Revista Cultura y Ocio

La última emperatriz de China

Por Tiburciosamsa
La última emperatriz de China
Una foto decidió el destino de Wan Jung.
En 1922 el último emperador de China, Pu Yi, tenía 16 años. Era un emperador simbólico, al que ya se había privado de todo el poder real. Vivía enclaustrado en la Ciudad Prohibida, rodeado de eunucos y cortesanos y prisionero de rituales centenarios, que cada vez tenían menos sentido. Pu Yi se estaba poniendo inquieto. Su tutor occidental, el diplomático británico Reginald Johnston le había hablado de Occidente y Pu Yi empezaba a sentir que se asfixiaba dentro de la Ciudad Prohibida. Su padre, el Príncipe Ch'un y sus asesores decidieron que había llegado el momento de casarle. Mientras que los padres normales intentan que sus hijos adolescentes no se interesen demasiado por el sexo y buscan distraer su atención hacia otras actividades, el Príncipe Ch'un quería que se interesase por el sexo, para que no tomase otras aficiones.
En los tiempos en los que los emperadores eran alguien, habría habido un desfile de princesas, deseosas de ser elegidas por el emperador. En 1922 lo único que hubo fue cuatro fotos para que Pu Yi escogiese. En sus memorias Pu Yi rememora lo ridículo que fue todo: "Enviaron cuatro fotos al Palacio del Cultivo de la Mente. A mí las chicas me parecían la misma y sus cuerpos parecían tan sin formas como si estuvieran entubadas en sus vestidos. Las caras eran muy pequeñas en las fotos, se manera que no se podía ver si eran bellezas o no. La única comparación que pude hacer fue entre los estilos de sus vestidos. No se me ocurrió en su momento que era uno de los grandes acontecimientos de mi vida y no tenía estándares para guiarme." Pu Yi hizo un círculo en la foto de Wen Hsiu, una chica regordeta de trece años. Pero resultó que no todos los de su círculo favorecían a Wen Hsiu, así que le pidieron que volviera a escoger y para que no se equivocara esta vez, le hicieron saber que una de las fotos pertenecía a Wan Jung, que era muy guapa, tenía su edad y venía de una familia rica. Si Wen Hsin le seguía apeteciendo, podía convertirla en su segunda consorte.
Wan Jung era hija del Ministro de Asuntos Domésticos de la dinastía Qing. Había recibido una buena educación en una escuela de misioneros norteamericanos en Tianjin. Parece que era una mujer inteligente y con carácter. Cuando una comitiva de eunucos y camareras llegó a su casa y le dijeron que tenían que enseñarle cómo comportarse delante del emperador, Wan Jung se cogió un rebote de cuidado. La iban a casar con una persona que no conocía y la iban a meter en una jaula dorada. Hay enfados que están justificados. Pese a todo, Wan Jung accedió. La tradición familiar fue más fuerte que ella. Cuatro generaciones de su familia se habían casado con hermanas de los emperadores manchúes y su bisabuelo había combatido en la frontera mongola en favor de la dinastía.
La noche de bodas fue bastante inusual: el novio salió huyendo a la carrera. El propio Pu Yi lo cuenta de esta manera: "... Cuando hubimos bebido de la copa nupcial y comido pasteles hijos-y-nietos (un tipo de pastel que se tomaba en noche tan señalada y cuyo objetivo viene perfectamente descrito en el nombre) y entramos en esta recámara de color rojo oscuro, me sentí agobiado. La novia se sentó en la cama, con la cabeza baja. Miré en derredor y vi que todo era rojo: cortinas rojas, almohadas rojas, un vestido rojo, una falda roja, flores rojas, y una cara roja... Parecía la cera derretida de una vela roja. No sabía si tenía que estar de pie o sentarme, decidí que prefería el Palacio del Cultivo de la Mente y allí volví." Los biógrafos de Pu Yi han concluido que no fue sólo la aversión al color rojo lo que produjo la espantada en la noche de bodas. Hay dos motivos que se han barajado para su falta de interés en Wan Jung: que era impotente y tenía la líbido muy baja y que sus gustos sexuales iban por otros lados. Li Yuqin, que fue su segunda consorte entre 1943 y 1945, afirma que era impotente y sólo había podido hacer el amor dos veces, una con ella misma y otra con Wan Jung. En cambio, su cuñada, Hiro Saga, afirma en sus memorias que Pu Yi se lo montaba con sus pajes. Sea como fuere, el hecho es que Wan Jung no estaba bien atendida desde ese punto de vista.
Rodeado de aduladores y colocado varios escalones por encima del resto de los mortales, parece que Pu Yi nunca vio a Wan Jung como algo más que una sirvienta ennoblecida. Un ejemplo de la escasa consideración que le tenía a Wan Jung nos lo da en sus memorias. A raíz de un incidente en el que un eunuco que había sido castigado intentó asesinar al jefe de los eunucos, pensó en todos los eunucos a los que había ordenado que apalearan y la carne se le puso de gallina. Le quitaba el sueño pensar en lo fácil que le sería a un eunuco penetrar en su dormitorio y asesinarle. "... Quería encontrar a una persona de fiar que vigilase por mí y no pude pensar en nadie más que en la emperatriz. Desde ese momento hice que Wan Jung estuviera sentada toda la noche vigilando; tenía que despertarme si oía cualquier movimiento y yo tenía un palo junto a la cama, listo para usarlo. Pero después de que Wan Jung hubo pasado varias noches seguidas sin dormir, me dí cuenta de que el método no era bueno..." Da la impresión de que se dio cuenta de que el método no era bueno, porque la pobre Wan Jung debió de terminar por dormirse. No parece que se hubiese parado a considerar en ningún momento lo que pensaba Wan Jung de la idea de pasarse las noches en vela, vigilando.
En 1924 Pu Yi fue forzado a abdicar. A medida que la situación política se deterioraba, Pu Yi empezó a temer por su vida. Aparte de que le seguía escociendo eso de haber sido emperador sin haber tenido poder real. Fue así que aceptó la tutela de los japoneses, se arrojó en sus brazos y en febrero de 1925, siguiendo sus indicaciones, marchó a Tianjin, que era un puerto cosmopolita situado a 120 kilómetros de Pekin.
Pu Yi y Wan Jung pasaron 7 años en Tianjin. Vistos en perspectiva fueron años vacíos. Pu Yi fue el objeto de deseo de diversas facciones políticas, que jugaron con su ingenuidad y sus deseos de recuperar el trono. Pu Yi derrochó el dinero a manos llenas intentando atraerse los favores de unos y otros. Pero maniobrar entre las facciones, era un juego de niños comparado con los ejercicios de diplomacia que tenía que realizar en sus relaciones con Wan Jung y Wen Hsiu. Dado que no había líbido por la que disputarse, se disputaban por su sustituto más directo: la cartera del marido imperial que compartían. Pu Yi lo cuenta de esta manera: "Wan Jung había sido una joven señorita en Tianjin, así que conocía incluso más maneras de derrochar el dinero en objetos inútiles que yo. Cualquier cosa que comprase para sí, Wen Hsiu la quería también y, cuando se la compraba a Wen Hsiu, Wan Jung quería más, como si el no hacerlo supusiese rebajarla de su estatus de emperatriz. A su vez esto hacía que Wen Hsiu se quejase y pidiese más...." Para no tener sexo con ellas, bastante caras le salían.
La vida en Tianjin era aburrida. Aparte de conspirar, todo se les iba en reuniones sociales y frivolidades, que pueden resultar divertidas por una temporada, pero a la larga cansan. Posiblemente por efecto del aburrimiento, Wan Jung se convirtió en opiómana. Pu Yi no prestó mucha atención a su adicción; tal vez se dijese que mejor, que así estaría entretenida. Lo malo fue el día que Wan Jung hizo una escena, al caerse en redondo en el Hotel Astor House. Al día siguiente eran la comidilla de todos los círculos sociales de Tianjin. Pu Yi decidió confinarla en la residencia de Chang Garden en la que vivían, para que no diese más numeritos. Wan Jung hizo lo esperable: consumir todavía más opio.
En 1931, Wen Hsiu pidió el divorcio. Recordándolo, Pu Yi da algunas pistas de cómo era la vida que llevaban: "La razón por la que me dejó no era tanto una cuestión de emociones como la vacuidad de nuestra vida en Chang Garden. Incluso aunque hubiera tenido sólo una esposa, ésta no habría encontrado la vida conmigo nada agradable, ya que mi único interés en la vida era la restauración. Hablando con franqueza, no sabía lo que era el amor y mientras que marido y mujer eran iguales en otros matrimonios, para mí tanto la mujer como la concubina eran esclavas y las herramientas de su maestro."
¿Por qué Wan Jung no se divorció también? Pu Yi se hizo la misma pregunta y se la respondió de esta manera: "... Para Wen Hsiu una vida ordinaria de familia era más importante que un estatus elevado y la moralidad feudal. Wan Jung, en cambio, otorgaba gran importancia a su posición de "emperatriz", y estaba dispuesta a ser una esposa sólo en el nombre en aras de ello." A esta explicación de Pu Yi yo le añadiría otra: deprimida y después de años de adicción al opio, posiblemente no tuviese fuerzas para rebelarse y probar una vida diferente.
Aunque Pu Yi no hubiese sentido gran cosa (eufemismo para no decir "nada en absoluto") por Wen Hsiu, su desaparición de la casa afectó sus relaciones con Wan Jung en sentido negativo. "Después de que hubiera echado fuera a Wen Hsiuj, sentí revulsión por ella (ignoro el nombre que daba a lo que sentía antes por ella, cuando no le ponía la mano encima con intenciones sexuales) y apenas le hablaba o le prestaba atención. Asúi nunca me hablaba de sus sentimientos, sus esperanzas y sus penas y todo lo que yo sabía es que se había convertido en una adicta al opio y se comportaba de una manera que no podía tolerar (...) En 1937 elegí a una nueva víctima llamada tan Yu-ling como castigo para Wan Jung y porque una segunda esposa era una pieza esencial del mobiliario de palacio..." La última frase es impagable y sintetiza cómo veía Pu Yi a las personas, incluida a Wan Jung: como meros objetos reemplazables. Si Wan Jung era la cama que uno necesita para dormir, tal vez la segunda esposa fuera el escritorio.
En 1932 Pu Yi atendió a los cantos de sirena de los japoneses, que le ofrecieron el trono del Estado títere que habían creado en Manchuria, Manchukuo. Parecía que su sueño de ser emperador y de mandar algo, se iba a cumplir finalmente. Nuevamente Pu Yi demostró lo ingenuo que era. Durante los siguientes trece años fue un mero juguete en manos de los japoneses, que nunca se lo tomaron en serio ni le dieron ningún poder real. Era menos que un gobernante títere; era un prisionero. "De hecho, ni tan siquiera tenía el poder de decidir cuándo salir de mi propia puerta". Si Pu Yi era un prisionero sin poder, la suerte de Wan Jung fue todavía peor. Vivía recluida en sus habitaciones, sin que el emperador le hiciese ningún caso. Era mucho más consciente que Pu Yi de que no eran más que unos figurones. Su único consuelo era el opio, del cual consumía cantidades industriales, unas dos onzas diarias.
Existe un rumor según el cual en 1940 Wan Jung habría tenido una historia con el conductor de Puyi, Li Tieh Yu. Pu Yi habría optado por no matar al conductor y le habría dejado marchar con algún dinero. Sin embargo, ·Wan Jung había quedado embarazada y habría tenido una niña, a la que los doctores mataron poniéndole una inyección letal. Parece que la fuente de este rumor es Edward Behr, que escribió una biografía sobre Pu Yi y tuvo acceso tanto al ex-emperador como a gente de su entorno. Por desgracia, no tengo la biografía y no he podido comprobar cuál sería la fuente última de esta historia. Evidentemente Pu Yi no menciona el incidente en sus memorias. En todo caso, cabría hacerse varias preguntas: 1) En la jaula dorada en la que vivían, donde los japoneses controlaban cada movimiento que hacían, ¿era posible que Wan Jung hubiera tenido una historia con un chófer sin que nadie la hubiera descubierto al instante?; 2) Para 1940 su salud ya estaba bastante deteriorada por el opio, ¿habría tenido el cuerpo y la mente preparados para tanto cachondeo?
En 1945 Wan Jung tuvo que soportar la última indignidad a manos de Pu Yi. En el verano de 1945 el poder japonés se estaba desmoronando. Era cuestión de tiempo que chinos y soviéticos conquistaran Manchuria. El 13 de agosto, Pu Yi y lo que quedaba de su corte tomaron un tren para T'unghua, cerca de la frontera con Corea, donde un avión les esperaba para llevarles a Japón. Resultó que el avión era pequeño y Pu Yi tuvo que escoger qué ocho personas le acompañarían a la seguridad de Japón. Pu Yi escogió a su hermano, a dos cuñados, tres sobrinos, su médico personal y su guardaespaldas. Wan Jung le pidió que la llevara. Pu Yi le contó la madre de todas las mentiras,- que no es que esa mujer a la que besabas es tu sobrina, qué te creías-, le dijo que vendrían también a recogerla. La escena, relatada por Pu Yi, en sus memorias tiene todo el toque de una farsa: la noticia se la dio a través de su segunda esposa en un diálogo de besugos, propio de Groucho Marx:
"... Mi concubina me preguntó entre sollozos lo que haría. "El avión es demasiado pequeño", le respondí, "así que tendrás que ir en tren" (Estaba siendo un cabrón con recochineo: desde Manchuria no se puede ir en tren a Japón).
- ¿El tren llegará a Japón?
- Desde luego- respondí sin pensármelo un momento.- En tres días como mucho la emperatriz y tú volveréis a verme.
- ¿Qué pasará si el tren no viene por mí? No tengo ningún pariente aquí.
- Volveremos a encontrarnos dentro de un par de días. Estarás bien.
Estaba demasiado preocupado con salvar mi propia vida como para ocuparme de si habría un tren para ella o no." (Obsérvese que a Wan Jung ni la menciona en este relato).
No hubo tren salvador. Los comunistas chinos llegaron antes. Wan Jung murió unos meses después en la cárcel. Murió de desnutrición y de mono de opio. No consta cuáles fueron sus palabras finales. Dudo que que fueran una tierna despedida para Pu Yi.

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