¡Pierde 8 kg en un mes! ¡Dile adiós para siempre a la grasa! ¡Consigue un cuerpo diez para este verano con la dieta…! Estos y otros muchos bien podrían ser ejemplos de los cientos de mensajes que nos bombardean y que tratan de seducirnos con milagrosas pérdidas de peso en muy poco tiempo, asegurándonos que conseguiremos un cuerpo perfecto en menos que canta un gallo. Pero… ¿qué hay de verdad en todo esto?, y sobre todo ¿qué hay de peligroso?
Las llamadas dietas milagro son, por lo general, verdaderos atentados contra nuestro organismo. Para explicarlo, pongamos el caso de las tan famosas dietas hiperproteicas (dieta Dukan, Atkins…), las cuales están ganando cada vez más aceptación entre la sociedad. Antes de continuar, podéis preguntaros: ¿qué tiene esto que ver con la psicología? Todo a su tiempo…
Las dietas que permiten el consumo desmedido de proteínas nos animan a eliminar de nuestra dieta los hidratos de carbono y las grasas. Al hacer esto, es lógico que perdamos peso de forma rápida, puesto que son precisamente estos hidratos los que dotan de energía (glucosa) a nuestro organismo. Por tanto, si dejamos de tomarlos, nuestro cuerpo consumirá en un primer momento la glucosa que quede disponible, y una vez que esta se gaste, comenzará a tirar de las reservas de grasa para seguir funcionando. Es importante mencionar que el verdadero combustible de nuestro organismo es la glucosa, de manera que en caso de que no se disponga de ella, el hígado utilizará las grasas y las convertirá “artificialmente” en glucosa para poder continuar viviendo.
De esta manera, si dejamos de consumir hidratos de carbono, es cuestión de tiempo que perdamos peso. ¿Consecuencias? Muchas y muy negativas. El principal efecto lo encontramos en que, en el proceso de combustión en el que el hígado transforma las grasas en glucosa, se crean unos pequeños cuerpos en la sangre, llamados cuerpos cetónicos, que desembocan en la denominada cetosis. Esto puede ser peligroso, puesto que, además de poner en un serio compromiso el trabajo del hígado, puede que acabes con fuertes dolores de cabeza, mal aliento, sequedad bucal u olor en la orina muy fuerte, además de los posibles daños en la masa ósea o en el corazón.
Y ahora viene la parte psicológica… ¿Si es tan malo, por qué lo hacemos? Pues la respuesta parece clara: parece importarnos más la apariencia. El hecho de que comprobemos nosotros mismos que en cuestión de días hemos perdido tal cantidad de peso, nos animará a seguir trabajando igual. Además, muchas personas no conocen todo este proceso, y piensan que los síntomas que les ocurren son normales o que es un precio que hay que pagar por “la fama”. Lo que quizá no saben es que nuestro cuerpo es una máquina perfecta, y que en cuanto vuelvan a la dieta habitual recuperarán todo el peso ganado, ya que este interpretará que estamos en un estado de emergencia nutritiva.
Al fin y al cabo, es el peligro de la gratificación inmediata, de obtener recompensas tan a corto plazo, el que hace que mantengamos la conducta. Por eso quizá sea bueno que aprendamos que en la vida nada se consigue de repente, sin esfuerzo, y además si hablamos de nuestro cuerpo, ningún cambio brusco puede ser jamás positivo.
foto|luigi diamanti