Revista Cultura y Ocio

La torre oscura

Publicado el 02 febrero 2012 por Laesfera

Vas por la calle y te cruzas con un hombre de dos metros. Vas porla calle medio dormido, con legañas, como si la cama te hubiera echado de casapara poder descansar ella. Vas así y te cruzas con un tipo enorme que pasa pordelante como una exhalación, de derecha a izquierda, casi pisándote paragolpearse con el portal haciendo retumbar el edificio. Y coges y te paras, tedas la vuelta y levantas las cejas. El hombre te mira y descubres cara quemadapor el sol, barba descuidada y un paréntesis de piel remarcando los labios.Detrás de los labios dientes enormes, separados, que se te aparecen como piezasde dominó. Te haces el sueco y continuas camino mientras escuchas detrás cómola torre oscura coge aire, arranca mocos y los escupe golpeando el suelo como unmartillo. Te tiras todo el día delante del ordenador.Acudes a una reunión de trabajo.Y vuelves casa.Cuando vuelves realizas el mismo camino que a la ida. Costumbres.Ahora es casi de noche y la luz roja de los coches que pasan se te hacemetáfora de un semáforo sobre ruedas. Tantas ganas tienes de llegar que todoparece poesía. Cuando pasas por el portal de la mañana echas un vistazo, comoesperando ver los cristales rotos y un montón de cinta marrón haciendo unaequis encima del picaporte. Pero no hay nada. Saludas al señor del acordeón, altipo de la tienda de sombreros y vas sacando las llaves para ensartarlas en lacerradura. En cuanto levantas la cabeza percibes cómo la puerta se abre, suave,ligera, casi un soplido. No estás tan fuerte como para atribuirte ese logro yno te extrañas al ver una mano sosteniendo al otro lado del metal. Ahí sonríes,para decir gracias, pero no llegas a separar los labios porque tu mirada secruza con otra que desde muy arriba te encoge el estómago. Los dientes separados,casi cabes entre ellos, y la barba oscura, con pelos tan duros que parecenestacas en tierra. Te deja pasar y tú, minúsculo intento de hombre, bajas loshombros, agachas la cabeza y caminas hasta el ascensor. No quieres saber quépasa por encima. Pulsas el botón y esperas, de espaldas, temblando. Cuandosuena el timbre abres la puerta y das media vuelta. Él sigue ahí, sujetando elmanillar con la mano. Te observa, le observas. Entonces ves en el suelo unamochila idéntica a la que tienes en casa. Sólo que esa está llena. ¿Quizá? Élte hace un gesto y se marcha. Entras en el ascensor. Piensas que si ella estáarriba os acaban de joder la vida.

Autor del texto: Alberto García Salido


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