Entramos en la última semana del mes de mayo, y es lógico que en este blog prestemos un poco de atención a la figura de la Virgen en las películas: en concreto, a su papel en la vida del Señor. Comenzaremos por aquella escena –importantísima- en que dio comienzo su vida pública.
El pasaje de las bodas de Caná es quizás la escena menos veces representada en la pantalla. Fue recogida fugazmente en dos filmes mudos: “Vida y pasión de Jesucristo” (1907), de Ferdinand Zecca, y “Son of Man” (1915), de Adolph ZuKor. Tras sesenta años de olvido, fue reinterpretada, con resultados más que dudosos, en tres cintas polémicas: “Gospel Road” (1973), “La última tentación de Jesucristo” (1988) y “The Life of Jesus: The revolutionary” (1995). Su más fidedignas representaciones llegarían con “María, Madre de Jesús” (1999), de Kevin Connor; y, sobre todo, con la mini-serie “Jesús” (1999), de Roger Young, donde esta escena alcanza su máximo esplendor.
Sabemos que esa boda tuvo lugar al comienzo de la vida pública del Señor, poco después de que Juan el Bautista le señale ante Juan y Andrés como “el Cordero de Dios” y anime a estos dos a que le sigan. Este detalle es recogido fielmente en la película, pues ellos son los únicos acompañantes del Maestro en los festejos de Caná.
Lo más importante aquí es el papel central de la Virgen, su actuación maternal, atenta a las necesidades materiales de los hombres. Por eso se da cuenta, antes que ninguna otra persona, de que va a faltar el vino. Es propio de una madre, y también de un ama de casa atenta, darse cuenta de esos pequeños detalles. Debió de percibir que las jarras ya no subían de la bodega tan llenas como al principio, y comprendió que aquella alegre fiesta podría terminar en una situación molesta y embarazosa. Por eso acudió a su Hijo. Y aunque Él contestó: “Aún no es llegada mi hora”, Ella le conocía bien y supo intuir que sí era la hora, que sólo hacía falta que se lo pidiera. Y en un acto de audacia impresionante, dijo a los criados: “Haced lo que Él os diga”. Y consiguió el milagro.
Pero en esta película la maternidad de la Virgen se aprecia sobre todo en la atención de las necesidades espirituales. Ella ha percibido también las dudas de Juan y Andrés, que siguen a Jesús pensando que será el liberador de la opresión romana. María habla con ellos, les explica que la salvación de su Hijo tiene otra dimensión insospechada. Y por eso pide el milagro: no sólo por evitar un apuro a los novios, sino porque es lo que necesitan sus discípulos. El milagro, en efecto, disipa las dudas de esos primeros seguidores: “Así, en Caná de Galilea –concluye el evangelista– hizo Jesús el primero de sus milagros, y sus discípulos creyeron en Él” (Jn 2, 11). La Virgen es en verdad madre de los Apóstoles y de todos los cristianos.
Os dejo con esta maravillosa escena, que merece la pena ver al completo (3’ 30”). Sólo os pido que, al acabar, me digáis cuál de todos los detalles os ha gustado más.