Revista Educación

La vida agridulce del Flamen dialis

Por Esteban Esteban J. Pérez Castilla @ProfedLetras
Hoy vamos a tratar un asunto serio de la religión romana, que es lo duro que debía de ser ejercer el sacerdocio, ya que, como le dice al tío Ben  a su sobrino Peter Parker:
"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad."

Pero empecemos por definir qué es un flamen. Pues los flamines (flamen en plural) eran, básicamente, el nombre que se le daba en la Antigua Roma a los sacerdotes que se dedicaban a los cultos oficiales, es decir, los que estaban permitidos por el estado. Por tanto, pertenecían al Colegio de los Pontifices (Collegium Pontificum). En una futura entrada, hablaremos de ellos más tranquilamente.
El más importante, con el permiso del Pontifex Maximus, era el Flamen Dialis, que se dedicaba al culto del dios más poderoso, padre de los hombres y de los dioses, Júpiter, en latín, IoveY como dice el título, hablaremos un poco de los honores, pero también de los tabús y las supersticiones a las que estaba sometido el Flamen Dialis.

Honores del Flamen Dialis

Ya con ser el que administraba el culto a Júpiter hacía ascender a cualquier flamen en la escala social a pasos agigantados y, por supuesto, ganar influencias y traficar con ellas. Si no, preguntémosle a César.

La vida agridulce del Flamen dialis

Solo a Zeus servía el Flamen dialis

Pero ahí no quedaba la cosa: también se consideraba una persona sui iuris, es decir, que no dependía de su padre o, en todo caso, del paterfamilias y podía tomar decisiones por sí mismo.
Se diferenciaba del resto de los sacerdortes al vestir el albogalerus, una especie de gorrito blanco -estaba hecho con la piel de una víctima sacrificada a Júpiter- coronado por una ramita pequeña de olivo. Y nunca, ¡¡NUNCA!!, podía salir a la calle o ejercer su oficio sin llevar este sombrerito. Tanto es así, que alguno fue apartado de su cargo...
Además podían ser escoltados por un lictor, que eran funcionaros que se encargaban de garantizar el orden público, custodiar prisioneros, mantener el orden público y que, por supuesto, eran ciudadanos romanos.
También podían usar la toga praetexta y la silla curul, pudiendo sentarse también en el Senado y participar en las sesiones. Todo un honor y un privilegio, si tenéis en cuenta que, normalmente, los sacerdotes no ejercen la política...
Por su estatus de alto sacerdote, nadie, excepto el Rex Sacrificulus, podía sentarse por encima de él en un banquete.
Y, por último, para constatar que era una figura importantísima y en la sociedad romanas, si algún preso entraba su casa debía despojársele inmediatamente de las cadenas y echarlas a la calle por el tejado, pero también debía ser perdonado de su castigo durante ese día si se cruzaba con él y suplicaba su perdón arrodillado a sus pies.

Obligaciones del Flamen Dialis

Sin embargo, este cargo debía de ser tan querido como odiado por aquella época y solo debieron aceptarlo personas muy preparadas y concienciadas de sus obligaciones. ¿Por qué? Pues precisamente por todas las consecuencias que se establecieron para contrarrestar su figura de poder.
Una de ellas es que el cargo era vitalicio y, por tanto, no permitía seguir escalando posiciones en el cursus honorum, es decir, las magistraturas destinadas al ejercicio del gobierno del estado propiamente dicho. ¿Con qué objetivo? Bueno, tenía suficiente poder con este cargo, así que ¿para qué más? Pero también, de este modo, podía prestarle más atención al dedicarse por entero a su tarea.
Por eso, también se idearon dos reglas fundamentales: era ilegal pasar fuera de Roma aunque fuera una noche, pero también no podía dormir fuera de su propia cama durante tres noche consecutivas. Y no solo eso, ¡ni que se le ocurriera montar a caballo!
Así, solo alejaba de él la propia muerte o la de la esposa. ¿La de la esposa? Pues sí, porque se consideraba tener mujer era completamente necesario para ejercer el cargo, ya que debía participar en algunos ritos. Se la solía llamar Flaminica -en otra ocasión trataremos su figura-.

Supersticiones en torno al Flamen dialis

Y aquí, señoras y señores, voy a hacer una lista porque el asunto trae cola...

La vida agridulce del Flamen dialis

Flamen dialis al enterarse de todo esto.

  • Solo podía cortarle el pelo un hombre libre.
  • No podía mencionar o tocar una cabra, carne no cocinada, judías o hiedra.
  • Sus ropajes no podían tener ningún tipo de nudo.
  • No podía llevar anillos a menos que fueran planos y sin piedras.
  • No podían realizar juramentos. 
  • No podía tocar perros.
  • No podía desnudarse en espacios abiertos.
  • No podía salir sin peinarse para colocarse el bonete.
  • No podía tocar harina, levadura o pan con levadura.
  • No podía tocar o ver un cuerpo muerto y, por supuesto, no podía tocar un sepulcro a menos que oficiase un entierro.
  • Los mechones de pelo y las uñas que se le cortaban eran enterradas bajo un felix arbor
  • Nadie podía dormir en su lecho, que tenía las patas embadurnadas de arcilla.
  • No se podían colocar pasteles para el sacrificio junto a su cama.
  • No podía mirar un ejercito en armas.

Así que nada... Mucho poder, pero vida, más bien poca. ¿Os compensa?
Fuentes:
  • The classical compendium - Philip Matyszak
  • Césares - José Manuel Roldán
  • Flamen dialis - Wikipedia

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