Revista Cultura y Ocio

La vida es un carnaval

Publicado el 19 abril 2015 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

Otro día más. Levantarse de cama es una tragedia. ¿Verdad? Tengo que reconocer que a mí me cuesta. Pongo el primer despertador a las ocho de la mañana. El siguiente a las ocho y diez. Así sucesivamente. Me suelo despertar a las ocho y media y no estoy en pie hasta las nueve de la mañana. Aún así sigo poniéndome despertadores. Por si acaso, ya sabéis. No se me da bien despertarme. Después, la siguiente tragedia del día. La ducha.
Esto es un martirio. Te despiertas, con suerte te levantas y entonces en el frío más intenso de la mañana te tienes que desnudar y meterte bajo un chorro de agua congelada. Es posible que a muchos esto no os pase, pero yo vivo en un zulo. Aparte de ser una casa vieja y diminuta, no tiene un calentador decente. Tienes que esperar cinco minutos bajo el agua fría para que comience a ponerse tibia. Una vez que pasa eso llega la siguiente tragedia. Abandonar la ducha. Porque cuando consigues un poco de agua caliente te sientes bien, pero hay que abandonar la ducha. De nuevo al frío de la mañana. Y una nueva tragedia. Vestirse. Esta si que es culpa mía, pero no por ello deja de joderme. Llega el momento de rebuscar por toda la casa unos calzoncillos limpios. Un hombre legañoso y desnudo poniendo una casa patas arriba. Las mañanas que me despierto alegre incluso me río. Visto desde fuera estoy seguro de que es cómico.
En fin. Una vez que estás despierto, limpio y vestido comienza de verdad el día. ¿Un nuevo y maravilloso día? No. Es el mismo día que ayer. Simplemente han pasado veinticuatro horas. Que maravilla.
Llegó a la puerta de mi casa y compruebo que llevo las llaves. Si las llevo encima abro la puerta y salgo. Es en ese momento cuando, mañana tras mañana, me doy cuenta de que he olvidado algo. Puede ser el abrigo, el paraguas, incluso la carpeta. Porque ese es el motivo por el que salgo de casa por las mañanas. Ir a clase.
Que ilusión. La universidad, la meca del conocimiento y la realización personal. No es tan bonito, aunque hay que ir. ¿Por afán de aprender? No. Por el afán de aprobar.
En cuanto sales de tu portal y comienzas a caminar, te das cuenta de que quizá habría sido mejor no levantarse. La calle siempre está llena de ruido, de coches y de gente. Un poco más tarde llegas al campus. Allí, además de el ruido, los coches y la gente tienes que añadir la capa de hojas podridas que pavimentan permanentemente las aceras. Los arboles son muy bonitos sí, pero solo cuando miras hacia arriba. Cuando consigues llegar a tu facultad, empieza la parte en que tienes que pintar una sonrisa en tu cara y saludar a todo el mundo. Eso es lo peor. Gente de la que apenas sí sabes el nombre diciéndote “hola” todas las mañanas. Entro en mi aula y me siento en un sitio apartado y rezo para que nadie se me siente al lado.
En cuanto en el reloj dan las dos, soy libre. Corro a casa con el estómago rugiendo, como algo y se acabó la mañana. Traducido, una tarde de aburrimiento. Por la mañana sufría por el exceso de gente, por la tarde por el déficit. Son las horas en las que más solo me siento. Simplemente me siento delante del ordenador y mendigo unas migajas de entretenimiento. En realidad la mayoría de las cosas no me divierten, pero hacen que corran rápido los minutos. Esta tarde pensé en lo cínico que me estoy volviendo. Yo antes no era así y esto me hizo pensar en como voy evolucionando. Veréis, antes siempre fantaseaba con vivir en un mundo donde no hubiera nadie más, un mundo para mí solo. Podría hacer lo que quisiera sin dar explicaciones, sin rendir cuentas ante nadie, sin nadie que me molestase. No tendría que sonreír a todo el que me cruzase. Hace un par de días me aburría y me dije: “Me voy a ese mundo donde solo estoy yo”. Pues no pude. Me di cuenta de que ese mundo no sería muy distinto del que vivo ahora y no me gusta.
Mañana será otro día. Muy parecido a este, pero otro día.
Orson López


La vida es un carnaval

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