poco a la estética horrorosa del film es su rodaje en 3D (justo, eso que algunos se creen que inventó James Cameron pero que tuvo su edad dorada en películas de los años cincuenta como Crimen perfecto de Alfred Hithcock, Hondo, con John Wayne, La bella del Pacífico, con Rita Hayworth y Charles Bronson, o Los crímenes del museo de cera, de André de Toth, con Vincent Price, Charles Bronson); gracias a ello la cutrez del conjunto puede percibirse más a primera vista que nunca (sí, las 3D fueron paulatinamente abandonadas porque no ofrecía cualidades técnicas que mejoraran las historias o supusieran o aumentaran avances en las posibilidades narrativas o artísticas)

Bodrio sin remisión y sin redención posible, carece de virtud alguna en su guión o en sus interpretaciones. La tensión amorosa no existe, las selenitas carecen de una efectiva y adecuada caracterización gatuna (tanto podrían ser mujeres-grillo, mujeres-elefante o mujeres-cabra montesa con rizos, es igual), los personajes masculinos, espantosamente interpretados, son de chiste barato, y el presupuesto no les ha dado ni siquiera para una luz, una explosión o una apariencia espacial digna.

Entre toda morralla, un acierto: la inclusión de hermosas mujeres entre la población lunar, como Marie Windsor (recordada por su personaje en Atraco perfecto de Stanley Kubrick), Carol Brewster o Susan Morrow. En definitiva, una película tan bochornosamente mala, con una propia conciencia de sí misma y de su horripilancia, que hay que verla para poder creerlo. La recomendamos encarecidamente. Es una experiencia inenarrable.

Es tan mala que esta vez no imponemos ninguna condena; bastante fue hacerla… Únicamente lamentamos que ninguno de sus integrantes consiguiera jamás una estrella en el Paseo de la Fama, sin duda por falta de calderilla disponible. Ya se sabe, una vez superada la Edad de Oro de Hollywood, y si alguien pensaba que a Penélope Cruz le habían puesto una estrella en la acera para que todo el mundo la pisotee por sus méritos artísticos (al menos por los cinematográficos, porque otros méritos privados sí le han otorgado allí otra clase de fama), les recordamos que esas estrellas se compran. Eso sí que es un horror…


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