Revista Opinión

La Transición española agoniza y se devalúa

Publicado el 12 marzo 2015 por Franky
La Transición española agoniza y se devalúa Durante décadas la Transición española fue un mito. Se decía que fue "ejemplar" y que constituía un modelo de transito a la democracia aplicable en cualquier país del mundo. Los medios internacionales colaboraron en la consagración de aquel mito, que causaba admiración en Londres, París, Nueva York y en todas las latitudes. Sin embargo, aquel logro hoy muestra demasiadas grietas y se derrumba, agotado y envuelto en la polémica. Muchos sostienen que fue una gran mentira, que nunca sirvió para transitar hacia la democracia porque el sistema que sustituyó al Franquismo solo fue una dictadura de partidos, eso sí, hábilmente camuflada y con maquillaje democrático.

Son muchos los que todavía la defienden, pero cada día son mas los que creen que no fue tan modélica. De cualquier modo, hoy parece agotada, al igual que la Constitución de 1978, un texto que nació como provisional pero que conservó su provisionalidad hasta nuestros días.

Lo que está indiscutiblemente agotado y caducado es el sistema político que nació con la Transición y que adoptó aquella Constitución. Su balance también es discutible porque unos defienden sus logros y otros resaltan sus carencias y defectos, pero ya son pocos los que se atreven a defenderlo, sobre todo cuando se analiza la injusta, corrupta y medio arruinada España del presente, fruto lamentable del deterioro de aquella democracia discutible y discutida.

En realidad, en la España del presente están resucitando los viejos fantasmas y aflorando contradicciones y traumas supuestamente superados, desde divisiones territoriales hasta odios de clase y retorno siniestro de las viejas dicotomías hispanas: religión-laicismo, rojos-azules, derechas-izquierdas, ricos-pobres... monstruos que perecían haberse conjurado pero que han vueto para abrir sus fauces.

Muchos españoles, cada día mas, hasta echan de menos logros y valores del antiguo régimen denostado, de una dictadura a la que los políticos actuales, con sus baños de corrupción, arrogancia y abuso de poder, están haciendo buena.

Casi todo es discutible y caben opiniones a favor y en contra de la España construida por los falsos demócratas a partir de 1975, pero hay algo que es real como la vida misma y que no admite discusión: España ha perdido la ilusión y hasta parece que pierde la esencia que la convierte en nación: la existencia de un proyecto compartido, de objetivos e ilusiones comunes, la unidad y el deseo de convivir en paz.

Los pensadores están asustados porque está fallando lo básico y los fundamentos de la nación se resquebrajan. Ya no se trata de diferencias ideológicas o de criterios sobre economía, sino de algo mucho mas fundamental: de la idea de caminar juntos hacia el futuro.

Y para colmo, las soluciones parecen alejarse porque la sociedad se está divorciando a pasos de gigante de su clase dirigente, a la que rechaza y hasta aprende a odiar. Los políticos han cometido casi todos los pecados posibles e imaginables, entre ellos los tres mas graves en democracia: se han corrompido hasta el tuétano y han contagiado a las instituciones y a la sociedad, anteponen sus propios intereses al bien común y se han constituido en "casta", monopolizando el poder y expulsando de la política al ciudadano y a sus grandes anhelos y reivindicaciones.

Los políticos españoles se creen dueños del poder y han olvidado que el ciudadano es el soberano en democracia. Los ciudadanos quieren que se acabe la impunidad, pero ellos siguen nombrando jueces, manteniendo el escandaloso número de aforados (mas de 17.000) y dejando sin castigo a saqueadores, estafadores, ladrones y canallas. El pueblo quiere que se acabe la financiación de partidos y sindicatos con dinero procedente de los impuestos, pero ellos reparten cada día mas euros a sus partidos. La gente quiere que se supriman las autonomías y que se adelgace el Estado que han construido, demasiado grueso e incosteable, lleno de enchufados, con mas políticos cobrando que los existentes en Alemania, Francia e Inglaterra juntos, todo un escándalo al que los políticos, arrogantes y antidemócratas, hacen oídos sordos.

El sistema español necesita renovarse y los partidos, convertidos en cloacas, también, pero los políticos solo esgrimen el fantasma del miedo al cambio y se enrocan para que todo siga igual. Es una política suicida y peligrosa porque esa inmovilidad brutal y esa cerrazón ante la cirugía necesaria es una locura peligrosa, quizás también una "alta traición" a la esencia de España.

La gente quiere compartir una patria común, disfrutar de libertad y orden, ganar la paz, conquistar el bienestar y legar a sus hijos un lugar decente para vivir, pero está llegando a la conclusión de que los políticos, a los que empieza a mirar como enemigos, con sus mezquindades y corrupciones, se lo están impidiendo.



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