
The tomb of Ligeia (Roger Corman, 1964. Gran Bretaña): un leve toque necrofílico, más el hitchcockiano (rebeccanos para ser exactos) de la obsesión por la eternidad, fueron los inusuales temas que Corman utilizó para este visualmente depurado y gótico cierre a sus generalmente logradas (esta no lo fue menos, aunque sí se echa en falta la verdadera grandeza que sí lograran, por ejemplo, La caída de la casa Usher o El cuervo) adaptaciones de cuentos de Edgar Allan Poe, genial precursor de la literatura de horror y misterio. Quizás pase por ser, injustamente, uno de los films menos recordados (o más subvalorados, que viene a ser lo mismo) de su recuperable autor.

