Revista Cine

La vida fácil, de Richard Price

Publicado el 23 julio 2010 por José Angel Barrueco
La vida fácil, de Richard Price
Richard Price, de quien recomendamos hace poco Clockers, quizá su obra maestra, escribe guiones y novelas de género negro, pero la trama suele ser una excusa: porque lo que de verdad le importa a Price son los comportamientos y las decisiones de sus personajes y, también, ofrecer un retrato del Nueva York contemporáneo y la relación entre sus habitantes. En La vida fácil un hombre muere durante un atraco callejero, de noche, y uno de los tipos que iban con él está en la cuerda floja: para unos es el sospechoso número 1; para otros, un testigo primordial. Price, genial en los diálogos y acertadísimo en ese retrato neoyorquino, nos habla de la desorientación de un padre tras morir su hijo de un disparo, de los problemas de los policías para conciliar el sueño y sus intentos imposibles de llevar una vida ordenada (suelen estar divorciados, con hijos que vulneran la ley y ex mujeres que les exigen que se comporten como padres), de las relaciones entre irlandeses, negros, hispanos, de las tiendas y los tugurios en los que los inmigrantes tratan de salir adelante, del maltrato doméstico y la búsqueda de un sentido a una vida que, en esos barrios, nunca es fácil. Aquí leemos el pasaje en que Matty y Yolonda aprietan las tuercas al sospechoso número 1:
Por fin Eric alzó la cara, miró boquiabierto a Matty.
-Sí, mírame a los ojos, mamarracho de mierda.
-Matty… –Yolonda tendió por fin la mano.
-Llevo todo el día escuchando tus gilipolleces. Eres un fracasado, un camarero egocéntrico, autocompasivo, cobarde, envidioso, resentido. Esa es tu camisa de diario. Añádele a eso una pistola y vodka por un tubo… No creo que el disparo de anoche fuera un accidente. Creo que eras una bomba de relojería andante y anoche por fin estallaste.
Eric permaneció en un estado de atención extática, con el mentón levantado como para dar un beso, sin apartar la mirada de Matty.
-Estamos dándote una última oportunidad para contar lo que pasó. Salva el pellejo y danos la versión que tú quieras para justificar tu propia participación en el hecho, pero pon la pelota en juego ahora mismo… Y te juro por Dios que, como salgas otra vez con esa gilipollez malintencionada del… del hispano y… o… y… o el, el negro que aparecieron de entre las sombras o lo que sea, yo mismo me aseguraré de que te caiga un puro que ni te lo imaginas.

[Traducción de Carlos Milla Soler]

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