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La vida que no soy capaz de tener

Publicado el 28 mayo 2021 por Claudia_paperblog

A veces trato a la gente con frialdad, a mi mamá, a mis tías, a ella. Con el resto de personas intento hacer el esfuerzo y a veces me nace, en ocasiones me siento feliz, con ganas de hacerlo todo, de hacer mil planes, de ir a todos lados, como antes, pero esos planes muchas veces se vienen abajo.

Cuando no tengo ganas de hablar con nadie, me encierro en la habitación. Antes era más fácil, eran como mi familia, me sentía como en casa. Ahora es algo diferente, si llaman a la puerta de mi habitación, me veo obligado a salir y pasar tiempo juntos. Me caen bien, son buena onda y me invitan a tomar cerveza, a conciertos, a fiestas, me presentan a gente, pero a veces me supone mucho esfuerzo, a veces estoy ido o pensando en mis cosas, en todo lo que tendré que hacer para el trabajo, para los estudios.

Pensé que me dolería más dejarla, pero en realidad me he quitado un peso de encima, ya no le debo nada a nadie. Hay días en los que no siento nada por ella, veo sus fotos y pienso que cómo es posible, que en qué momento me volví tan insensible, cuándo dejé de llamarla “mujer”, mi mujer, cuándo empecé a comportarme como un idiota con ella, a ignorarla o a tratarla con indiferencia. Ella no se merece eso.

Pienso mucho en ella, eso sí es cierto, y a veces me acuerdo de su casa, me gustaba ir allí y que todos me arropasen con su calor, que me cuidasen y me preparasen los platos más ricos. Ella me acogió en Barcelona y fue la razón por la que me quedé en Europa. Seguro que estará planeando mil viajes, feliz, haciendo planes con sus amigos, visitando museos, yendo a la playa.

Me vienen a la mente momentos de nuestros viajes y una punzada de nostalgia me atraviesa de parte a parte. En aquella playa de Grecia, le dio una insolación y apoyó su cabeza en mis muslos mientras yo le acariciaba el cabello, pero por la noche ya estaba bien y se atiborró a dulces, le encantaba el dulce. Los fines de semana, siempre le llevaba algún regalo, chocolate, croissants, bombones. Prefiero no pensar en eso, me duele, pero entonces me vienen imágenes de Colombia, ella y yo en el coche, ella moviendo su pelo, feliz, todos envidiando su cuerpo. Su cuerpo… Casi siempre pienso en sus caderas, me toco pensando en ella, en sus movimientos, sus caras, lo último que le dije fue que no podría hacerlo nunca con nadie más, que solo con ella.

A veces tengo esa curiosidad, ¿volveré a sentir algo así?

Sin embargo, intento distraerme y no pensar en nosotros, a veces me siento culpable por pensar en otras chicas. Me gusta A., la admiro porque es muy espiritual, muy tranquila, me trata como a un hermano pequeño. Con H. es diferente, al principio no me caía bien, pero la he ido conociendo y se ha convertido en muy buena amiga. Además, es muy guapa. Y luego está esa chica que conocí en el concierto de Manu Chao, completamente loca, muy hippie, me recordó a Victoria. Y todas aquellas que luchan por lo mismo que yo, que me acompañan en las manifestaciones y cuyas palabras arden.

No puedo estar contigo, Claudia, porque tú me recuerdas la vida que podría haber tenido y que, de momento, no soy capaz de tener.


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