Revista Opinión

La vanguardia del mundo libre

Publicado el 11 julio 2014 por Vigilis @vigilis
Uno de los conflictos más complejos que existen en el mundo es el que enfrenta a Israel con los terroristas palestinos e importados. A miles de kilómetros de distancia es harto complicado hablar del tema porque ninguna solución propuesta desde la comodidad de quienes se sienten seguros parece hallar asiento. Se han escrito miles de páginas sobre el conflicto, han pasado cuatro guerras entre árabes e israelíes, un par de guerras civiles en el Líbano, dos intifadas, la ocupación de los Altos del Golán, los checkpoints, los muros, media docena de acuerdos de paz (dos de ellos con evidente éxito: Egipto y Jordania), el abandono de miles de personas de sus hogares y ante todo esto cualquiera diría que no hay solución a la vista.

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Póster de 1942 de Arthur Szyk

De hecho, toda solución propuesta se encuentra con resistencias insalvables. En primer lugar tenemos la propuesta del estado único, que supondría incluir a Gaza y Cisjordania en Israel y hacer así de Israel un país que concediera derechos de ciudadanía a los árabes. Evidentemente esto implicaría algún tipo de autonomía que concediera poder a los palestinos dentro de Israel. Puede que en Cisjordania haya alguna posibilidad de que esto funcione —militares internacionales de por medio, claro—, pero Gaza lleva años ocupada por un grupo terrorista y no parece que estén dispuestos a abandonar su modo de vida. La dictadura de Hamas en Gaza ha creado un poder alternativo a la Autoridad Nacional Palestina y su modo de vida y su fuente de poder se basa en tener a Israel como enemigo.
Otra solución propuesta es la de los dos estados. Esta era la solución original de 1948. Hacer un estado judío y un estado árabe en el antiguo mandato británico de Palestina. Cuesta ver la forma de articular un estado viable fragmentado en dos unidades territoriales como son la Franja de Gaza y Cisjordania. Sin alcanzar una independencia plena, tras las últimas elecciones presidenciales, Fatah simplemente no pudo asumir el control de Gaza y por eso cayó en manos de los fundamentalistas de Hamas. Imaginemos ahora que efectivamente Palestina fuera una nación soberana. Viendo la larga historia de odio hacia Israel y el deseo de venganza hacia Jordania, es lícito dudar que ni los estados árabes deseen un nuevo estado árabe fuente de inestabilidad. Recordemos que el mundo árabe no es un cuerpo homogéneo y donde reine el consenso, sino más bien es el escenario de la guerra civil musulmana entre el predominio de los emiratos del golfo y el de los ayatolás de Irán. Este supuesto nuevo estado palestino nacería dividido en esta gran guerra de fondo entre una Gaza financiada por Irán y una Cisjordania apoyada por la Liga Árabe.

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Fronteras del 49 al 67.

Una solución —y disculpad por la palabra "solución", que entiendo no es la más adecuada— también sobre el tapete es la de los tres estados. Con esto me refiero a volver a la situación pre-1967: la Franja de Gaza administrada por Egipto y Cisjordania administrada por Jordania. La Liga Árabe ya rechazó esta propuesta en su última "propuesta de paz" —eufemismo para referirse a la rendición de Israel y futura desaparición—: el único escenario aceptable para la Liga Árabe es volver a la situación pre-1967 y obligar a Israel a retirarse de los Altos del Golán, que regresarían a manos de Siria que como todo el mundo sabe es un país estupendo, fiable y muy serio.
En general orbita al conflicto varias cosas: el estatus de los descendientes de los árabes que se vieron obligados a abandonar sus casas —que estaban en Israel— tras la guerra de 1948 (nadie menciona a los judíos que tuvieron que abandonar sus casas por todo el mundo árabe), el conflicto de fondo sobre la supremacía en el mundo árabe entre Arabia Saudí e Irán, la carencia de Palestina de un liderazgo con el que hablar (es dificil sentarse a negociar si no hay nadie al otro lado: los últimos acuerdos de Camp David fueron posibles porque existía Arafat, que era la figura de unidad de los palestinos).

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Oh, qué abusones los israelíes.

A la tragedia del conflicto se le une la valoración histórica de lo que significan los israelíes y los palestinos. La fuerza de Israel para defender su independencia a los quince días de proclamarla y ser invadidos por todos su vecinos tiene algo que ver con su voluntad de existir. Tras el Holocausto los israelíes se tomaron en serio crear un lugar donde no ser la minoría, donde no ser perseguidos y donde poder vivir sin temor para siempre. Pero si los israelíes tienen muchas velas que encender en memoria de sus parientes perseguidos y asesinados, los palestinos no se quedan atrás. Los palestinos son los apestados del mundo árabe. Quedaron como un pueblo errante y ningún país árabe quiere tenerlos cerca. Tras perder la guerra civil jordana los dirigentes palestinos de la OLP se mudaron al sur del Líbano y disputaron el poder del país a Beirut que se vio inmerso en una guerra civil. Tras la ocupación siria de Líbano, los palestinos se quedaron en la práctica con el sur del país, desde donde lanzaban ataques a Israel que finalmente fueron respondidos en una nueva guerra israelí-libanesa. Con alguna razón los países árabes pueden pensar que acoger a los palestinos es buscarse problemas. Hay palestinos que pueden pensar que Israel (y Jordania) es el problema, tal vez necesiten una pizca de autocrítica para darse cuenta de que han sido liderados por auténticos salvajes... pero no se podrán dar cuenta de eso porque los palestinos son una población alarmantemente joven, variable fundamental, la demográfica, que pocas veces entra en los análisis del conflicto árabe-israelí.
Más allá de las orillas del Mediterráneo oriental tenemos la actitud dispar de Occidente. Por un lado, quienes asumimos que la paz no se logra con abrazos ni dándole la razón a los tiranos, damos gracias de que exista el papel de Estados Unidos en este conflicto. Si fuera por la actitud europea, Israel sería un pequeño gueto dentro de un estado árabe donde mandaría algún dictadorzuelo teocrático. Eso en el mejor de los casos.

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Tres policías de Berlín occidental diciendo a sus homólogos del este que de ahí no pasan.

Resulta incomprensible esta actitud hacia el conflicto árabe-israelí de valorar por igual a los dos bandos cuando esos bandos no son iguales. Por una parte tenemos a un estado moderno, cuyos derechos de las minorías, la rendición de cuentas, la economía abierta y la participación democrática están garantizadas. Israel es, conflicto al margen, un país occidental en términos de libertades y justicia. El otro bando sin embargo no es que no sea "como nosotros" (Tailandia tampoco es "como nosotros" y no pasa nada), sino que es lo contrario. La teocracia, el fundamentalismo religioso, la apología de la diferencia, el sometimiento a la mujer, la persecución de minorías. Los terroristas palestinos representan la faceta más oscura de este mundo. Y es un suicidio a cámara lenta pensar que sus movimientos no nos afectan o que el conflicto nos queda lejos. El conflicto árabe-israelí es también nuestro conflicto pues representa la lucha por la supervivencia de una sociedad plural, democrática y libre frente al odio, la persecución y el fundamentalismo.


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