No debería por tanto de sorpenderme, a estas alturas, que me haya enganchado La vida negociable. Su escritura a veces me recuerda a Juanjo Millás, por esa facultad de convertir a personas de la vida diaria en héroes y villanos dignos de protagonizar una novela. Y un villano más que un héroe, o una víctima de la vida, es lo que nos cuenta con la historia de Hugo Bayo: un personaje buscavidas y amoral, no se sabe si más por maldad o por miedo. Un resumen, por otra parte, de buena parte de los comportamientos de la especie humano.
Y lo que pasó es que el curso de mi vida entró en un ancho remanso donde apenas se notaba el paso del tiempo, una lisa e imperceptible deriva hacia el futuro donde no ocurría nunca nada nuevo, nunca nada, y aquella total ausencia de acontecer, que yo al principio había interpretado como el advenimiento de una época de paz, encubría sin embargo la guerra sorda, despiadada, inmemorial , del hombre contra el peso intolerable de su propio existir. Era el tedio, el monstruo del tedio que venía con su cara de ceniza y su lento desfilar...
Pocas veces la portada de un libro, al igual que el título, resultan tan apropiados.